La fuerza del cero
Gonzalo García Pelayo ha aplicado la misma estrategia matemática que le valió el veto en los casinos para lograr una nominación al Goya a mejor canción con la de su cinta 'Alegrías de Cádiz'
Me encanta meterme donde no me llaman”, suelta Gonzalo García Pelayo mientras nos sentamos en la atiborrada mediateca de su piso madrileño. Lo dice por la nominación al Goya a la mejor canción original que ha recibido el tema De cerca del mar, de Fernando Arduán, que sirve de alma sonora a su película Alegrías de Cádiz, su regreso a la dirección tras 30 años de inactividad. Treinta años en los que García Pelayo se metió muchas veces donde no le llamaban: por ejemplo, en el Casino Gran Madrid, donde desarrolló su estrategia para ganar en la ruleta que inspiró un libro, un documental y una película, y que le valió a su familia la prohibición, finalmente revocada, de entrar en los casinos de España.
La nominación obedece a una estrategia de jugador nato: “Creía que apostando por esa categoría, frente a tan solo otras 35 candidaturas competidoras, teníamos alguna posibilidad de ganar. En las principales categorías podía haber una media de 120 candidatos”. La canción ejerce de pica en Flandes, dentro de los Goya, de ese otro cine español del que García Pelayo, con cintas como Vivir en Sevilla (1978) y Frente al mar (1978), fue lejano pionero. El director se confiesa orgulloso de su amateurismo, que ahora le abre puertas: este mes, la Filmoteca Española le dedica una retrospectiva, y en marzo, en París, el Jeu de Paume le rinde homenaje como “eslabón perdido entre Luis Buñuel y Pedro Almodóvar”.
Mítico productor musical tras figuras como Lole y Manuel, Labordeta o Hilario Camacho y grupos como Triana o Smash, García Pelayo recuerda otro momento en el que se metió donde no le llamaban: “Cuando grabábamos el tercer disco de Remedios Amaya, estaba en la dirección de programas musicales en Televisión Española Paco Cervantes. Salió de él la idea de llevar a Remedios a Eurovisión: lo hizo con una actitud destroyer a la que yo me sumé gustoso. Se trataba de tener, en definitiva, un encontronazo con Europa”.
Se encargó de la retransmisión el poeta José Miguel Ullán. “El grupo turco, que también recibió cero puntos, era Çetin Alp & The Short Waves, y su tema fue Opera, que pronunciaban con acento en la e. Los comentarios de Ullán eran delirantes: ‘No sabemos si esto es un elogio al bel canto o el grito desesperado de un enfermo que le pide al médico que le intervenga cuanto antes’. O ‘este cantante sueco se extasía como si estuviera leyendo a Zubiri’. Estábamos en la Europa del chun chun, la polca y el siempre horroroso concierto de Año Nuevo, la peor música clásica que uno pueda escuchar, y nosotros íbamos con un tema sincopado, flamenco, interpretado por una gitana que salió al escenario descalza. Íbamos a contraestilo, pero el cero no lo esperábamos. Lo sentí por ella, que era muy niña”.
Pero empezó a verle la bondad al cero. “Es más punki, nos daba más poder para insultarlos. Es más brillante el cero que la medianía del 20. Te marca más: significa que ha estado todo el mundo de espaldas, que no han querido ni mirarte”. Está inquieto por las apuestas online de equitación que tiene en marcha esta tarde. Se levanta del sofá y suelta: “Fíjate dónde está ahora Remedios Amaya”. Y lo poco que hemos sabido de Corinne Hermès, la ganadora de ese año en Múnich, pienso.
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