Una ruta digna de reinas
Isabel de Portugal, Isabel la Católica y Juana la Loca. Tres generaciones de mujeres con corona. Seguimos sus reales pasos por Ávila y Valladolid para acabar en 'Las Edades del Hombre'.
"Esta mujer es fuerte, más que el hombre más fuerte, constante como ninguna otra alma humana, maravilloso ejemplar de pureza y honestidad". Así describía Pedro Mártir de Anglería, cronista de los Reyes Católicos y amigo de Cristóbal Colón, a Isabel la Católica, quizá la reina castellana más universal. Una figura no exenta de sombras, como la que trajo la expulsión de los judíos, "un error garrafal" en palabras de Luis Suárez Fernández, premio Nacional de Historia. Los ecos de la vida de Isabel la Católica, de la de su madre, Isabel de Portugal, y de Juana, su hija, trascurren aún hoy por las calles y los caminos de una Castilla sobria y siempre orgullosa de su pasado.
Con motivo de la nueva edición de Las Edades del Hombre, recién inaugurada en las vallisoletanas Medina del Campo y Medina de Rioseco, sugerimos una ruta que recuerda los destinos, tan diferentes, de estas tres soberanas.
Arévalo. Corona y tostón asado
A 50 kilómetros de Ávila encontramos la villa de Arévalo. En esta localidad de unos 8.000 habitantes se casó y murió, con la razón perdida, Isabel de Portugal, y vivió de pequeña su hija Isabel.
Para catar esos retazos de historia se arranca en la plaza de la Villa, típicamente castellana, de casas bajas y pórticos con viguería de madera. Las columnas son diferentes entre sí, ya que se reciclaron de anteriores construcciones; algunas son incluso de madera. La plaza está encerrada entre dos de las joyas mudéjares de Arévalo: las iglesias de Santa María la Mayor y de San Martín (o de las torres gemelas). Entre las dos, la Casa de los Sexmos, donde en 1494 se ratificó el Tratado de Tordesillas.
Arévalo es famoso por su tostón asado. Para catar el cochinillo local, El Figón de Arévalo (920 30 18 76) y el Asador El Arco (920 30 23 73) son buenas opciones.
La figura de Isabel la Católica está indisolublemente asociada a esta villa, aunque no sea un tema común de conversación entre los locales. "Basta con que tengas algo para que no hables de ello", dice Juan Rodríguez, dueño de El Figón. "La mayoría de la gente viene por el cochinillo y aprovecha para hacer la típica visita turística".
En la plaza del Real se erigió el palacio de Juan II, hoy desaparecido. Si cerramos los ojos puede que consigamos imaginarnos a Isabel la Católica observando los encierros de 1483 desde uno de sus balcones: una fiesta popular que sin embargo no contaba con el predicamento de la reina. Por eso, cuando murieron "dos personas y tres o cuatro caballos", según está documentado, mandó Isabel que a partir de entonces las astas de los toros se enfundaran en cuernos de buey, describiendo un círculo y evitándose accidentes. De aquella anécdota surgió la tradición arevalense de los toros embolaos.
El arco de Alcocer, uno de los pocos restos de la muralla medieval, alberga la oficina de turismo y da paso a la plaza del Arrabal, ideal para tapear. Junto al arco hay una estatua de bronce de Isabel como infanta, inaugurada en 2004 con motivo del quinto centenario de su muerte. Note el detalle de la corona a sus pies: cuando vivía en Arévalo aún no era reina.
Antes de seguir camino, pasaremos por el castillo, en el extremo norte de la ciudad. Fortaleza, prisión y hasta cementerio, hoy alberga el Museo del Cereal.
Madrigal de las Altas Torres. Bautizo tras 80 torreones
A 15 minutos de Arévalo la siguiente parada es el lugar donde nació, un 22 de abril de 1451, Isabel I de Castilla: Madrigal de las Altas Torres, llamado así por las numerosas torres que flanqueaban su muralla.
Es lo primero que vemos al llegar, una espléndida muralla mudéjar que conserva 23 de los casi 80 torreones originales. De origen incierto, se cree que fue construida durante los siglos XII y XIII.
