Gasóleo más caro, pero garantizado: así afectará a los españoles el veto al petróleo ruso
Los precios de los carburantes, especialmente en el caso del diésel, son la principal vía de contagio de la medida al mercado minorista
Los Veintisiete han tardado 20 días en alumbrar un acuerdo para dejar de importar petróleo ruso, pero el pacto ya es un hecho. El objetivo de la medida es claro: frenar en seco una de las principales vías de financiación de Rusia, a pesar de que el dinero del gas natural seguirá fluyendo. El golpe será gradual. Llegará antes en el caso de las importaciones por vía marítima, que representan aproximadamente las dos terceras partes del total; quedando para más adelante el trasiego a través de oleoductos. El objetivo verbalizado por la presidenta de la Comisión Europea, ...
Los Veintisiete han tardado 20 días en alumbrar un acuerdo para dejar de importar petróleo ruso, pero el pacto ya es un hecho. El objetivo de la medida es claro: frenar en seco una de las principales vías de financiación de Rusia, a pesar de que el dinero del gas natural seguirá fluyendo. El golpe será gradual. Llegará antes en el caso de las importaciones por vía marítima, que representan aproximadamente las dos terceras partes del total; quedando para más adelante el trasiego a través de oleoductos. El objetivo verbalizado por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, es poner fin al 90% de las importaciones de crudo ruso antes de que termine el año. Pero, ¿cómo afectará este movimiento a los ciudadanos de a pie? Estas son las principales claves de la medida:
¿Qué pasará con los precios?
Salvo sorpresa mayúscula, la tendencia alcista se prolongará. El barril de crudo Brent, el de referencia en Europa, ya está firmemente asentado por encima de los 120 dólares y tanto la gasolina como el diésel, en el entorno de los dos euros por litro en las estaciones de servicio españolas. El crudo acumula una subida de 10 dólares desde el 4 de mayo, cuando la Comisión Europea anunció su intención de romper amarras con Moscú en el ámbito petrolero y dejó la pelota en el tejado de los Estados miembro, que terminaron el martes de dar el paso. Las voces de quienes creen que volverá a los 130 dólares que rozó a principios de marzo, apenas dos semanas después del inicio de la guerra en Ucrania, se han multiplicado en los últimos días. Son niveles no vistos en la última década.
El sector petrolero lleva tiempo alertando de que la combinación de una menor cantidad de crudo en el mercado (el procedente de Rusia) y bajos niveles de inversión en exploración y producción mantendrá elevado el precio durante largo tiempo. Hay, sin embargo, algunos elementos que podrían cambiar esta trayectoria. El primero de ellos sería que el cartel de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) se aviniese a aumentar el volumen de barriles que pone en el mercado, como grandes consumidores de la talla de EE UU, Japón o India reclaman desde hace meses. El segundo sería el regreso de Irán al mercado petrolero internacional con un acuerdo nuclear exprés. Esta alternativa, sin embargo, se antoja lejana: en los últimos meses, Washington se ha empleado a fondo en enfriar cualquier expectativa.
La subida, sin embargo, no será homogénea: tiene todos los visos de afectar más al diésel que a la gasolina. Por dos motivos: porque el crudo de los Urales —la mezcla rusa por excelencia— es especialmente adecuado para la producción de gasóleo y porque Moscú también tiene una importante cuota de mercado en el gasoil de vacío, una de las materias primas que se utilizan en el proceso de producción del diésel. En los últimos meses, el repunte de este carburante ha sido notablemente más abrupta que la de la gasolina. “Habrá menos diésel en el mercado, y eso hará que su precio suba más”, apuntan fuentes del sector.
¿En qué afecta el encarecimiento de los carburantes?
Pocas materias primas, por no decir ninguna, tienen tanto efecto sobre el resto de la economía como el crudo. Si sube su precio, también se encarece la gasolina y el diésel. Y eso tiene impacto sobre prácticamente todos los sectores: se encarecen los productos que requieren transporte —virtualmente, todos— y de servicios como los billetes de avión, que ya han pegado un estirón en los últimos meses y supone una mala noticia para el turismo a las puertas de la temporada de verano. La mayor cotización también eleva la presión sobre el Banco Central Europeo (BCE): con la inflación al alza, las voces para que acelere en el calendario de subida de tipos se multiplicarían, lo que se traducirá en un mayor coste de las hipotecas y de los préstamos en general.
“El transporte está en la base de todo, así que la cadena de suministro se verá íntegramente afectada”, avisa Mariano Marzo, director de la cátedra Transición Energética de la Universidad de Barcelona y la Fundación Repsol. “Se va a encarecer todo lo que sea transporte, porque los carburantes van a subir a medida que la medida se vaya haciendo efectiva. La única solución es reducir los consumos, como se lleva diciendo desde hace meses”, añade. “La UE no ha calibrado bien el impacto social de estos precios. El riesgo es que se repita una situación como la de los chalecos amarillos. [En Bruselas] tienen que explicar bien cómo se va a gestionar el impacto social y económico”.
¿Está garantizado el suministro de gasolina y diésel?
Hay pocas dudas al respecto: mucho, muchísimo se tendrían que torcer las cosas para que hubiese problemas de suministro en los surtidores. Con ocho refinerías en servicio, España es prácticamente autosuficiente en lo que a refino se refiere. Y es, además, uno de los países europeos menos dependientes del petróleo ruso: apenas el 3,6% de lo que consumió en 2021 y el 3,2% en los tres primeros meses de 2022 llegó desde el país euroasiático.
“Tenemos más flexibilidad respecto a los crudos que podemos procesar que las del norte de Europa, que procesan sobre todo crudos pesados. Aquí se procesan crudos ligeros, pesados, ácidos [que contienen azufre, como la gran mayoría del procedente de Rusia], dulces...”, apuntan fuentes del sector. “Otra cosa es que sea más o menos caro, pero se puede procesar todo tipo de crudos. Y eso hace que la seguridad de suministro se pueda dar por garantizada”.
“Recibimos crudo de muy distintas calidades y orígenes, y tenemos una seguridad de suministro alta. Tenemos uno de los sistemas de refino más competitivos y flexibles de la UE tras las profundas inversiones llevadas a cabo entre 2008 y 2012″, afirma a EL PAÍS un portavoz de la Asociación Española de Operadores de Productos Petrolíferos (AOP). La patronal recuerda, además, que incluso en plena crisis energética, España sigue siendo exportadora neta de gasóleo. El diésel es, junto con el queroseno, el ámbito en el que más tensiones de suministro está habiendo a escala mundial.
Y, ¿cómo se reemplazará el crudo que viene de Rusia?
Aunque de manera sustancialmente menor que otros países del entorno europeo, España también tendrá que pensar en cómo sustituir el petróleo que hoy compra a Rusia. “Aunque ahora mismo hay stocks, habrá que buscar reemplazo al crudo de los Urales y el problema es que son muchos los compradores que se están moviendo a la vez”, cierra Marzo.