El malestar del bienestar
Pese a que las cifras macroeconómicas en EE UU y España dibujan un escenario positivo, prolifera el debate sobre el sentimiento de malestar en una situación de mejora del bienestar global
Lecciones de EE UU. Para el debate de política económica (y social). Para España, cuya reciente secuencia económica es similar a la, exitosa, norteamericana. Claro, con distancias. El PIB de la superpotencia crece este 2024 al 3% (España, al 2,9%, quizá al 3%). La inflación se sujetó al 2,4%, por el 1,8% la española en octubre (mejor que el 2% alemán y de la eurozona).
Y el mercado laboral americano roza el éxtasis, con pleno empleo de facto (o desempleo “friccional”, solo abarca a quienes van de salida y de entrada a un tiempo): la rebaja del paro, del 6,3% de Donald Trump al 4,1% de Biden así lo sugiere. Partiendo de un registro dramáticamente peor de parados, el doble que la eurozona, España lo ha mejorado sin embargo en 2,6 puntos desde la pandemia (13,8%, enero 2020), al 11,2% actual (octubre 2024). Sobre todo, por la formidable eclosión de nuevos puestos de trabajo: 2,2 millones en el período, que disparan los cotizantes hasta 21,2 millones (desde 19 millones) a un ritmo superior al medio millón anual (obviando la caída pandémica).
Y sin embargo, allá (para entender la derrota de Kamala Harris) y aquí (para otear el horizonte) prolifera el intercambio de opiniones sobre la rocosidad del sentimiento de malestar en una situación de mejora del bienestar global; la preeminencia de la percepción sobre los datos; la necesidad de análisis detallados de su distribución por sectores y clases sociales; y la posible victoria de lo micro sobre lo macro.
Un sugerente trabajo adscrito a esta última tesis recuerda que dos tercios de norteamericanos creen que su bolsillo va bien, pero que el país está en decadencia. Federico Steinberg y Miguel Otero atribuyen en buena medida esta visión a la precariedad del estado del bienestar y la exclusión de componentes esenciales (seguro médico, guarderías, vivienda, dependencia) en el cómputo de la inflación (Real Instituto Elcano, 19/11/2024), a la que influye la creencia de que el país está en decadencia. Otros arguyen la precarización de los barrios, y del factor de la droga y la exclusión social, en ciudades como Filadelfia.
Útil vía exploratoria. Pero conviene ahondar más en la radiografia y despiece de los propios grandes datos (EE UU, la nación rica que se siente pobre, EL PAÍS, 2/11/2024). El PIB español lidera al europeo: desde final de 2019 a septiembre pasado ha ascendido un 6,6%, y un 9,3% el empleo (Las clases medias y el crecimiento económico, Raymond Torres, NEGOCIOS, 2/11/2024). Pero el poder adquisitivo de los salarios reales perdió un 5% entre 2021 y 2023 por culpa de la inflación (Adiós, curva de Phillips, Nacho Álvarez, CincoDías, 16/8/2024), aunque de 2019 a 2024 la renta per cápita subió un 1,4%.
Datos recientes registran la creciente recuperación salarial. Los convenios de agosto (alza del 2,8%) ya superaron el alza de precios. Cierto, pero las percepciones sobre inflación y empleo rechinan entre sí. Volveremos, les prometo más.
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