Una vez atravesada, hay que visitar el palacio de Juan II, convertido desde 1527 en el convento de Nuestra Señora de Gracia y primer hogar de la joven Isabel, que viviría en Madrigal de 1451 a 1455. Destacan la apacible sobriedad del claustro, con dos pisos de diez arcos a cada lado y un Calvario de Juan de Juni en la iglesia conventual. Justo enfrente el Real Hospital incluye un museo de artesanía mexicana, en honor de un vecino que llegó a ser obispo de Michoacán.
Los pasos de las reinas nos llevan a la iglesia de San Nicolás de Bari, cuya torre campanario es la más alta de la provincia. Allí se casó en segundas nupcias Juan II de Castilla con Isabel de Portugal, y se conserva la pila bautismal de su hija, Isabel la Católica.
Si no estamos muy cansados, merece la pena acercarse, ya fuera del pueblo, a las ruinas del Convento Extramuros, cuyas paredes se descubren a cielo abierto victoriosas al paso del tiempo. Allí murió, en 1591, fray Luis de León.
De entre los vecinos célebres de Madrigal, una de las historias más novelescas corresponde a un pastelero llamado Espinosa, que se hizo pasar por el rey de Portugal y que, una vez descubierto el engaño, fue ahorcado.
Medina del Campo. El temblor de los cañones
Isabel la Católica fue señora de Medina y pasó aquí largas temporadas, otorgando a la villa una serie de privilegios como la celebración de ferias generales. Aquí hizo su testamento y aquí murió. Desde lejos, la silueta del imponente castillo de la Mota nos da la bienvenida. En su barrera exterior, obra de los Reyes Católicos, trabajaron arquitectos italianos y mudéjares, lo que hizo de la Mota una de las mejores fortalezas de Europa.
Allí sufrió Juana, a la que llamarían loca, su primer encierro en 1503. Tras ser reconocidos príncipes herederos de Castilla, Felipe el Hermoso volvió enseguida a Flandes, pero Juana, embarazada de su cuarto hijo, fue persuadida de que era mejor esperar un tiempo antes de viajar. Cuando finalmente quiso volver a Flandes, sus padres se lo impidieron y lograron retenerla unos meses en el castillo.
La torre del Homenaje, cerrada durante 40 años, fue reabierta al público en julio de 2010 -se recomienda reservar una visita guiada-. De su interior llaman la atención los techos abovedados, diseñados así para absorber las vibraciones de los cañonazos cuando el castillo era atacado; impactos que aún hoy se ven desde el exterior. Su quinta planta fue prisión de personajes como César Borgia (hijo del Papa Borgia), archienemigo de Fernando el Católico. En 1939 Franco cedió el castillo a la Sección Femenina y hacia 1942 fue restaurado, reconstruyéndose el edificio del patio de armas; su fachada es copia exacta de la del antiguo Hospital de la Latina, en Madrid, hasta el punto de que la fecha tallada en el dintel de la puerta, 1507, nada tiene que ver con el castillo, sino que aparecía grabada en el original.
Ya en el casco urbano de Medina hay que visitar la plaza Mayor de la villa, que fuera a partir del siglo XV escenario de ferias generales dos veces al año (en mayo y octubre). Por aquel entonces Medina tenía 20.000 habitantes, y en sus ferias se comerciaba con toda clase de mercancías: paños segovianos, bordados de Toledo, tablas de Brujas o Amberes, imprentas... En Medina se instalaron los más importantes mercaderes de libros de Italia, Francia o Flandes. Y también los prestamistas.
Al pasear por la plaza, observamos aquí y allá modernos adoquines en bronce que recuerdan el espacio que ocupaba cada gremio: joyeros, buhoneros, especieros, barberos, armeros... Medina tuvo la importancia comercial de los principales puertos europeos hasta la gran bancarrota de 1594, cuando la crisis económica, la ruptura con Flandes y el traslado de la Corte a Madrid en 1606 provocaron el despoblamiento de la villa, que se quedó con unos 3.000 habitantes. Para aprender más conviene visitar el Museo de las Ferias.
