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Columna
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Esperando por el 'efecto Blanco'

En el cuartel general de la Rúa do Pino cruzan los dedos y hacen votos por la excepcionalidad electoral de Galicia. Los leales al secretario general del PSdeG pronostican que el 22-M se van a salvar los muebles y que Manuel Vázquez superará con éxito su primera gran prueba como líder. Y se desgranan razones: el PSdeG tiene una sólida tradición municipalista que, siempre, le permitió maximizar sus resultados en las elecciones locales. En los sondeos que se manejan, en las ciudades donde se gobierna se mantiene una tranquilizadora distancia de seguridad respeto del PPdeG. Se convencen: las municipales no son elecciones para épicas remontadas, el PPdeG se quedará con las ganas.

Ensancha ese horizonte de contenidas esperanzas la previsión de que la onda alcista del Partido Popular se verá entorpecida en Galicia por los limitadísimos logros del Gobierno de Feijóo. Muchos ciudadanos están escaldados por un cambio conservador que se vendió como regeneración democrática, fantásticas prosperidades y virtudes éticas insobornables, pero que, a la postre, engendró un Gobierno que, para distraernos de su banal incompetencia, no hace más que llamar a la guerra santa contra el Ejecutivo central.

El PSdeG confía su suerte electoral a que el 'efecto Blanco' compense la ausencia de 'efecto ZP'

Adicionalmente, los estrategas socialistas esperan que haga su trabajo la mala conciencia de los que, afiliándose el 1-M al Partido de la Abstención, le devolvieron las llaves de la Xunta a una áspera derecha que sustituyó toda responsabilidad por la política de la revancha y la demolición; ahora tendrán ocasión de enmendarse dando su apoyo electoral (crítico) al PSdeG y al BNG como calamidades menores o castigar al PPdeG como mal mayor.

No obstante, los dirigentes vazquistas en lo que más confían, íntimamente, su suerte electoral es en que el efecto Blanco compense los impactos negativos de la ausencia -o de la influencia negativa, tanto monta, monta tanto- del efecto ZP. Con variantes, se repite el mismo mantra: Blanco tiene poder y Blanco está comprometido con Galicia. En el santoral laico del PSdeG, el vicesecretario general del PSOE ocupa el vacío que dejan las tristezas crepusculares de Zapatero.

Obras son amores. Coincidiendo con su segundo aniversario en el Ministerio de Fomento, Blanco anunció la licitación de los dos primeros contratos de la conexión gallega de alta velocidad con el centro de la península. Una golosa inversión de 6.000 millones de euros que hace más verosímil que el AVE llegue a Galicia en 2015. El impulso de Fomento a las infraestructuras gallegas en el último bienio sumó 3.000 millones de euros, una generosa cantidad que permite al ministro afirmar que se está haciendo "un esfuerzo sin precedentes" y que "Galicia estará bien comunicada por tierra, mar y aire", al tiempo que se entierra en desmemoria el lustro negro de la ministra Magdalena Álvarez, deslenguada descalificadora del Plan Galicia de mierda.

Estos son sus poderes y Feijóo no sabe a qué carta apostar: bien al papel de Gobierno leal y colaborativo con una sonrisa forzada o bien a sembrar dudas sobre los plazos de ejecución, pero en ningún caso se puede dar audiencia a las críticas de Dolores de Cospedal y del presidente del PP en Extremadura, José Antonio Monago, que denunciaron que en la cartografía de Fomento hay comunidades que son más prioritarias que otras; a saber, hay licitación del AVE Madrid-Galicia porque Blanco es gallego. Los capataces estratégicos del PPdeG entienden que el mayor favor que le pueden hacer, hoy por hoy, al PSdeG es certificar que en La Moncloa se sienta un Gobierno amigo. A fin de cuentas ese es su principal argumento para anunciar el fin de los problemas de todos los gallegos cuando Rajoy sea el primer gallego que presida el Consejo de Ministros.

En la actualidad, quien sostiene la narración de esperanzas del PSdeG es José Blanco, que, huérfano tras el abandono presidencial de Rodríguez Zapatero, dice estar buscando un proyecto ilusionante dentro o fuera de la política. No es difícil imaginarlo evolucionar en el poszapaterismo con un itinerario semejante al que Manuel Chaves cuajó en el posfelipismo: peso pesado en el PSOE -uno desde el Congreso de Suresnes, el otro como muñidor de confianza de la Nueva Vía de Zapatero en el XXXV Congreso-, ministro de gran poder y éxito; barón territorial incuestionable y presidente de la Comunidad Autónoma de nacimiento. Y después... Después ya se verá. Afirman que José Blanco no contempla esa posibilidad. Dicen que Pachi Vázquez prefiere no pensar en esa posibilidad. Ociosas ficciones políticas. Es posible, pero, hoy más que nunca, el PSdeG precisa de una ficción para encontrarle sentido a lo real.

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