Capitalismo indomable
El despido de Emmanuel Faber al frente de Danone pone de relieve las dificultades del capitalismo para autorregularse para cumplir unos fines más responsables
Numerosos estudios vinculan las raíces de la actual pandemia con el modelo económico dominante depredador del medio ambiente y la biodiversidad que deterioran las condiciones de vida y la salud.
La necesidad de reconducir la deriva insostenible del capitalismo ya había sido advertida desde dentro del mismo sistema antes de la presente calamidad. En el verano de 2019, la asociación empresarial estadounidense Business Roundtable sorprendió con una solemne declaración en la que abogaba por sustituir la maximización de los beneficios para los accionistas como fin prioritario de las empresas...
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Numerosos estudios vinculan las raíces de la actual pandemia con el modelo económico dominante depredador del medio ambiente y la biodiversidad que deterioran las condiciones de vida y la salud.
La necesidad de reconducir la deriva insostenible del capitalismo ya había sido advertida desde dentro del mismo sistema antes de la presente calamidad. En el verano de 2019, la asociación empresarial estadounidense Business Roundtable sorprendió con una solemne declaración en la que abogaba por sustituir la maximización de los beneficios para los accionistas como fin prioritario de las empresas, por unos objetivos más amplios que incluían proteger el medio ambiente, compensar debidamente a los trabajadores y tratar justamente a los proveedores y consumidores.
Hasta el momento el resultado de tan piadosas intenciones de un documento, firmado por más de 180 directivos de las principales corporaciones mundiales, ha quedado en buenos propósitos.
Los acontecimientos ocurridos recientemente en Francia con el despido de Emmanuel Faber, presidente y consejero delegado de Danone, más bien ponen de relieve las dificultades del capitalismo para auto regularse para cumplir unos fines más responsables.
Danone, nacida en Barcelona en 1919, es una de las empresas de alimentación más grandes del mundo, que desde la década de los 70 había incorporado el compromiso social a sus objetivos económicos. El pasado junio la compañía reforzó su responsabilidad social al convertirse en una “empresa con misión o propósito”, afirmando que no solo buscaba beneficios para sus accionistas sino también la salud para sus clientes y el planeta.
Faber, impulsor y referente del nuevo modelo empresarial, se redujo el sueldo en un 30%, en coherencia con su discurso. La nueva filosofía tropezó, sin embargo, con los intereses de dos activos fondos de inversión, que con un 3% del capital, han presionado hasta lograr la destitución del presidente. El descontento provenía del menor crecimiento del valor de las acciones de Danone, que desde 2014 habían aumentado un 14%, muy por debajo de competidores como Nestlé (43%) o Unilever (55%).
Desde una perspectiva estrictamente económica, el debate refleja también las diferencias entre los objetivos a corto y a largo plazo de las empresas. En última instancia los resultados de las compañías dependen de la existencia de un mundo sostenible.
La responsabilidad social y medioambiental de las empresas tiene su talón de Aquiles en la voluntariedad de las medidas. El pasado 11 de febrero el Parlamento Europeo aprobó una resolución en la que advertía de los límites de las normas voluntarias porque “no han logrado avances significativos en la prevención del menoscabo de los derechos humanos y del medio ambiente, ni en la habilitación del acceso a la justicia”. Los eurodiputados consideran que “la Unión debe adoptar con urgencia requisitos vinculantes” para que las empresas “corrijan los impactos adversos potenciales o efectivos sobre los derechos humanos, el medio ambiente y la buena gobernanza”.
Los fondos europeos pueden ser un instrumento decisivo para exigir un comportamiento decente a las empresas antes de soltar un euro. El capitalismo resulta indomable si no hay voluntad política de regularlo.