La plaza Mayor alberga también la colegiata de San Antolín. En la parte izquierda de la fachada hay un curioso balcón: "Desde allí se oficiaba misa a los feriantes, a fin de que no tuvieran que abandonar sus negocios", cuenta Antonio Sánchez del Barrio, cronista oficial de la villa. "Los tratos que los feriantes hacían no adquirían validez legal hasta que se celebraba misa, dando origen -según se dice- a la expresión eso va a misa".
Otra de las leyendas urbanas habla de un túnel subterráneo entre el castillo y la colegiata que la reina Isabel usaría para ir a misa sin ser vista. Algo imposible por la existencia de aguas freáticas y porque Isabel no vivía en el castillo, sino en el palacio real, a escasos pasos de la colegiata y hoy prácticamente desaparecido. Se conserva apenas una pequeña parte -el Palacio Testamentario-, completamente restaurada, que sirve para conocer detalles del testamento que firmó allí la reina antes de fallecer el 26 de noviembre de 1504.
Tordesillas. Aquí volvieron loca a Juana
Corre una fría noche de febrero o marzo de 1509. La reina Juana I de Castilla entra en Tordesillas, la que será casa y cárcel durante el resto de su vida. Tiene 29 años y pasará allí los siguientes 46. Un reinado excepcionalmente largo aunque nunca ejerció el poder; lo hicieron por ella su padre, Fernando el Católico, y su hijo, Carlos I. Llega acompañada del cuerpo embalsamado de Felipe el Hermoso, fallecido tres años antes y con el que -cree ella- se dirige a Granada. Pero los planes de su padre son diferentes y la retiene en Tordesillas. Salvo en dos ocasiones, ambas por la peste, no volverá a salir.
Frente al lugar donde estaba el palacio en el que la encerraron, hay un mirador con una réplica en bronce del mismo. En la torre se situaban los monteros, su guardia personal, con un doble papel de protectores y carceleros. "La ventana de la derecha, donde estaban los aposentos de la reina, no era original; se hizo para disimular el agujero por el que su hijo, Carlos V, mandó sacar a la infanta Catalina, a fin de intentar casarla. Juana montó en cólera y tuvo que devolvérsela", cuenta José Luis Sainz, del Centro de Iniciativas Turísticas de Tordesillas.
En las Casas del Tratado, enfrente, los procuradores de Castilla y Portugal acordaron en 1494 el famoso Tratado de Tordesillas, por el que ambas coronas se repartían los territorios "descubiertos y por descubrir" en ultramar. A su lado, la iglesia de San Antolín luce el estandarte con las armas de Juana y Felipe el Hermoso, y unos metros calle arriba encontramos el real convento de Santa Clara, que acogió el cuerpo de Felipe el Hermoso de 1509 a 1525, cuando fue, ahora sí, trasladado a Granada. Juana lo visitaba frecuentemente. Destaca el pequeño patio mudéjar y la iglesia conventual guarda unas cuantas sorpresas: una armadura de madera policromada y pan de oro, impresionante, y los dragones pintados sobre las nervaduras de la bóveda de crucería. Si además quiere visitar los baños árabes del primitivo palacio, asegúrese de reservar antes (983 77 04 63), y prepárese para disfrutar muy cerca de donde sufrió una reina cuyo mayor pecado fue amar demasiado y no querer ser lo que hicieron de ella.
Guía
Información
» Turismo de Castilla y León.(www.turismocastillayleon.com).
Visitas
» Castillo de Arévalo (983 30 13 80). Visitas guiadas gratuitas los sábados, domingos y festivos.
» Convento de Nuestra Señora de Gracia (plaza del Cristo, s/n, Madrigal de las Altas Torres; 4 euros).
» Iglesia de San Nicolás de Bari (646 55 90 57; plaza de San Nicolás,s/n, Madrigal; 1 euro). Visitas guiadas con reserva previa.
» Castillo de la Mota (983 81 27 24; 4 euros). Visitas cada hora.
» Palacio Testamentario (983 81 00 63; plaza Mayor, 2, Medina del Campo; 2,50 euros).
» Museo de las Ferias (San Martín, 24, Medina del Campo; www.museoferias.net; 2 euros).
» Real Convento de Santa Clara en Tordesillas (983 77 00 71). Para visitar también los baños árabes (4,60 euros) se necesita reserva.
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