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Pasado, presente y futuro de la pasarela

Cinco grandes modelos españolas acompañadas por cinco promesas presentan las propuestas para la primavera 2015. Vuelven los años setenta, se imponen los colores vibrantes materializados en estampados psicodélicos, el vaquero sigue siendo protagonista y los volúmenes se disparan.

Andrea Nogueira Calvar
A la derecha, Judit Mascó lleva vestido en otomán de seda con bordado de flores tridimensionales y pendientes dorados; Vika luce minivestido de encaje con pendientes dorados. Ambos de Dolce & Gabbana.
A la derecha, Judit Mascó lleva vestido en otomán de seda con bordado de flores tridimensionales y pendientes dorados; Vika luce minivestido de encaje con pendientes dorados. Ambos de Dolce & Gabbana.Outumuro

La nueva hornada de modelos ya está lista. Llegan rompiendo moldes estéticos, los cánones de belleza comienzan a cambiar también ahí arriba, en el cielo de las maniquíes, y la variedad aflora tímidamente. En los nuevos rostros se busca actitud y facciones poco comunes. Virtudes que sus predecesoras, las modelos españolas más laureadas, ya han más que demostrado. Son iconos que siguen atrayendo todos los flases, alargando sus sombras quizá más de lo que ellas mismas habían imaginado en una profesión que no perdona una arruga. Nuevas generaciones les vienen pisando los tacones, pero ellas reaparecen una y otra vez reinventadas. Reducir la lista a 10 representantes del pasado, presente y futuro de las modelos españolas es forzar el gusto por lo minimalista, pero todas forman parte de cualquier quiniela.

Las coincidencias entre las tops son las esperadas: piernas de vértigo, cuerpos atléticos, y medidas que rozan la perfección. Lo que las diferencia es su toque de magia: la sonrisa de Judit Mascó, el gesto de Verónica Blume, la naturalidad de Vanesa Lorenzo, la espontaneidad de Martina Klein, la fuerza de Marta Español. Desde finales de los ochenta hasta principios de 2000, estas cinco rubias se han ido pasando el testigo para reinar en pasarelas y portadas de moda. Judit Mascó abrió de golpe las puertas internacionales para las españolas. Lo recuerda casi como “si hubiera pasado en otra vida”. Tras ella aparecieron mujeres que han puesto rostro y cuerpo a la fantasía de las firmas más prestigiosas. Han sobrevivido en una industria feroz y esquivado la cuchilla del tiempo como nadie. Se dice en los círculos internacionales que las españolas son buenas compañeras y hacen piña; quizá eso las haya salvado.

El estampado ‘tie dye’, psicodélico y multicolor, regresa suelto y vaporoso. Neus lo luce en un vestido largo de gasa. El estilo ‘hippy’ se renueva en la versión más lujosa de Peter Dundas para Emilio Pucci.
El estampado ‘tie dye’, psicodélico y multicolor, regresa suelto y vaporoso. Neus lo luce en un vestido largo de gasa. El estilo ‘hippy’ se renueva en la versión más lujosa de Peter Dundas para Emilio Pucci.Outumuro

Las más veteranas no solo han aguantado la sacudida de los años, sino que sobrevivieron al huracán Kate Moss. La antimodelo llegó a principios de los noventa con su pose de pocos amigos y cambió las reglas. Tenía 14 años, era demasiado bajita (1,64 metros) y demasiado delgada, pero con una fotogenia inigualable. Dice la leyenda que sus promotores esperaban que creciera en altura, pero nunca lo hizo. Daba igual su estatura o qué llevara puesto, siempre despertaba admiración. No se limitó a posar, sino que marcó el ritmo de las tendencias e impuso su estética. Los diseñadores comenzaron a demandar entonces su estilo, el heroin chic, que nada tenía que ver con la imagen saludable, perfecta y sensual de las top models. Se encumbró a una mujer excesivamente delgada, pálida y que parecía despreocuparse hasta por su propia vida. El escaparate que alejaba la moda del mundo real se vino abajo y con él el aura de ensueño que la envolvía. No aparecieron muchas con el poder de Kate Moss, pero ella sola obligó a la moda a bajar un peldaño y pisar la calle. No terminó con el imperio de la perfección, sino que fijó unos límites exigentes y peligrosos.

El siglo XXI se inauguró bajo la alarma de la delgadez. Lucir esqueleto se convirtió en tendencia, hasta tal extremo que en 2006 la Pasarela Cibeles se vio obligada a fijar un peso mínimo tras las críticas a la enjutez de sus maniquíes. El primer año rechazaron a 16 chicas. España se convirtió en pionera y otras pasarelas adoptaron medidas similares. Lo que estaba en boga entonces era el índice de masa corporal. Esa sombra reaparece continuamente, pero durante el devenir de la década se recuperaron algunos kilos. Comenzó entonces otra lucha, la del Photoshop, pero esa es otra historia.

“Estamos ante una tímida apertura, a veces más políticamente correcta que real, hacia otros cánones”, reflexiona Mascó

La profesión de maniquí encumbra el físico, pero no lo es todo. Delante de los focos hay que saber controlar desde la mirada hasta el movimiento de los dedos. La experiencia es un grado que gana a cualquier cara pueril, pero la proliferación de desfiles reclama rostros nuevos continuamente. Cada vez son más pasarelas, más firmas y más competencia. Hacerse un hueco en la moda en los noventa era convertirse en una diva. “Hoy no sabemos el nombre ni de las chicas de Victoria’s Secret”, bromea Martina Klein. Las recién llegadas tienen el camino allanado por sus colegas y la ventaja de poder lanzarse al estrellato con un clic, pero entre tanta it girl y celebrity de Instagram es fácil perderse. La mayoría de aspirantes son efímeras y se apagan tan rápido como brillaron devoradas por una industria ávida de imágenes que solo salva a las más profesionales.

Las modelos han salido de las dimensiones del papel, hoy es más fácil acercarse a ellas y a la moda. Aprovechando la ventana abierta de Internet se han colado nuevos perfiles. Las marcas han aupado a fenómenos sociales como Conchita Wurst, a modelos tan genuinas como Winnie Harlow, a lo andrógino, a los ojos rasgados… Mujeres cuya virtud es su divergencia del patrón. Algunas firmas incluso han aceptado que una 40 no es una talla grande y han devuelto la elegancia a la arruga. Pero sin engaños, en el imperio de la belleza las imperfecciones no son bienvenidas. “Estamos ante una tímida apertura, a veces más políticamente correcta que real, hacia otros cánones”, reflexiona Mascó. Las propuestas rupturistas maquillan la cara de una industria que atrae miradas de aprobación y rechazo a partes iguales, pero también son una oportunidad para representar a una sociedad más plural.

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Sobre la firma

Andrea Nogueira Calvar
Redactora en EL PAÍS desde 2015. Escribe sobre temas de corporativo, cultura y sociedad. Ha trabajado para Faro de Vigo y la editorial Lonely Planet, entre otros. Es licenciada en Filología Hispánica y máster en Periodismo por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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