Los bancos centrales caminan hacia la normalidad
Tras las subidas de tipos en EE UU, el BCE se prepara para frenar poco a poco las compras de deuda. El fin de las medidas extraordinarias afectará a economías como la española
Un vendaval ha sacudido al mundo en la última década. Golpeó primero a Estados Unidos para contagiarse rápidamente a otras zonas del planeta. Comenzó en 2008 cuando Ben Helicóptero Bernanke, entonces presidente de la Reserva Federal, llevó a la práctica su idea de luchar contra la recesión con un bombardeo continuo de dinero. La denominada expansión cuantitativa —es decir, la compra indiscriminada de deuda por parte de los bancos centrales— combinada con unos tipos de interés en mínimos históricos viajó más tarde a Japón, donde se había usado por primera vez para luchar contra la deflación a principios de este siglo, y, con cierto retraso, a la zona euro. Este panorama está a punto de cambiar. Mientras la Fed encadena subidas de los tipos de interés, el Banco Central Europeo (BCE) se prepara para seguir sus pasos. El mundo parece querer volver a la normalidad monetaria.
La nueva normalidad no será, sin embargo, igual a la anterior a la crisis. “Los grandes bancos centrales están abandonando las medidas extraordinarias, pero la compra de activos va a formar parte a partir de ahora de su caja de herramientas. La política monetaria ha cambiado”, asegura tajante Jorge Sicilia, economista jefe del grupo BBVA.
Mario Draghi, el italiano que con un bombeo mensual de 60.000 millones de euros ha impulsado el crecimiento de la eurozona, se esforzó el pasado jueves por no dar ninguna señal prematura que pudiera poner en riesgo los brotes verdes que vive la economía continental. El presidente del BCE se mostró moderadísimo: dijo que mantiene su compromiso de compras, y que incluso este podría aumentar si la coyuntura empeora.
Pero Draghi no pudo ahuyentar la idea ampliamente extendida entre los analistas de que este otoño —seguramente en septiembre, aunque podría dejarlo para octubre— comenzará una retirada de unos estímulos que, pese a las críticas masivas de los halcones alemanes, han insuflado fuerzas a la economía de los 19 países de la unión monetaria. Los mercados así lo entendieron y reaccionaron con la mayor subida del euro en casi dos años.
Flechas alemanas contra Draghi
"Decepcionante", dijo Handelsblatt. "Cada vez más dogmático", dictaminó el think tankZEW. La ortodoxia alemana recibió de uñas la intervención de esta semana de Mario Draghi, acostumbrado ya a las críticas del centro de la UE. Los halcones esperaban del presidente del BCE un discurso más decidido sobre la retirada de estímulos.
En esta ocasión, el italiano repitió que el Consejo de Gobierno del Eurobanco fue unánime en su decisión de no anunciar nuevos cambios. Pero esa insistencia en la unanimidad no oculta las diferencias en el seno del BCE. Hace unos días, el francés Benoît Cœuré advertía sobre los riesgos de abandonar demasiado pronto los estímulos. Mientras, el alemán Jens Weidmann decía exactamente lo contrario: que el adiós a las medidas extraordinarias debe llegar cuanto antes.
La retirada de la artillería pesada por parte del BCE será muy gradual, pero, salvo sorpresas de última hora, acabará llegando. Los analistas dibujan el siguiente panorama: Draghi usará este año para diseñar el plan de reducción de las compras de deuda, una política que pondrá en marcha a lo largo de 2018. Para las alzas de tipos de interés ya habrá que esperar hasta finales de ese año o 2019.
El BCE va a esforzarse por lograr una transición lo más suave posible; pero nadie duda de que el fin de los estímulos repercutirá en unas economías que se han acostumbrado a la ayuda artificial de la política monetaria. Y los efectos serán más profundos aún en países como España que se han beneficiado especialmente de los bajos tipos de interés. Según datos del Banco de España y del INE, las empresas y familias españolas se ahorraron el año pasado 90.000 millones de euros en intereses respecto a lo que pagaban en el momento álgido de la crisis.
“El riesgo para países como España es evidente. Las próximas alzas de tipos presionarán sobre el sector inmobiliario y el consumo. Por eso los mercados han reaccionado con nerviosismo. Draghi es consciente, y hará todo lo posible por evitar daños. Por otra parte, la economía española va fortaleciéndose para hacer frente al impacto”, resume Carsten Brzeski, economista jefe de ING Alemania. “El cambio de política monetaria tendrá efectos en nuestra economía. Por ejemplo, el coste del servicio de la deuda va a aumentar considerablemente. Pero no será un choque inesperado ni grave porque las subidas serán graduales. Volver a la normalidad será positivo”, añade Sicilia.
Un espejo donde mirarse
Draghi no está solo. Y tiene ejemplos donde mirar. Tras cinco años inyectando liquidez en masa, la Reserva Federal comenzó a aligerar la compra de deuda en 2013. Y su actual presidenta, Janet Yellen, ha decretado en menos de dos años cuatro subidas consecutivas de tipos hasta dejarlos en una franja del 1% al 1,25%. Mientras, el precio del dinero en la eurozona sigue anclado en el 0%.
EE UU funciona como ejemplo para los europeos y muestra, al mismo tiempo, las dificultades de una vuelta ordenada a la ortodoxia monetaria. Otros bancos centrales, como los de Inglaterra, Canadá o Australia, han dado muestras de recorrer el mismo camino. Nicolas Véron, del think tank bruselense Bruegel, apunta que los años de crisis han mostrado la necesidad de una mayor cooperación transfronteriza entre los grandes bancos centrales, que emergen como organismos cuya importancia ha crecido en los últimos años y va mucho más allá del control de la inflación.
“Su tarea es ahora mucho más compleja. Han asumido funciones vitales relacionadas con la supervisión o la estabilidad financiera”, añade este investigador francés. Es por ello que su labor seguirá siendo básica una vez pasada la resaca de la Gran Recesión. “Los tipos de interés de equilibrio van a ser más bajos en el futuro debido a factores como el bajo crecimiento demográfico o las escasas mejoras de productividad. No vamos a volver a tipos nominales del 5% o el 6% a los que estábamos acostumbrados antes de la crisis”, concluye el economista del BBVA.
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