Los dos viajes que cambiaron la historia de la leche en España
Calidad Pascual cumple cincuenta años. Así es cómo se convirtió en una empresa líder en la revolución que cambió la manera de consumir productos lácteos
La historia de Calidad Pascual está íntimamente ligada a la historia de la industria láctea en España. Ambas han madurado a la par, una contribuyendo al desarrollo de la otra. Hoy, la compañía y la industria gozan de solidez. En 2010 España produjo seis millones de toneladas de productos lácteos. En 2017 fue un millón más. De esas toneladas, tres millones y media fueron de leche. El 5% de la producción comunitaria. Hoy la industria ofrece una variedad de productos lácteos inimaginable hace cinco décadas, cuando Calidad Pascual entró en el sector. Entonces nadie hablaba de uperisación, ni de transporte refrigerado y mucho menos de envases revolucionarios como el tetrabrik aséptico. Elementos que en la actualidad son imprescindibles para llevar la leche a las mesas y neveras de toda España. Dos viajes del fundador de la corporación burgalesa contribuyeron a la modernización del sector.
El gran avance en el consumo y la distribución de la leche se produjo cuando llegó a España el tratamiento UHT (de las siglas en inglés Ultra High Temperature, temperatura ultra alta), un proceso que elimina casi todos los microorganismos presentes en la leche sin alterar sus características. Para lograrlo, el líquido se calienta a al menos 135 grados durante un segundo. Una empresa gallega fue la primera en implementarla. Poco después llegó la uperisación, un nuevo procedimiento que acababa con todos los microorganismos mediante la inyección en el líquido de vapor de agua a 148 grados durante 2,4 segundos.
Pioneros
Antes del establecimiento de estos procesos había que vender la leche rápido para que no se estropeara, lo que impedía cualquier intento de crecimiento o expansión del negocio. La primera máquina uperisadora de España se instaló en la factoría de Leche Pascual en Aranda de Duero. Tomás Pascual Sanz, el fundador de la compañía, descubrió esta tecnología durante un viaje a Inglaterra. Una empresa que fabricaba estas máquinas había enviado el primer uperisador a una central lechera de Berna, así que el empresario viajó hasta Suiza para conocer su funcionamiento. Aquel viaje marcó el camino de la leche de larga duración en España.
Pascual había aterrizado en la industria láctea por casualidad. El director de la Caja de Ahorros de Burgos confió en él en 1969, tras años como representante de conservas y bebidas, para hacerse cargo de una pequeña cooperativa de leche en quiebra. Pascual no conocía el sector. “Ya aprenderá usted”, recordaría siempre el empresario, fallecido en 2006, que le dijo el director de la caja. Poco después también se incorporaron, como socios, sus hermanos y, en cuestión de una década, este segoviano afincado en Aranda de Duero desde niño construyó una de las corporaciones alimentarias más conocidas de España. Y lo hizo apostando siempre por las nuevas tecnologías.
Un envase revolucionario
La leche uperisada precisaba un envase resistente que potenciase sus condiciones de conservación. En 1973 la compañía de Tomás Pascual fue una de las primeras en comercializar la leche de vaca en tetrabrik aséptico. El empresario viajó a Suecia para conocer de primera mano el envase de cartón reforzado con capas de aluminio que Tetra Pak había desarrollado en colaboración con otras compañías lecheras. Este recipiente revolucionario se introdujo rápidamente en la industria española. La incorporación, sin embargo, no fue sencilla. Los briks defectuosos provocaban que la leche llegase cortada a las tiendas más alejadas de Aranda, un fallo que se fue subsanando mediante la práctica de ensayo y error.
Pese a las innovaciones, la empresa no dejaba de dar pérdidas. Tomás Pascual perdió la confianza de los socios, e incluso de sus hermanos, que abandonaron la compañía. Producir la leche le costaba 19 pesetas y el Gobierno solo permitía venderla a 17. Con el objetivo de encontrar una solución, Pascual viajó a Madrid para exponerle su situación al director general de Comercio. Este, sin ni siquiera recibirlo, le transmitió un mensaje a través de su secretaria. “No fabrique usted tan buena leche”.
