Bienvenidos al Silicon Valley del Sur: por qué Texas es la nueva California
El éxodo de empresas tecnológicas y trabajadores cualificados está cambiando la demografía y el paisaje urbano y político de ciudades como Austin, adonde se ha mudado Elon Musk, dueño de Tesla
California, la tierra progresista de las oportunidades, frente a Texas, el Estado conservador de los pozos de petróleo. Entre estas dos formas de vida anda en juego el porvenir de Estados Unidos. De un lado, la soleada California. Del otro, la aún más soleada Texas, cuyas grandes ciudades han aumentado su población en los últimos años gracias a un fenomenal éxodo de trabajadores de la industria tecnológica. La histórica guerra entre estos dos polos, los dos Estados más poblados del país (suman 70 millones de habitantes y un PIB de 4,2 billones de dólares), se ha recrudecido en los últimos tiempos y el viejo dicho que hizo fortuna en los ochenta, “Si quieres conocer el futuro de Estados Unidos, ve a California”, ya no es tan infalible como solía.
El traslado del cuartel general de la empresa de coches eléctricos Tesla, de Elon Musk, el hombre más rico del mundo, que también cambió su residencia en Los Ángeles por Austin, ha llamado la atención sobre un éxodo que ya tiene nombre: Texit. De las 265 compañías que han dejado atrás en los últimos tres años los altos impuestos de la muy regulada California, casi la mitad ha encontrado un nuevo hogar en Texas. El último en apuntarse a esta tendencia es el chef británico Gordon Ramsay, quien trasladó sus oficinas de Norteamérica a Dallas.
Algunas son tan simbólicas como Apple, que está construyendo en Austin, capital del Estado, el segundo campus más grande después del que tiene en Cupertino, California. Su inauguración está prevista para el próximo año: albergará a 5.000 empleados en un terreno de 53 hectáreas. Y es solo el primer paso. Después crecerá hasta los 15.000 trabajadores.
Entre los atractivos que ofrece el Estado de la estrella solitaria está el hecho de que no cobra impuesto sobre la renta, cuenta con una regulación más laxa, mano de obra más barata y alquileres económicos. Ambos lugares están ideológicamente en las antípodas. California es un laboratorio de las ideas más progresistas del país con generosos beneficios sociales, un estricto control sobre la posesión de armas y políticas de lucha contra el cambio climático. Texas, en cambio, es el único Estado de la unión con su propia red de energía. Usa un 67% más electricidad, pero la tarifa es más barata. También es el Estado con mayor porcentaje de personas sin seguro médico (18,4%) y tiene una dura ley que, en la práctica, prohíbe casi totalmente el aborto.
Uno de los talentos que Apple emplea en Texas es Leonardo Angulo, mexicano de 25 años. Analista informático, estudió bioquímica y biología molecular y se dejó seducir por lo que él llama el “Silicon Valley del Sur”. Vive desde los cuatro años en Estados Unidos, pero conserva un perfecto español. “Las big tech no se paran en la reputación de la escuela donde estudiaste, ni les importan los grandes títulos. Buscan gente con algo de experiencia y mucho interés, una mentalidad resolutiva y la capacidad de expandir el mundo”, cuenta en un restaurante de Austin. Muchas de sus amistades han abandonado el área de la Bahía de San Francisco, uno de los lugares más caros de Estados Unidos, porque sus empresas han abierto oficinas en la ciudad tejana o porque la pandemia les ha descubierto las bondades del teletrabajo.
El éxodo de California a Texas registró uno de sus picos en 2018, cuando unas 80.000 personas se mudaron entre Estados. La cifra, que se repitió en 2019, fue las más alta de los últimos 13 años. El precio de la vivienda empujó a la mayoría. En agosto, el valor de una casa unifamiliar en California alcanzó un récord de 827.000 dólares de media, un 17% más que en 2020. El 57,8% de las casas cuestan más de 500.000 dólares. En Texas, apenas el 7,8%. La mayoría se vende por menos de la mitad de ese valor. En San Francisco, cuna de las tecnológicas, 72.000 personas se han ido desde comienzos de 2020, una cifra ocho veces más alta que hace tres años.
Con la pandemia, muchos se dieron cuenta de que podrían disponer de más espacio en Estados como Arizona, Nuevo México y Texas por el dinero que estaban pagando. “Los precios de la vivienda comenzaron a aumentar en 2012 y la migración a Texas creció en la misma medida un par de años después”, explica William Fulton, director del instituto de investigación urbana de la Universidad de Houston.
Debido a esa cascada de deserciones, California perdió por primera vez población en la última década. Tanta, que cuenta con un escaño menos en el Congreso. Texas, en cambio, ha visto crecer su censo un 40%. Así que ahora tiene dos asientos más en el Capitolio.
El cambio no es solo cuantitativo. Texas lidera el crecimiento de la población latina en EE UU. Los hispanos representan más de la mitad de los cuatro millones de nuevos tejanos nacidos entre 2010 y 2020. Son jóvenes más educados que sus padres, además de étnicamente diversos. Por cada residente blanco que Texas recibió durante la última década hay tres nuevos vecinos negros, tres asiáticos y tres multirraciales. El 40% de los habitantes de Houston, por ejemplo, son menores de 24 años. Aunque California, que roza los 40 millones de habitantes, es el Estado más poblado; Texas, con 30 millones, crece a un ritmo veloz. En 2050 llegará a los 50,4 millones de personas, según las proyecciones demográficas.
