Heladas, el último golpe a la agricultura francesa
Los intensos fríos de las dos últimas semanas han provocado daños multimillonarios y destruido cosechas. El Gobierno habla ya de la “mayor catástrofe agrícola del siglo XXI”
Ludovic Barat ya ha perdido la cuenta de las noches que lleva sin dormir desde que, hace casi dos semanas, comenzaron las heladas que han destruido buena parte de los cultivos en toda Francia. Demasiadas, dice este viticultor de Chablis, la localidad que da nombre a unos vinos blancos de gran reputación internacional. Las imágenes de viñedos como los suyos iluminados durante la noche con braseros en toda la región de Borgoña dieron la vuelta al mundo. Una escena “bella, pero aterradora”, precisa Barat...
Ludovic Barat ya ha perdido la cuenta de las noches que lleva sin dormir desde que, hace casi dos semanas, comenzaron las heladas que han destruido buena parte de los cultivos en toda Francia. Demasiadas, dice este viticultor de Chablis, la localidad que da nombre a unos vinos blancos de gran reputación internacional. Las imágenes de viñedos como los suyos iluminados durante la noche con braseros en toda la región de Borgoña dieron la vuelta al mundo. Una escena “bella, pero aterradora”, precisa Barat quien, como buena parte de los agricultores de esta zona y muchas otras de Francia, teme perder prácticamente toda su cosecha, pese a sus esfuerzos, por una catástrofe natural que ha afectado a casi todo el país y que el Gobierno estima provocará pérdidas multimillonarias, más allá de perturbar gravemente el mercado.
Tras visitar este sábado a agricultores del departamento de Hérault, también muy afectado tras sufrir una caída de temperaturas inédita en esta zona del sureste de Francia, el primer ministro, Jean Castex, anunció la creación de un “fondo de solidaridad excepcional” de 1.000 millones de euros para los afectados por las heladas, que se unirán a otras ayudas y medidas fiscales a precisarse conforme se vayan confirmando los daños, todavía no contabilizados del todo. “El Estado debe estar a la altura de esta catástrofe. La situación lo justifica”, declaró.
Nadie se lo discute. “Estamos probablemente ante la mayor catástrofe agrícola del siglo XXI”, dijo esta semana el ministro francés de Agricultura, Julien Denormandie. Aunque en los últimos años ha habido varias heladas duras, la última en 2017, para hallar una de esta intensidad e impacto, en casi todo el país y en momentos en que muchos de los cultivos estaban floreciendo sobre todo tras una semana de gran calor en toda Francia previa a las heladas, hay que remontarse a abril de 1991. “Hablamos de varios cientos de miles de hectáreas, he dicho bien, cientos de miles de hectáreas afectadas (…) en términos de dinero será muy significativo”, advirtió Denormandie antes de anunciarse las primeras ayudas. Estas, aunque bienvenidas, serán probablemente “como echar una botella de agua al mar”, dice el arboricultor Alain Duruz, que ha perdido prácticamente el 100% de sus árboles frutales en Jussy, también en Borgoña, y está a la espera de que las autoridades estimen sus pérdidas para saber a cuántas ayudas podrá aspirar ahora que “no va a entrar nada de dinero” por lo que supone normalmente una parte sustancial de sus ingresos, que completa con una pequeña explotación de cereales, menos afectada.
Las heladas no han acabado aún y no se podrá hacer una estimación completa de los daños hasta dentro de unas semanas o meses. Aun así, las primeras cifras ya dan vértigo: solo en el sector vitícola, el 80% de los viñedos del país se han visto afectados de diversa manera. Se ha perdido al menos un tercio de la producción anual de vino en Francia, unos 2.000 millones de euros en ventas, según el secretario general del sindicato agricultor FNSEA y viticultor de Hérault, Jérôme Despey.
Diez de las 13 regiones de la Francia continental han sufrido heladas. Además de viñedos, han dañado cosechas de remolacha —antes de la segunda oleada de heladas esta semana, el sindicato de los cultivadores de este producto clave para la industria azucarera, que también tiembla con esta catástrofe, ya calculaba haber perdido más del 10% de su cosecha—, de colza o árboles frutales. “El consumidor tendrá mucho menos acceso este año a albaricoques, a cerezas (…) y probablemente los precios se resentirán”, ha advertido Denormandie.
