Teresa Ribera: “En la UE van a mirar con lupa nuestra propuesta para bajar la luz: si funciona, otros países se lo plantearán”
La vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica cree que el tope al gas llevará el mercado mayorista de la electricidad a una horquilla de entre 100 y 140 euros por MWh, desde los más de 200 actuales
Si la popularización de los tecnicismos es la mejor muestra de la profundidad de una crisis, estamos ante un ejemplar de categoría. La prima de riesgo que estaba en todas las salsas y las conversaciones hace una década hoy son los euros por megavatio hora. Con los hogares pagando más que nunca por la luz y la inflación por las nubes, la vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica, ...
Si la popularización de los tecnicismos es la mejor muestra de la profundidad de una crisis, estamos ante un ejemplar de categoría. La prima de riesgo que estaba en todas las salsas y las conversaciones hace una década hoy son los euros por megavatio hora. Con los hogares pagando más que nunca por la luz y la inflación por las nubes, la vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera (Madrid, 52 años), recibe a EL PAÍS en una de las salas nobles de la sede ministerial, de discutibles motivos asiáticos y con inigualables vistas al cogollo financiero de la capital.
Rostro cansado tras varias semanas calientes en la calle y en los despachos, en su rictus y en su tono se intuye un atisbo de optimismo: de lograr el visto bueno definitivo de Bruselas, el límite del precio del gas natural que se utiliza para generar electricidad promete rebajar a la mitad la factura que afrontan el 40% de los consumidores. Un rayo de esperanza tras nueve meses de turbulencia en los mercados energéticos, agravados por la invasión rusa de Ucrania.
En la hora larga de conversación, Ribera confía en el visto bueno europeo a este inédito tope al gas —”hay un respaldo político y una orientación clara”—, que confía tener activo antes del 1 de mayo. Otea una doble lupa sobre España y Portugal: la de la Comisión Europea y la de otros Estados miembros de la UE que puedan inclinarse a seguir su camino si la solución funciona. Insiste en que la medida no costará ni un euro de dinero público. Pide un esfuerzo a las grandes eléctricas —”he echado en falta comportamientos más comprometidos: saben que su negocio va a seguir creciendo sí o sí porque la economía se va a seguir electrificando”—. Y da por garantizado el suministro de gas de Argelia.
Pregunta. Las medidas aprobadas son, en gran manera, paliativas. ¿Se trata de ganar tiempo para puentear la crisis?
Respuesta. La invasión rusa de Ucrania ha movido los cimientos de la política energética desde la Revolución Industrial y confirma que tenemos que cambiar a gran velocidad nuestro sistema, tanto por razones ambientales como racionales. La vulnerabilidad respecto a determinados proveedores es grande, pero tenemos soluciones para evitarlo. Hay que cambiar nuestra matriz energética, buscar recursos de proximidad y hacer un uso inteligente de la energía. Acelerar todo eso nos orienta a una vida diferente.
P. ¿Estamos en guerra y hay que adaptarse?
R. Estamos en guerra, y eso tiene consecuencias económicas y sociales. La voluntad del Gobierno es mitigarlas al máximo, pero todos debemos arrimar el hombro, con arreglo a las distintas capacidades. Hay otros países que lanzan llamadas directas a los ciudadanos a usar el transporte público, a ahorrar en calefacción... Cosas sencillas, que no requieren gran esfuerzo, pero sí conciencia.
P. ¿Debemos acostumbrarnos a precios altos de la energía?
R. Nuestra obligación como Gobierno es estar muy preparados para ayudar a aquellos que tienen menos margen para afrontar esa situación. Cada vez hay más afectados de clase media: ya no son solamente los de menor renta.
P. ¿Cuándo se notará en la factura de la luz el tope al gas?
R. Al día siguiente de publicarse en el Boletín Oficial del Estado.
P. ¿En la factura de mayo?
R. Estimamos que la Comisión necesita tres o cuatro semanas para adoptar una decisión.
P. ¿Cuánto bajará la luz con esa medida?
R. Bajará de forma significativa. Incluso aunque no baje tanto como nos gustaría, va a haber una disociación importante respecto a los precios actuales. ¿De qué depende? De los términos exactos que sean autorizados por la Comisión y de cómo siga evolucionando el precio del gas. Porque no dejaremos de pagarlo: solo ocurrirá que no se retribuirá a ese precio la electricidad producida por todas las tecnologías.
P. ¿Se compromete, entonces, a que el 1 de mayo empezará a notarse esta reducción?
R. No caeré en la trampa de comprometerme en algo que no depende exclusivamente de mí y de mi equipo. Una buena parte depende de la Comisión. Soy optimista: confío en que hay un respaldo político y una orientación clara.
P. Esa confianza, ¿es suficiente, muy importante o total?
R. Mi confianza es muy importante con respecto a la posibilidad de que esté activo antes de fin de mes.
P. ¿Contentará a Bruselas?
R. Estoy convencida. Encontraremos cómo resolver adecuadamente las cuestiones que puedan generar discrepancias.
P. No espera, entonces, muchos retoques.
R. Venimos trabajando con ellos desde hace mucho. Entendemos sus preocupaciones, que, por otra parte, son razonables.
P. ¿Cuáles?
R. La inercia es una ley de la física terrible.
P. ¿Qué requisitos debe cumplir?
R. Es importante que pueda durar en el tiempo. Y esto significa que no puede financiarse con cargo a presupuestos ni con cargo a deuda futura del sistema. Tiene que autofinanciarse.
