Lagarde inflama los mercados con un mensaje decepcionante

La presidenta del BCE siembra dudas sobre su compromiso para reducir las primas de riesgo y presenta un tímido plan de estímulos contra el coronavirus

Christine Lagarde, presidenta del BCE, seguida por el vicepresidente del organismo, Luis de Guindos, el jueves en Fráncfort.Thomas Lohnes (EL PAÍS)

El jueves fue un mal día para Christine Lagarde. Y su tropezón daña a toda Europa. El paquete de medidas con el que la presidenta del BCE pretendía ahuyentar el pánico por el coronavirus resultó claramente insuficiente. Pero además, por si fuera poco, cometió un desliz en su puesta de largo en una situación de máxima alerta. Dijo que su función no era reducir la prima de riesgo de los países con problemas, un ...

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El jueves fue un mal día para Christine Lagarde. Y su tropezón daña a toda Europa. El paquete de medidas con el que la presidenta del BCE pretendía ahuyentar el pánico por el coronavirus resultó claramente insuficiente. Pero además, por si fuera poco, cometió un desliz en su puesta de largo en una situación de máxima alerta. Dijo que su función no era reducir la prima de riesgo de los países con problemas, un mensaje que sonaba a falta de compromiso para arrimar el hombro y lograr que el euro supere la colosal amenaza a la que se enfrenta. Después matizó sus palabras. Pero ya era tarde. El daño estaba hecho.

Desde que asumió el mando del Banco Central Europeo (BCE) el pasado noviembre, Lagarde no había tocado un milímetro las decisiones heredadas de Mario Draghi. Las circunstancias excepcionales causadas por una pandemia a la que nadie sabe cómo enfrentarse le han obligado a cambiar el ritmo. Y en su primer gran día, patinó.

Muchos analistas llevaban días repitiendo las palabras más manoseadas en la reciente historia económica. Reclamaban a Lagarde su versión del “lo que sea necesario” que pronunció su antecesor en lo peor de la crisis del euro. Pero en lugar de este mensaje, ella mandó otro que sonaba a lo contrario. “No estamos aquí para cerrar las primas de riesgo. Hay otras herramientas y otros actores para afrontar estos asuntos”, dijo. Unas palabras que echaban gasolina sobre unos mercados en llamas.

Más tarde, en una entrevista con la CNBC se vio obligada a matizar su discurso. “Estoy completamente comprometida para evitar cualquier fragmentación en un momento difícil para la zona euro. Las primas de riesgo altas por el coronavirus impiden la transmisión de la política monetaria”, dijo en un implícito reconocimiento de su error.

Pero los mercados ya habían tomado nota. No solo las Bolsas, que ahondaron sus pérdidas nada más conocer las decisiones del BCE. Las primas de riesgo que parecían no ser la preocupación de Lagarde se dispararon en el sur de Europa: la italiana subió casi 60 puntos; la griega, 50; la de Portugal y España; unos 30, y la de Francia, 20. Los lamentos de añoranza de Draghi resonaron en muchos lugares de la eurozona.

El primer paquete de estímulos de la era Lagarde se asienta sobre dos patas: nuevas inyecciones de liquidez para los sectores más afectados por el virus —con una nueva línea ilimitada y con la relajación de requisitos a la banca para que fluya el crédito— y un aumento de las compras de deuda —a los 20.000 millones mensuales ya en marcha añade ahora otros 120.000 millones para este año—. Pero se olvidó de otra medida con la que contaban los analistas: no bajó los tipos de interés, al contrario de lo que habían hecho —con escasos resultados— los bancos centrales de EE<TH>UU e Inglaterra.

“El BCE ha defraudado. Incluso si hubiera alcanzado las expectativas, habría acabado por ser irrelevante. Sus medidas son necesarias y ayudarán, pero tienen un límite muy claro sobre lo que pueden hacer para solucionar los problemas de un parón económico provocado por medidas como el cierre de Italia”, escribieron los analistas de Nomura tras el Consejo de Gobierno.

Estímulos monetarios

Con unos mercados en caída libre, Lagarde trató de transmitir la sensación de que tiene herramientas para evitar una recesión que cada día parece más probable. Pero no logró convencer. “El BCE necesitaba dar una señal de tranquilidad y no lo ha hecho. El mercado esperaba medidas más contundentes”, aseguraba Javier Molina, analista de eToro, tras conocer el tímido paquete de estímulos monetarios.

El maletín de herramientas que la francesa puso sobre la mesa fue insuficiente para calmar a los mercados. Pero nadie cree que el BCE vaya a resolver esta crisis por sí solo. “Lagarde ha hecho lo que se entendía que podía hacer dentro de sus límites. Pero no creo que podamos exigir mucho más al BCE. Las más medidas que ahora pueden ser útiles proceden de la política fiscal, no de la monetaria”, aseguraba a este periódico Francisco Vidal, economista jefe de Intermoney.

Lagarde —al igual que Draghi— lleva tiempo advirtiendo a los líderes de la UE que sus medidas solo pueden funcionar si ellos ponen de su parte. La petición ya tradicional de que los países con margen de maniobra —es decir, Alemania y Holanda, sobre todo— aprueben planes de gasto para impulsar la economía ha tomado mucha más fuerza con la amenaza del coronavirus.

“Solo podremos afrontar este shock si aunamos esfuerzos con las autoridades fiscales”, dijo el jueves la mujer que encabeza la política monetaria de la eurozona. En la cumbre del martes, los jefes de Estado y de Gobierno le hicieron poco caso en su petición de lanzar una respuesta contundente y unitaria a la amenaza de la pandemia global. Está por ver si los líderes europeos responden en los próximos días con un plan coordinado a la altura del reto al que se enfrentan.

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