Una China armoniosa
Los dirigentes chinos han inventado después del concepto de "economía socialista de mercado" el de "sociedad armoniosa" para hacer énfasis en la conveniencia de construir un país más justo y ecológico ante el creciente desequilibrio entre el campo y las provincias costeras y la fuerte degradación medioambiental. ¿Rectifican con ello al fallecido padre de las reformas, Deng Xiaoping, cuando en 1978 glorificaba el enriquecimiento? No completamente. Lo que tratan es de corregir ligeramente el rumbo para evitar que se derrumbe el entramado. Así habría que interpretar el discurso del primer ministro, Wen Jiabao, en la apertura de la sesión anual de la Asamblea Popular Nacional (APN), que aprobará una ley que regulará por primera vez la protección de la propiedad privada y otra que acabará con los privilegios fiscales de las compañías extranjeras sobre las nacionales.
El primer ministro ha hablado de carencias en el modelo de desarrollo económico. Es verdad que la economía ha crecido a un ritmo de casi un 10% durante los últimos 25 años, pero a fuerza de crear graves desigualdades entre las provincias interiores y costeras. Corrupción política, criminalidad común y protestas sociales, pese a la falta de libertades, se han convertido en fenómenos corrientes. Los avances son indiscutibles, pero hay 200 millones de campesinos pobres y más de cien millones de población marginada en las grandes ciudades, que ostentan la triste marca de figurar entre las más contaminadas del mundo. La capital, Pekín, albergará el año próximo los Juegos Olímpicos en condiciones de medio ambiente y de polución del aire no precisamente saludables.
No se han cumplido los objetivos en el primer ejercicio del plan quinquenal (2006-2010) para controlar las emisiones de gases contaminantes. Nada asegura que se logren en los siguientes, a pesar de que el Gobierno promete medidas para una mayor eficacia energética y frenar la degradación. China podría superar a Estados Unidos en 2009 como principal emisor de gases de efecto invernadero. Si fuera sincera en sus promesas debería empezar por suscribir el Protocolo de Kioto, lo que contribuiría a su equilibrio y quizás a que países emergentes como India y Brasil también lo hicieran.
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