El gigante maderero en la sombra
Finsa busca superar cinco años de parálisis con una oferta más amplia de productos y una gran apuesta por la expansión exterior
Tan opaca como grande, Finsa, la mayor empresa maderera española, cerrará el ejercicio 2015 con unas ventas por encima de los 779 millones que consiguió en 2014 y una plantilla de más de 3.000 personas. Las dificultades financieras que atravesó la firma familiar gallega, muy vinculada al ciclo del sector constructor, han dado paso a cierto optimismo, aunque el grupo tenga como política general no comunicar ningún dato económico —ni estado de ánimo—, de su actividad.
Su director, José Carballo, solo se ha sincerado en un foro público una vez: en 2013, en un encuentro empresarial, se desnudó emocionalmente ante un asombrado auditorio reconociendo los errores internos que les llevaron a despedir a 500 empleados, a ejecutar un ERE temporal para otros 1.350 y a cerrar cuatro fábricas. "Hemos tenido éxito con nuestro modelo, pero los éxitos traen también errores y a nosotros nos llevó a peor", admitió Carballo. "Hemos perdido entre el 50% y el 60% del mercado. Hemos amputado ramas de actividad y cerrado líneas industriales. Pero lo peor fue cuando hubo que mirar a la cara de muchos compañeros y decirles que no había trabajo". Terminó su intervención hablando de que la guerra había terminado. "Ha sido muy cruenta. Y ahora viene la posguerra. Pero seguimos vivos", dijo.
Largo recorrido
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1931-37. Se inicia la actividad en un modesto acerradero en Portanxil (Ames). Hoy la empresa dispone de cinco fábricas situadas en Portanxil, Negreira, Cesures, Noya y Vilagarcia.
1965-69. Primera línea de tablero aglomerado y primera marca comercial: FIMAPAN.Instalación en Santiago de Compostela la segunda fábrica de tablero aglomerado.
1978-97. Apertura de distintas delegaciones propias, sobre todo en Europa. La empresa cuenta con oficinas en nueve países y clientes en 60.
2001-15. Periodo de adquisiciones en el extranjero. La empresa compra activos clave en Portugal, Francia, Sudáfrica y México.
Efectivamente, la guerra había sido dura. En 2012 Finsa pasó a facturar por debajo de los 800 millones y entró en pérdidas. Cuatro años antes sus ventas consolidadas habían ascendido a 960 millones. Llegaron a reconocer que habían perdido el contacto con sus clientes, lo que precipitó otras consecuencias. Centralizaron todas las decisiones y sacaron a la venta líneas de producto sin probarlas previamente, sin saber si iban a tener la mínima posibilidad de funcionar. La reacción les llevó a cometer más tropiezos, como incrementar los controles internos "para tenerlo todo atado". Eso les hizo ser más lentos en la toma de decisiones y a burocratizar el proceso productivo en exceso. La exportación tampoco les ayudó: estaban acostumbrados a que el mercado nacional funcionase bien y entendían las ventas fuera como algo complementario en donde volcaban sus excedentes.
Tras la travesía en el desierto, parece que las cosas han vuelto a la calma. A su sede central en Santiago de Compostela suman 11 fábricas, algunas fuera de España (como las de Nelas, Matosinhos o Nazaré en Portugal y las francesas de Morceaux y Carbon-Blanc). La sociedad, fundada en 1931 como un pequeño aserradero familiar, ha ampliado la ya de por sí enorme variedad de productos derivados de la madera que fabrica, aunque el grueso de su facturación sigue estando en los tableros para suelos. En los últimos tiempos se ha centrado en ampliar su presencia internacional, con delegaciones propias en nueve países y clientes en 60, y aumentar su capacidad de producción, en especial en tableros de aglomerado, chapa de madera o molduras. Para ello ha invertido 27,2 millones de euros (2014) y ha impulsado, tras cinco años de parálisis, algunas operaciones. A principios de 2015 compraron el 5,2 % de Proteak Uno, la mayor empresa forestal de México y una de las más importantes de Latinoamérica, con 18.000 hectáreas de plantaciones en ese país, Costa Rica y Colombia. Hacía siete años de su último movimiento, la toma de una participación en las empresas HM Plywood y Eastern Cape Veneers, ambas en Sudáfrica.