Oracle, HP Enterprise o Toyota, además de Samsung, que está construyendo una factoría, han contribuido a alterar el rostro de sus grandes ciudades. Las calles de Austin lo reflejan. El centro sigue oliendo a barbacoa y las tabernas continúan ofreciendo música country en vivo, pero ahora también se construyen rascacielos y la dieta de los restaurantes ha incorporado el sushi, el poke o el tofu. Uno de esos rascacielos es una torre de Google que abrirá sus puertas en 2022. El diseño del edificio simula un velero, un guiño a los nuevos vientos que soplan.
Austin es la segunda ciudad que más rápido crece en Estados Unidos, solo por detrás de la también tejana Dallas-Fort Worth. Allí las tasas de empleo han mejorado un 50% desde el año 2000. En Dallas y Houston, un 31%, tres veces más que en Los Ángeles.
Por si fuera poco, a California le afectó más el freno obligado de la pandemia, ya que sus medidas sanitarias estuvieron entre las más estrictas, mientras que el feudo republicano se mantuvo abierto en su mayoría y fue de los primeros en reactivar la economía.
Al norte de Austin, un oasis progresista en un Estado que hace 20 años no elige un gobernante demócrata, está el Domain. Barrio concebido hace 15 años como zona comercial sin mayores pretensiones, alberga hoy tantas oficinas y edificios residenciales que ya se lo conoce como “el segundo centro” de la ciudad. Hay tiendas de lujo, cafeterías a la moda y espacios de coworking. No se ven niños ni ancianos.
El académico californiano Kenneth Miller, autor de Texas contra California: Una historia de su lucha por el futuro de América (2020) sostiene que los legisladores de su Estado no están tan preocupados como deberían. “Lo que está pasando es que la gente adinerada se puede permitir vivir aquí, y el Estado provee de ayudas económicas a los pobres, pero la clase media se ha visto aplastada en este sistema económico”, alerta en una conversación telefónica. Y subraya una paradoja: por cada compañía que se va de Silicon Valley, se crea una nueva. “Es impresionante como incubadora de negocios, y mientras eso continúe, el Estado continuará siendo saludable económicamente, su PIB está creciendo más rápido que el de Texas”.
Hany Fam es consejero delegado de Markaaz, una tecnológica que agrupa pequeños negocios. Es una de las muchas compañías que han cambiado Los Ángeles por Austin en el último año. “La fuga de empresas es muy real. La calidad de vida, el nivel de los talentos y la disponibilidad de estos gracias a la universidad de Austin [50.000 graduados en 2020], vuelve atractiva la ciudad. Es una comunidad que se apoya, y ese no es el caso en California”, comentó a EL PAÍS en un encuentro empresarial celebrado en noviembre en Austin. A sus críticas suma una excesiva burocracia y un impuesto sobre la renta del 13,3%, el más alto del país.
California es el Estado más regulado. Tiene 518 agencias, juntas y comisiones estatales. Una encuesta realizada este año a ejecutivos por la revista Chief Executive arrojó que Texas está considerado el mejor Estado de los 50 para hacer negocios. California, el peor. Y las mudanzas de las big tech son la primera pieza del dominó. “Con ellas, vienen también las empresas con las que hacen negocios. Estas quieren estar cerca y continuar proveyéndolos”, apunta en el evento empresarial Stacey Saller, encargada regional de Spaces, una empresa dedicada al alquiler de oficinas. “Están viniendo con todos sus empleados y no solo de California. Tenemos clientes de Estados Unidos y de distintos lugares del mundo”, agrega.
Los argumentos de Elon Musk para trasladar su fábrica de coches eléctricos a Austin fueron que California está “atascada” y que a sus empleados les resultaba muy difícil pagar una vivienda. También debieron de pesar los 2.000 millones en impuestos que se ahorra con la mudanza, según Bloomberg.
La oleada de nuevos inquilinos, sin embargo, está aumentando el coste de vida en Texas. Angulo, por ejemplo, tuvo que abandonar Domain por el alza del alquiler. “Está creciendo mucho. Las construcciones parecen no tener fin”. El profesor de urbanismo y desarrollo económico de la Universidad de Texas, Steven Pedigo, alerta de que si el Estado no logra controlar la subida del precio de la vivienda y mejorar el transporte se perderá la ventaja competitiva respecto a California. “¿Queremos convertir a Austin en un Silicon Valley 2.0? Aquí hay mucha preocupación por eso, porque es una opción”, considera el académico, escéptico ante el bum de las compañías que están llegando. Cree que “en algún momento Texas debe crear sus propias empresas y no solo ser receptor de expansiones”. El desafío más grande, en sus palabras, es que las políticas conservadoras continúen “desfasadas” de los anhelos de la nueva demografía.
El nuevo perfil de residentes supone un conflicto para un Estado hiper republicano. “Por muchos años, los negocios han estado en alianza con los Estados conservadores por la economía”, considera el autor Miller. “Ahora que los empleados de estas compañías son cada vez más progresistas se ha vuelto un problema para los consejeros delegados”. Leyes como la restricción del aborto y el derecho al voto, empujadas por congresos profundamente republicanos, provocan malestar entre los trabajadores, quienes se los trasladarán a sus jefes y estos, a su vez, a los legisladores.
En 2017, Tim Cook, consejero delegado de Apple, participó activamente en contra de la prohibición de los baños para personas trans en Texas, hasta que el Capitolio estatal cedió. Si los nuevos vecinos y los gigantes tecnológicos siguen este camino la transformación de Texas será más rápida de lo que ya es. Si alguien quiere saber cómo será Estados Unidos en el futuro, que visite California. Pero que haga escala antes en el Estado de la estrella solitaria.
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