La negativa supuso un problema grave, pero pronto cambió la legislación. El sistema de precios limitados fue sustituido por los precios comunicados, un procedimiento en el que bastaba con justificar el motivo de la subida del precio para vender a la suma convenida por el fabricante. Entonces el negocio empezó a prosperar.
Aún, sin embargo, había que solventar un detalle: ¿Cómo recolectar la leche de todas las explotaciones sin que se estropeara? En aquellos tiempos la leche se almacenaba en cántaros metálicos que se recogían en los mismos lugares en los que los ganaderos ordeñaban. En ocasiones, los dejaban en las carreteras de Burgos o Segovia, a pleno sol, durante horas, para su recogida.
La solución pasaba por dar una vuelta a la manera tradicional de recolectar. Por un lado Tomás Pascual decidió colaborar con los ganaderos para instalar tanques frigoríficos en sus explotaciones, aunque en muchas aún no había suministro eléctrico y, por otro, adquirió camiones cisterna laboratorio que permitían el control continuo de la leche recién recogida.
El primo de Zumosol
La industria láctea necesitaba dar a conocer todas las innovaciones tecnológicas que había ido implementando en las últimas décadas. Los publirreportajes televisados de un minuto se convirtieron durante la década de los ochenta en el vehículo perfecto para explicar el proceso de uperisación o el envasado aséptico en tetrabrik. La televisión también sirvió para dar a conocer, mediante canciones pegadizas, los nuevos productos que lanzaron al mercado, como la leche desnatada, enfocada a un sector de los consumidores que se preocupaba por su forma física. Además de vender leche, los fabricantes diversificaron el negocio hacia nuevos productos.
Calidad Pascual introdujo los zumos en 1987 con Zumosol, pero una década y media antes ya se había hecho con el manantial de Ortigosa del Monte, en Segovia, para comercializar agua Bezoya. En los noventa, introdujo los yogures de larga vida, elaborados con una tecnología similar a la que aplicaba a la leche uperizada. Poco después crearon un producto que unificaba dos de sus líneas: los zumos de frutas con leche y a principios del nuevo siglo se introdujeron en el mercado de las bebidas vegetales, cuyo consumo ha crecido en las últimas décadas. En 2014, Grupo Leche Pascual pasó a llamarse Calidad Pascual para hacer referencia a todos sus negociados que iban ganando terreno a la distribución láctea.
La campaña para su línea de zumos fue, sin duda, uno de los grandes hitos del marketing y la publicidad. En el anuncio de televisión, un joven pedía ayuda a su primo mayor, un tipo fortachón que tomaba zumos, para hacer frente a los abusones del colegio. “El primo de Zumosol” ha calado en el imaginario colectivo hasta convertirse en un referente de la publicidad española.
Negocio familiar
Tomás Pascual apostó por rodearse de consejeros independientes para hacer crecer Calidad Pascual. Sus descendientes, sin embargo, han ido encontrando su hueco dentro de la corporación. En 1999 estableció un protocolo de familia que regulaba la forma en que los miembros se irían incorporando a la compañía, además de la creación de un consejo de familia.
Hoy, su hijo Tomás Pascual Gómez-Cuétara preside la compañía. Sus tres hermanos también ocupan puestos de responsabilidad en la corporación. Pilar Gómez- Cuétara, viuda de Tomás Pascual e hija de Florencio Gómez-Cuétara, uno de los fundadores de la industria galletera, preside la Corporación Pascual, el holding que engloba todas las empresas del grupo.
En 2011 Calidad Pascual creó el Instituto Tomás Pascual y Pilar Gómez-Cuétara, una institución cuyo objetivo es dar continuidad y fomentar los principios transmitidos por el fundador: innovación, integridad, cercanía, calidad y pasión.