Camiones icónicos
En los mercados exteriores los esfuerzos se centraron en conseguir mejorar la rentabilidad, aun cuando esta política les haya llevado a perder volumen de ventas en algunos destinos. Sus mayores clientes están ahora en países de Europa (Francia, Italia, Reino Unido, Polonia, entre otros). 450 camiones rotulados con el logotipo blanco de la marca sobre fondo rojo recorren cada día las carreteras del continente. Imposible no ver alguno en la autovía A-6, que une la capital gallega con Madrid. "En el mercado ibérico esperamos buena actividad, aunque con una mayor presión en precios y volúmenes por parte de las empresas del sector", aseguraba la empresa en su memoria económica sobre el año que ha terminado. Sus pronósticos se cumplieron, según confirman fuentes cercanas, gracias también a un ligero crecimiento de los precios.
El último anuncio público de Finsa tuvo que ver con su cadena de valor: la empresa siempre se ha centrado en los tableros, pero no había conseguido cerrar el ciclo con los muebles. Lo intentó en la década de los noventa, cuando empezó a fabricar componentes con el ánimo de aumentar el valor añadido a su materia prima. Apostó por muebles compactos para cadenas como Ikea o Leroy Merlin. Ahora la empresa lo ha vuelto a intentar. El pasado 19 de enero anunciaba una alianza con un grupo de empresas para desarrollar tres colecciones de muebles de cocina que se expondrán hasta el 5 de febrero en la feria Maderalia de Valencia. Los muebles están fabricados con tableros de partículas resistentes a la humedad y antibacterianos, con superficies de fácil limpieza y resistencia a la abrasión, calor, rayado, manchado y agrietamientos. En su diseño han colaborado sus propios clientes de la distribución.
Dinastía familiar
Este es el último hito de un grupo que fundó Manuel García Cambón (1907-1993). De orígenes humildes, huérfano de madre con 12 años, García Cambón comenzó de aprendiz de carpintero en un taller del municipio coruñés de Negreira y tomó contacto con el proceso de fabricación en la empresa de su suegro. Tenía 21 años cuando arrancó lo que podría definirse como una carrera envidiable. Cuando estalla la Guerra Civil, junto a un socio ya había fundado el germen de Finsa, la empresa Rubira y García Cambón, la con dos plantas de aserrado. Su negocio funcionaba así: la parte más importante del abastecimiento de madera se realizaba con intermediarios que compraban el producto a los propietarios de los montes y lo llevaban a las fábricas. La empresa actuaba como financiadora de las operaciones adelantando el capital necesario.
Más tarde dos de sus hijos, Manuel y Santiago García Baliña (ambos fallecidos), tomarían el testigo contribuyendo a su expansión. En los años 80 dio un paso importante con la fundación de Tableros de Fibras (Tafisa), que después sería adquirida por la portuguesa Sonae. Finsa siguió creciendo a base de compras y ampliando su capacidad de producción y su red de filiales, desde Polonia a los Emiratos Árabes. La tercera generación formada por dos ramas familiares, con el 86,3% del capital, tienen hoy la propiedad. También están accionistas históricos, como la fundación Ramón Areces (El Corte Inglés), con un 12% a través de la empresa Móstoles Industrial (Forlady).
Hoy Finsa es el grupo más antiguo de España en la fabricación de tableros de aglomerado y derivados, y en 2011 se convirtió en el primer fabricante que facilita la declaración medioambiental de sus productos. También posee dos certificaciones que garantizan que su materia prima procede de bosques gestionados de forma sostenible.
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