La tardía apertura de la escuela agranda la brecha de España con los países desarrollados
La OCDE advierte de que el cierre de los centros educativos tendrá consecuencias económicas durante el resto del siglo XXI
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) concluye en su último informe, conocido este martes, que el cierre escolar decretado durante la primera ola de la pandemia ha tenido un fuerte impacto educativo cuyas consecuencias sociales y económicas se dejarán sentir a lo largo de lo que resta de siglo. El golpe será mayor en España, uno de los lugares donde, según constata el organismo después de analizar lo sucedido en 46 países, más han tardado en reabrir las escuelas e institutos. Y que ya partía con desventaja.
La actualización de las estadísticas que realiza cada año la organización internacional, recogida en un segundo informe que también ha publicado este martes, refleja que España destinaba a educación en 2017 un porcentaje del PIB (el 4,3%) menor del que dedicaban como promedio los países de la OCDE (4,9%), y que su tasa de jóvenes de 18 a 24 años que ni estudia ni trabaja (19,7%) es significativamente superior a la media de países del organismo (14,3%). La organización con sede en París advierte de que la crisis económica desencadenada por el coronavirus puede desembocar en recortes en educación como los experimentados en la crisis anterior, y muestra que en España, entre 2005 y 2017, el gasto público dedicado a este campo se redujo ocho puntos, casi el triple que en la media de países que lo integran. Ello generó, entre otros efectos especialmente negativos para afrontar el nuevo curso escolar, un aumento del número de alumnos por aula, en contraste con el descenso registrado en el conjunto de la OCDE.
El informe titulado El impacto de la covid-19 en la educación pone de manifiesto la lentitud con la que se ha reactivado el sistema educativo español. Hacia finales de marzo, los 46 países analizados por la organización habían cerrado, en algún grado, escuelas e institutos. Pero a finales de mayo dos tercios los habían reabierto, al menos parcialmente. España no solo no se contaba entre ellos sino que fue uno de los cinco países que decidieron prorrogar el cierre hasta final de junio, “lo que equivale a decir hasta el final del año escolar”, a excepción, precisa, de cuarto de la ESO y segundo de Bachillerato, en los que la asistencia fue muy limitada y voluntaria.
La decisión sobre la reapertura de las aulas en España, que fue adoptada por las autonomías (competentes en la materia) y se quedó muy lejos de la recomendación de reactivación del sistema educativo planteada por el Gobierno, resultó en la gran mayoría de comunidades testimonial. Entre los países analizados que también se inclinaron por prorrogar el cierre hasta final de curso figuran Italia (que fue junto a España el país más golpeado por la covid al inicio de la pandemia), Irlanda, Portugal (con excepciones en algunos niveles) y Lituania, destaca la organización.
En algunos lugares se decidió adelantar o acortar las vacaciones para reducir el impacto del cierre escolar (el informe menciona como ejemplos los casos de Australia, Chile, Corea y Lituania). En España se decidió no tocar el calendario ni las vacaciones de verano, a pesar de ser de las más largas de la OCDE, pero el país sí se benefició, desde el punto de vista educativo, del hecho de que las vacaciones de Pascua cayeron en medio del confinamiento.
El cierre se prolongó en España para la práctica totalidad de alumnos durante 16 semanas, frente a las 14 de media de la OCDE. Cada semana implicó la pérdida de 23 horas de instrucción obligatoria en primaria y de 30 horas en la primera etapa de educación secundaria (la ESO). Todos los países trataron de compensarlo mediante modelos de enseñanza online y a distancia.
Consecuencias económicas
El informe de la OCDE apunta a la enorme repercusión económica que puede tener a medio y largo plazo. El documento cita un estudio de los economistas Eric Hanushek y Ludger Woessman, según el cual, como consecuencia de la pérdida del equivalente a un tercio de un curso académico en un país (y la subsecuente pérdida de aprendizaje y habilidades y con ellas de productividad), su “producto interior bruto (PIB) podría ser un 1,5% más bajo en promedio durante el resto del siglo”.
Antonio Cabrales, catedrático de Economía en la Universidad Carlos III de Madrid, afirma que la profundidad de los efectos que predice dicho informe va en la línea de lo que advierten otros, como el elaborado por el Centre for Economic and Policy Research (CEPR) de Londres, que concluye, con datos de Estados Unidos, que un confinamiento de seis meses provocaría una pérdida media de renta a largo plazo del 1% y una reducción del 3,8% del número de graduados en secundaria. El cierre escolar, resume Cabrales, “va a costar a mucha gente mucho dinero en términos de formación perdida”.
Impacto educativo
El impacto en términos educativos también va a ser muy elevado, señala Ismael Sanz, profesor de la Universidad Rey Juan Carlos especializado en economía de la educación. “Basándonos en episodios anteriores, como el cierre de sistemas educativos por huelgas o catástrofes naturales, hemos calculado, y casi todos los estudios en este terreno llegan a conclusiones parecidas, que el efecto de tres meses sin clase supone en torno a un 6% de la desviación estándar. Para que lo entienda todo el mundo, esa es la distancia que existe entre España y la media de países de la OCDE en las pruebas de PISA. Se ha perdido prácticamente lo mismo que lo que se aprende en dos meses de clase o en la quinta parte de un curso escolar”, resume Sanz.
