La pandemia echa gasolina sobre unos años convulsos para El Corte Inglés

Las restricciones de movimientos y los cambios de hábito de consumo lastran el modelo de El Corte Inglés

Vista del Corte Inglés de Nuevos Ministerios en Madrid, en marzo de 2020 durante el confinamiento.Mariscal (EFE)

La salida de Dimas Gimeno del consejo de administración de El Corte Inglés en 2018, cuando se fue antes de ser expulsado tras un enfrentamiento con sus primas, Marta y Cristina Álvarez Guil, marcó el fin de una convulsa convivencia en el grupo. Pero los problemas solo acababan de empezar. La nueva presidenta, Marta Álvarez, acertó en la solución en su estreno ante la junta de accionistas, allá p...

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La salida de Dimas Gimeno del consejo de administración de El Corte Inglés en 2018, cuando se fue antes de ser expulsado tras un enfrentamiento con sus primas, Marta y Cristina Álvarez Guil, marcó el fin de una convulsa convivencia en el grupo. Pero los problemas solo acababan de empezar. La nueva presidenta, Marta Álvarez, acertó en la solución en su estreno ante la junta de accionistas, allá por agosto de 2019. “No hay dos clientes, uno digital y otro físico”, dijo, sino uno “al que debemos servir por el canal que decida”.

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Cuando el virus se expandió y los ciudadanos se atrincheraron tras las puertas de sus hogares, la elección se convirtió en obligación: el comercio electrónico se disparó mientras los centros comerciales echaban el cierre y solo su segmento de alimentación continuaba funcionando. La pandemia evidenció —y aceleró— un cambio en los hábitos de consumo que ya antes del virus mostraba las costuras de un modelo que solía parecer invencible. Fuentes de El Corte Inglés aseguran que la reacción fue “rápida”. Se multiplicó la venta de alimentación por cinco, y servicios como click & car, que permite al cliente hacer la compra por internet y pasar a recogerlo crecieron con fuerza.

Sin embargo, los centros comerciales cerrados durante meses supusieron un duro lastre para sus cuentas, mientras que competidores nativos digitales como Amazon afianzaban su dominio. Y la dependencia de la presencialidad se erigió como un obstáculo insalvable en una España replegada en el salón y sin turistas.

En el camino no han faltado anuncios de iniciativas para animar el negocio: una alianza en el mercado de alarmas con MásMóvil en noviembre, una incursión en el pastel logístico ofreciendo sus servicios a terceros en diciembre, y una renovación de su aplicación móvil en febrero. La reinvención, sin embargo, parece todavía a medio hacer para un gigante encadenado a sus inmuebles. Ahora, expresiones como “redimensionar” y “adecuar los recursos” son las que más resuenan desde la compañía, que se ha decidido a dejar a un lado la contención de daños del “recolocar” para lanzar una reestructuración sin precedentes en su historia.

El escaso tamaño de las empresas se ha esgrimido recurrentemente como argumento para explicar el golpe de la pandemia a la economía española, entre las más afectadas de los países de su entorno. El paso del tiempo está demostrando que las grandes, pese a su mayor músculo financiero, tampoco saldrán indemnes.

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