Fina de Calderón, poetisa, la niña de las muletas
Una temprana enfermedad de los huesos cambió la vida de Fina de Calderón, poetisa, autora teatral y compositora que falleció en Madrid el 12 de enero, a los 92 años. Josefina Attard y Tello (que tomó la parte final del apellido de su marido, Fernando Gutiérrez de Calderón, marqués de Mozamba del Pozo) pasó buena parte de su infancia postrada en cama.
Por su casa pasaban amigos de la familia como Machado, Unamuno y Valle-Inclán. También Lorca, que intentó animar a esa niña que no quería aprender a andar con muletas. "Federico me dijo: las muletas son alas de palo para las niñas buenas", recordaba Fina de Calderón en una entrevista concedida en 2008. La niña le preguntó al poeta: "Las gomas que están en la punta, ¿son para borrar los pasos?". Y Lorca respondió: "Los pasos no se borran nunca, aunque así lo parezca". Cuando la niña se hizo mayor publicó unas memorias tituladas Los pasos que no regresan (2004).
Maurice Chevalier o Edith Piaf popularizaron sus canciones
Nacida en Madrid el 21 de agosto de 1917, su familia se trasladó a Francia para ingresarla en una clínica de rehabilitación. Allí pasó cinco años, empezó a escribir y aprendió a tocar el violín. Se examinó en el Conservatorio de París ante Pau Casals, quien más tarde la puso en contacto con un cuarteto que actuaba en diversas salas de la rive gauche.
Con 11 años publicó sus primeros poemas y empezó a convertirse en una prolífica compositora, con más de 200 piezas registradas en la SGAE, algunas de ellas éxitos popularizados por figuras como Edith Piaf (Pouvoir) y Maurice Chevalier (Nous de Paris). El grupo pop TNT llevó a Eurovisión en 1964 una de sus canciones: Caracola.
Entre su poesía destacan La cicatriz de arena (1983), Las raíces del alba (1988) y Glorieta de la melancolía (1998); en teatro, Fuego Grito Luna (1977); compuso también obras para ballet como Cancela y tradujo al español La condición humana, de Malraux.
Fue socia del Ateneo de Madrid, donde dio varias conferencias sobre el papel de la risa y la sonrisa en la poesía. El director de la sección literaria del Ateneo, Alejandro Sanz, la ha descrito como "una amante de la belleza en todas sus expresiones, tenía que haber nacido en el Renacimiento italiano".
Una de sus hijas, Giovanna Gutiérrez de Calderón, ha destacado la diversidad e intensidad de su trabajo, que la acompañó hasta sus últimos días: "Su gran virtud fue la de conjugar todos los mundos y todas las ideologías, algo excepcional en este mundo maniqueo". Ha quedado sin cumplir su sueño de fundar una Casa de la Poesía en Madrid para organizar veladas poéticas y presentaciones de libros.
Era muy conocida en la vida cultural de Madrid, donde desde 1984 dirigía Los miércoles de la poesía en el Centro Cultural de la Villa, recitales semanales que estuvieron en activo hasta el pasado mes de junio.
Pero si había un lugar con el que vincular a Fina de Calderón era Toledo, ciudad que inspiró su último libro, Toledario, que será publicado de manera póstuma. Allí fue propietaria de El Cigarral del Ángel, lugar de encuentro para artistas. En su poemario La sed que dura (2002), Fina de Calderón dejó escrito: "Tengo miedo a morir, a renunciar al pájaro, a la fuente, a las altas campanas, espa-dañas y torres, al Tajo rumoroso".
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