“Va a haber muchos desajustes”, prosigue Miquel Àngel Alegre, jefe de proyectos de la Fundación Jaume Bofill, entidad dedicada a la investigación sobre educación y políticas educativas. “Algunas consecuencias las vamos a ver inmediatamente, a los pocos días de que empiecen las clases, y tienen que ver con el nivel competencial de los chavales, tanto en términos de conocimientos académicos, como en un ámbito metacognitivo: la capacidad de aprender a aprender, saber regularse y tener autonomía, así como en su estado emocional. Todo esto está muy relacionado con la situación socioeconómica de los alumnos y sus familias. Ya hay estudios realizados en Estados Unidos que reflejan la bajada en los niveles de matemáticas por el cierre de las escuelas. Y después va a haber que estar muy atento a las desvinculaciones escolares, a la desorientación y al absentismo, que será de nuevo mayor en aquellos chavales con una predisposición hacia la escuela y el aprendizaje menos fuerte”, afirma. Alegre añade que el riesgo de desconexión del sistema educativo se verá agravado en caso de confinamientos parciales, cuarentenas de grupos y allí donde la docencia del nuevo curso sea semipresencial, como está previsto que ocurra en buena parte de España a partir de segundo o tercero de la ESO.
Más alumnos por aula
Para la reapertura segura de los centros, uno de los factores fundamentales es el del número de alumnos por aula, porque facilita el mantenimiento de la distancia interpersonal y reduce el riesgo de contagios, advierte el informe. Y en este campo España se encontraba en desventaja respecto a su entorno cuando apareció el coronavirus. La media de estudiantes por clase fue en 2018 de 22 en primaria, frente a 21 en la OCDE y 20 en la UE-23; y de 25 en la ESO, frente a 23 de la OCDE y 21 en la UE-23. Mientras que, como promedio, en la OCDE la ratio se redujo ligeramente entre 2005 y 2018, en España aumentó un 7% en primaria y un 5% en secundaria.
Las comunidades están ahora contratando profesores para reducir el número de alumno por aula (los Gobiernos autonómicos han prometido reforzar sus plantillas con 39.000). La tardanza a la hora de planificar el nuevo curso en algunos territorios ha hecho que estén teniendo problemas para enrolarlos a tiempo.
Uno de cada cinco jóvenes ni estudia ni trabaja
El documento sobre la covid es una especie de anexo al gran informe estadístico que la OCDE publica cada año, llamado Education at a Glance, que analiza las principales variables educativas, con cuyos datos el Ministerio de Educación elabora su publicación Panorama de la educación, difundida también este martes. Los datos inciden en varias de las debilidades estructurales de España. Entre ellas: en 2019 uno de cada cinco jóvenes (19,7%) de entre 18 y 24 años ni estudiaba ni trabajaba, y de ellos el 43% tampoco estaba buscando un empleo (el promedio de la OCDE era el 14,3%).
Si el foco se abre para abarcar a la población que tiene entre 18 y 29 años, el índice apenas mejora para España: un 18,3% ni estudiaba ni trabajaba, frente a una media del 13% en la OCDE.
Como elemento positivo: entre los años 2000 y 2019, el porcentaje de jóvenes españoles de entre 20 y 24 que continúan estudiando ha aumentado un 15,5%, mucho más que el promedio de la organización (3,7%).
Caída de la inversión pública
Las consecuencias de la anterior crisis económica continúan siendo detectadas por las estadísticas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (parte de las cuales se confecciona con cierto retraso): entre 2005 y 2017, el gasto público en educación se redujo en España ocho puntos, mientras el gasto privado aumentó exactamente en la misma proporción. En la OCDE se produjo la misma tendencia, pero más atenuada: una caída del 3% y un crecimiento del 2% respectivamente.
Las comunidades autónomas aportan el 82% de los fondos públicos destinados a educación, un reflejo de un modelo que en este terreno está fuertemente descentralizado.
El informe de la OCDE también refleja que el salario real (teniendo en cuenta la inflación) de un profesor medio en España es inferior al que tenía en 2005, algo que también sucede en otros países, como Francia, si bien en el conjunto de la OCDE se han elevado.
Elevada escolarización de los más pequeños
España destaca por su elevada tasa de escolarización en el primer ciclo de educación infantil (0 a 2 años), que alcanza el 38,2%, frente al 25,5% de la OCDE y el 23,6% de la UE-23. Entre los menores de un año, alcanza el 12%, frente al 7% de la OCDE y el 4% de la UE-23.
Solo el 60% completa la FP
El 82% de los alumnos españoles que empiezan el Bachillerato lo completan, un porcentaje inferior al del promedio (87%) del grupo de ocho países en el que la OCDE incluye en este apartado a España –y en el que figuran países tan distintos como Corea (97%), Japón (95%), Eslovenia (86%) y Costa Rica (72%)–.
La proporción de alumnos españoles que completan la Formación Profesional cae al 60%, frente a una media del 77% en el mismo grupo países.
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