País real, país virtual
Cesare Pavese dejó escrito que "libre es aquel que se inserta en la sociedad y la transforma, no quien se mueve detrás de las nubes". El mismo Pavese escribió también que "trabajar cansa". Quizá sea por esto, porque "trabajar cansa" y porque una forma muy fácil de no cansarse trabajando es no insertarse en la realidad para transformarla sino moverse siempre detrás de las nubes, desde hace muchos, demasiados años en Cataluña lo políticamente correcto parece ser el uso de un lenguaje que poco o nada tiene que ver con la realidad. Mediante la utilización de este lenguaje se ha construido un imaginario colectivo que se basa en un país virtual, muy alejado del país real.
Porque, vamos a ver, ¿ha oído usted, en alguna conversación privada, que alguien se refiera a España como Estado español, que alguien denomine selección estatal a la selección española, que alguien hable de Policía estatal en lugar de referirse a la Policía Nacional? Guste o no a algunos, España es una realidad incontestable. Tanto como cualquier otro Estado. Nadie se refiere al Estado francés ni al Estado italiano, ni tan siquiera quienes, sobre todo desde algunos medios de comunicación o desde el ejercicio de la política, jamás utilizan el término España. Está claro que aunque sea ésta, de acuerdo con todas las encuestas conocidas, una opinión muy minoritaria en la sociedad catalana, es absolutamente lícito no sentirse español, pero la condición administrativa de español viene dada sólo por datos objetivos, entre los que es evidente que no figura el sentimiento de pertenencia o no a una colectividad.
Cataluña es un país complejo y plural que no utiliza el lenguaje 'políticamente correcto'
El lenguaje políticamente correcto imperante en ciertos sectores de la sociedad catalana desde hace ya algunas décadas no tiene nada que ver con el lenguaje cotidiano de la calle, con el lenguaje real de la sociedad catalana. ¿Quién cree realmente que entre Cataluña y los restantes territorios de habla catalana existe algo más que el uso de una misma lengua, y que por tanto puede haber un proyecto político de futuro bajo el nombre de Països Catalans? ¿Quién, cuando habla de Cataluña, se refiere al principado? ¿Quién, cuando de la Corona de Aragón se trata, se inventa una jamás existente Corona de Cataluña y Aragón? ¿Quién evita el término área metropolitana de Barcelona y se refiere a la conurbación central? ¿Quién usa el término circunscripción para evitar el de provincia al referirse a lo que sólo son meras divisiones administrativas del territorio? ¿Quién, en definitiva, al dar la información meteorológica sólo facilita datos del resto de España en un difuso contexto europeo, tras insistir en todo tipo de informaciones sobre cada uno de los territorios de habla catalana, con la sola excepción de L'Alguer sardo, posiblemente para no caer ya en el puro y simple disparate?
El uso reiterado y sistemático de todo este lenguaje políticamente correcto desde gran número de medios de comunicación catalanes, en especial los públicos pero también muchos de los privados, y también desde casi todas las instancias políticas catalanas, ha llegado a crear todo un imaginario colectivo basado en un país inexistente, un país virtual, que en nada se parece al país real.
El país real, el que se expresa a través del lenguaje cotidiano de la inmensa mayoría de la ciudadanía catalana, no utiliza nunca este lenguaje políticamente correcto. No lo hace porque se trata del país real. Un país real que se sabe complejo y diverso, cada vez más plural. Un país real que muestra síntomas evidentes de fatiga social y cívica, que se manifiesta cada vez más distanciado y hastiado de unos sectores políticos, culturales y mediáticos que parecen empeñados en seguir eternamente encerrados con un solo juguete, en un cansino soliloquio solipsista de puro autismo social. ¿Alguien se ha molestado en preguntarse si es en este progresivo distanciamiento y hastío donde pueden encontrarse las razones más profundas del creciente diferencial abstencionista que afecta a todas las elecciones autonómicas? ¿Será este lenguaje políticamente correcto que habla de un inexistente país virtual la explicación de que casi la mitad de los electores potenciales no fuesen a votar el pasado 1-N o lo hicieran en blanco, de modo nulo o por formaciones extraparlamentarias?
"Trabajar cansa", escribía Pavese, pero nada se consigue sin trabajar. Y trabajar es, como decía el mismo Pavese, "insertarse en la realidad para transformarla, no moverse detrás de las nubes".
Jordi García-Soler es periodista.
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