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Columna
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Tierra de nadie

Galicia, tierra de nadie. Para no resignarse al destino de una tierra políticamente yerma, Lois Pereiro, en su Modesta proposición para renunciar a facer xirar a roda hidráulica dunha cíclica historia universal da infamia, se reinvindicaba ciudadano de una Bosnia Occidental: "Non imos renunciar ao noso dereito secular a ser cidadáns libres doutra Bosnia europea occidental, aberta e multiétnica, sen deixarnos asoballar por novas ou vellas imposicións económicas, sociais e culturais, porque militarmente xa sabemos que estamos derrotados". A día de hoy, el poeta se asombraría de la extensión de nuestro desierto nacional.

A la derrota militar advertida por Pereiro sumamos, en el presente, la derrota de nuestras instituciones de autogobierno que son sede de un poder vacío de iniciativa y voluntad política. "O eres parte del problema o de la solución, y si no eres parte del paisaje". Feijóo hace buena la ácida sentencia del director de cine, John Frankenheimer. Hace tiempo que se borró de la gestión de los problemas y, con la ayuda de la prensa amiga que trafica con placebos informativos, mal que bien está consiguiendo opacar su responsabilidad en la búsqueda de soluciones. En el ecuador de la legislatura, la Xunta del Partido Popular forma ya parte de nuestro paisaje, es apenas un accidente geográfico.

Para vencer a Feijóo, hay que lograr que la rueda hidráulica de la mentira política deje de rodar

La doble condición presidencial de Núñez Feijóo -presidente del PPdeG y de la Xunta- en nada ayuda a enderezar la falta de rumbo de su Gobierno. Esta tensión bipolar se resuelve, siempre, con su sacrificio como cabeza del Gobierno gallego a manos de su exaltado protagonismo como ariete del Partido Popular en su guerra total contra un Rodríguez Zapatero crepuscular. La agenda política de Monte Pío evidencia que tenemos un presidente demediado, que invierte sus mayores esfuerzos en la consecución de los objetivos estratégicos señalados en la calle Génova para allanar el camino de Mariano Rajoy a La Moncloa.

Con ardor guerrero, Núñez Feijóo aprovechó el cónclave festivo de los candidatos del PP a las 315 alcaldías gallegas, bendecidos como clones del propio Feijóo, para señalarles el norte de sus esfuerzos: "Presentar una alternativa de gobierno en el peor momento posible". Son muchos los ciudadanos -y no pocos los electores conservadores- que esperan que el presidente de la Xunta de Galicia haga otro tanto y se decida, en la medianera del mandato, a replantear las prioridades de su Gobierno.

En los últimos días, cada hoja del almanaque le resucita un expediente negro fundado en una mentira. Feijóo, que quería ser recordado en la historia de Galicia como el presidente de la verdad, se caricaturiza como el portavoz de un gobierno de pega, macerado en la mentira. Nos podemos ir preparando, ya fuimos advertidos por Otto Bismarck de que nunca se miente tanto como en víspera de elecciones, durante la guerra y después de la caza.

El Tribunal Superior de Xustiza de Galicia avaló el decreto eólico que promovió el Gobierno bipartito y fue suspendido por el Ejecutivo del PPdeG que gastó no poco papel, tinta y saliva para convencernos de su manifiesta ilegalidad. Todo mentira. En paralelo, el conselleiro Javier Guerra, incapaz de activar las actuales concesiones eólicas pérdidas en el laberinto burocrático de San Caetano, prometió, como fantástica innovación, una futurista factoría de vehículos eléctricos en Melón para la que carece de terrenos. Media mentira ya que confían en la persuasión caciquil de Baltar para conseguirlos. Los técnicos de la Consellería de Presidencia ratificaron, ante el juez, que fue Alfonso Rueda quien ordenó la inspección inquisitorial de Unións Agrarias, algo que el secretario general del PPdeG y number two de la Xunta negó reiteradamente. Mentira entera.

En los días de su despedida como delegado del Gobierno, Antón Louro aprovechó nuestro vacío de gobierno para sentenciar que "el auténtico gobernante de Galicia es Pepe Blanco porque está haciendo inversiones multimillonarias, algo que no hace la Xunta, que lo poco que gasta lo destina a propaganda. Quien gobierna de verdad en Galicia es José Blanco, y quienes simulan que gobiernan son otros".

Somos dados a disculpar la exageración como una forma de mentira pasional, propia de gente honesta, pero no será engrandeciendo artificialmente los méritos del Gobierno central y de los gallegos que en él se sientan como se pueda vencer a Feijóo. Para derrotarlo hay que conseguir, antes de nada, que la rueda hidráulica de la mentira política deje de rodar. Una modesta propuesta de gobierno presidido por la verdad tiene mucho futuro en Galicia.

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