En el departamento de Yonne de donde vienen los famosos vinos de Chablis, pero que también se precia de la fama de sus cerezas, ya se da el año por perdido.
“Las heladas han afectado a casi el 100% de los cerezos, nuestro bello paisaje ha pasado del blanco de las flores al marrón en una sola noche”, lamenta el presidente de la Cámara de Agricultura de Yonne, Arnaud Delestre. Además, el 70% de los manzanos, otra fuente de orgullo local, han sufrido daños irreparables por las heladas, que también han destrozado prácticamente el 100% de la cosecha de ciruelas, melocotón o nectarinas, enumera consultando unas cifras que cada día crecen.
Alain Duruz no necesita estadísticas. Le basta caminar por sus tierras, una decena de hectáreas de árboles frutales que hace solo unos días estaban en plena flor y hoy lucen marchitos. Algunas flores de cerezo parecen haber resistido. Pero engañan. Duruz arranca una de las pocas flores aún blancas, que casi se deshace entre sus dedos. “El interior está negro. Está muerta”, constata. El año está perdido, porque estos cultivos dan frutos una sola vez al año. Duruz planeaba algunas inversiones en sus tierras, pero tras el golpe de estas heladas, de las más duras —y sobre todo las más largas— que recuerda en sus dos décadas como arboricultor, todo ha quedado en suspenso. “La moral anda por los suelos”, reconoce este agricultor de 42 años y a punto de tener un segundo hijo.
Los ánimos de Ludovic Barat no están mucho mejor. A pesar de las noches en blanco para combatir las heladas —los termómetros han caído hasta los -8 grados en Chablis— los daños en las tierras en manos de su familia desde hace seis generaciones son inmensos. De las 6.000 hectáreas de viñedos que se cultivan en esta localidad, solo se han podido proteger unas 600 del frío. Barat muestra las yemas marrones —muertas— de las vides que también enseñó esta semana al grupo de políticos locales que lo visitaron para inspeccionar los daños. Da por perdida al menos el 80%-90% de la cosecha de este año. “Y ya sabemos que la de 2022 también estará afectada”, dice sobre la magnitud de un perjuicio que se une a un año especialmente duro para la viticultura por el cierre de la hostelería a causa de la pandemia y a las sanciones que ordenó Donald Trump al vino francés en represalia por la tasa Google que impuso Francia. “Es como si las vides hubieran enfermado de covid”. ¿Qué espera ahora? Solidaridad, dice. “La agricultura francesa debe recibir el mismo apoyo que se da a los humanos con la pandemia”.
El complicado camino de las ayudas agrícolas
La distribución de las compensaciones a los agricultores franceses afectados por las heladas se avecina complicada. Para empezar, porque los tiempos son diferentes: mientras los arboricultores prácticamente ya saben si han perdido la cosecha o no, los viticultores aún deberán esperar al menos unas semanas o hasta meses —incluso hasta la cosecha a finales del verano— antes de confirmar la magnitud de los daños. A ello se une que los sectores agrícolas se rigen por normas diferenciadas que también diversifican las ayudas. Así, los arboricultores podrán beneficiarse del denominado fondo de calamidades agrícolas, que compensa pérdidas de recolecta y de ingresos para aquellos cultivos como los árboles frutales que no se pueden asegurar.
Los viticultores, por el contrario, quedan excluidos, ya que oficialmente pueden —y deberían— contratar un seguro para proteger sus cultivos ante catástrofes como una helada. Salvo que la mayor parte no lo hace —solo un tercio cuenta con seguro— debido a que el precio no compensa, como reconoce el propio Gobierno. De ahí que este haya prometido que los 1.000 millones de euros de ayuda excepcional anunciados este sábado puedan beneficiar también al sector del vino, aunque el ministro de Agricultura, Julien Denormandie, ya ha adelantado que también habrá que replantearse el sistema de seguros agrícolas. “¿Estamos dispuestos a que la solidaridad nacional venga en apoyo de los agricultores para financiar los riesgos climáticos? ¡Hay que repensar todo el sistema!”, reclamó estos días.
El Gobierno también quiere “duplicar” los fondos previstos en el multimillonario plan de reactivación económica de la pandemia para “adaptar a largo plazo la agricultura a los efectos del cambio climático”, según dijo el primer ministro, Jean Castex.