P. ¿Puede servir de ejemplo para otros?
R. Creo que nos van a mirar con lupa en el resto de la Unión Europea.
P. ¿En sentido negativo o positivo?
R. En los dos. Con cautela, porque evidentemente es un sector que también está muy financiarizado y a quien haya disparado su expectativa de retornos a la vista de la evolución del precio del gas, mucha gracia no le hará. Pero también creo que, si funciona, habrá otros Estados miembros que se lo planteen.
P. Garantiza, entonces, que esta medida no va a suponer un mayor déficit público…
R. No lo supondrá.
P. Ni más déficit de tarifa.
R. Eso es.
P. ¿Y para los consumidores?
R. Les representará un beneficio neto sí o sí.
P. ¿Seguro?
R. Sí, claro porque pasamos de los 230 o 240 [euros por megavatio hora] a no sé si 100, 110, 130 o 140, depende del día, de la hora, del precio del gas en cada momento y de cómo se acabe de configurar el sistema. Pero significa una reducción muy importante. Nuestra referencia histórica de lo que era insoportable eran 180 euros. Nadie pensó nunca que se llegaría a eso y se llegó.
P. ¿Dónde está hoy el límite de lo soportable?
R. No olvidemos el factor humano. Con esos 180 euros que hace tres años nos parecían insoportables, habríamos estado tan contentos los dos últimos meses. Es una irresponsabilidad no intervenir las reglas de un mercado que está absolutamente distorsionado y que no responde a nada, porque solo hay un factor que altera su funcionamiento: el gas.
P. En varios países se empieza a avisar a la población de posibles cortes de suministro. ¿Puede ocurrir en España?
R. Creemos que no. No estamos en esa situación: tenemos un sistema robusto, con un abastecimiento mucho más diversificado. Francia, por ejemplo, ha tenido un problema serio en su parque nuclear y una baja penetración de las renovables. Nosotros tenemos más acotados los riesgos. No vamos a tener problemas de aprovisionamiento de gas, ni de electricidad, ni de gasolina, ni de diésel.
P. La bajada lineal de 20 céntimos en los carburantes es altamente regresiva: se beneficia igual un todoterreno de alta gama que un utilitario.
R. Es cierto que no toda la población necesita el mismo tipo de apoyo y, por tanto, lo ideal, habría sido poder identificar a qué grupos va destinado. Pero hemos tenido que adoptar una decisión que permitiera una ejecución rápida, inmediata. Con el tiempo, evidentemente, hay que avanzar hacia modelos de movilidad muy diferentes, con menos peso en el coche particular de combustible fósil. Y, en su caso, si se necesitan medidas de acompañamiento, que estas sean mucho más afinadas a los grupos de población que lo necesiten.
P. No bajan los impuestos a los carburantes, ¿Es porque sería muy difícil revertir la medida cuando se normalicen los precios?
R. Hay varias razones. La fiscalidad sobre combustibles tiene componentes que no son intocables. Hay intención de ayudar al consumo de algo que sigue siendo fundamental para el día a día de las familias, pero no de dar una señal que altere el sistema fiscal. Las tres claves maestras de la transición ecológica siguen siendo ahorro y eficiencia; electrificación; y renovables, que son una solución energética de calidad y estable, que no emite CO2, y que dan estabilidad de precios.
P. ¿No hay margen para rebajar impuestos para que el PP vote a favor?
R. Hay una lectura distorsionada, interesada y no muy constructiva desde hace mucho tiempo. Bajamos impuestos a la electricidad y no votan a favor; pidieron que suprimiera el impuesto que ellos crearon y no votan favor. Esa ha sido una constante. Confío en que respalden estas iniciativas, porque están alineadas con la Conferencia de Presidentes. Si hay voluntad real de construir se demuestra en el día a día.
P. Si París bien vale una misa, ¿sacar el plan con amplio consenso no vale algún sacrificio y contradicción por parte del Gobierno para ganarse al PP?
R. Con total franqueza y convicción personal: creo que el paquete es el más amplio que se ha aprobado nunca. Va a contar con un amplio consenso. Y quien se quede fuera tiene muy difícil explicar por qué. No se puede dar un no permanente a todo.
P. Este paquete llega tras amplias protestas. ¿Está perdiendo el Gobierno el pulso de la calle?
R. No, en absoluto. El Gobierno siente que es un momento muy sensible para todos los ciudadanos. Venimos de una serie de crisis que nunca se habían imaginado y que hemos intentado gestionar lo mejor posible y respondiendo al pulso de la calle. Es normal que esto genere una gran preocupación, una gran ansiedad y una gran incertidumbre sobre el futuro.
P. ¿Cómo acelerar las interconexiones con el resto de Europa?
R. España apuesta por una Europa que ponga en común sus infraestructuras, y ha defendido una mayor conexión con Francia: solo hay que tirar de hemeroteca. Se descartó porque el análisis coste-beneficio de la Comisión decía que no era viable. Ahora se dice: ¡ay, si ya hubiera estado...! Pero nadie imaginó que íbamos a tener que cortar el suministro ruso. Ahora bien, si lo que se prima es la seguridad de aprovisionamiento: ¿por qué debería pagarla el consumidor español, que ya financia su propia seguridad de suministro con seis plantas de regasificación? Pongamos dinero europeo. Y la Comisión está dispuesta y lo entiende.
P. ¿Está garantizado el suministro de gas argelino?
R. Creo que sí. Siguen en proceso de negociación de precios con los compradores españoles y espero que lleguen a un acuerdo cuanto antes. La relación es fluida y se trata de un país confiable, serio y con el que tradicional y necesariamente tenemos que tener una excelente amistad.