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Alcaraz, todo concentración, se expande hacia la final

El murciano firma su mejor partido en la gira ante Fils (6-2 y 6-4, en 1h 09m) y buscará este domingo (16.00) su tercer título en Barcelona ante el danés Rune

Alcaraz intenta devolver la pelota durante el partido contra Fils.
Alejandro Ciriza

De nuevos talentos va la historia de este sábado, por eso de que el tenis ha abierto definitivamente las ventanas y se escrutan los nuevos tiempos, distintos, atractivos por el qué pasará, por el quién se subirá al carro, por cómo se configurará el nuevo paisaje; se terminó la estanqueidad, el fascinante pero también previsible (demasiado a veces) relato a tres voces de las dos últimas décadas. Aquí Carlos, aquí Arthur; 2003 uno y 2004 el otro; dos chavales, como quien dice. El prometedor Fils y toda su fuerza, y el fenómeno murciano que vence otra vez, elevándose de nuevo y alcanzando su tercera final en el Godó, la tercera esta temporada; el tercer título a tiro en Barcelona y lo mismo en el curso, pues: 6-2 y 6-4, en 1h 09m. Solo podría impedirlo este domingo (16.00, Teledeporte y Movistar+) otro polluelo, el danés Holger Rune (6-3 y 6-2 a Karen Khachanov).

Pocos misterios, dice él. “Aquí no tengo tiempo para desconexiones. Si bajo uno o dos juegos, la gente está detrás de mí y me ayuda”. Contesta un Alcaraz pleno y esbelto, ningún giro curvilíneo. Otra vez. Se llama concentración, de inicio a fin. “El no irme de la pista en algunos momentos es algo que debo mejorar, y aquí en Barcelona estoy consiguiéndolo”, continúa. Y así es. Rotundidad en este último triunfo contra Fils, aunque ahí se manifiesta el apetito de los diferentes, de los únicos: “Siempre se puede ir a mejor, pero no nos podemos quejar”. Más que llamativo el dato: 13 errores por su parte, 38 por la del francés; expuesto una sola vez a la pérdida del saque y retenido por completo. No lo hacía desde Indian Wells ante Grigor Dimitrov, veterano de 33 años; 12 encuentros y 29 sets después.

Hoy, sin embargo, tiene enfrente a un millenial que ya despunta y no tarda en lucir brazo, esa derecha que empieza a hacer ruido en el circuito. El francés, anchote, de pierna gruesa y con muslos de pilier, le pega a la pelota con todo el alma, sin excepción, una y otra vez. Es un tenista sin término medio y de único registro que, de tanta velocidad que imprime y tanto gas que le mete al golpe, termina convirtiéndose esta vez en un adversario previsible para un Alcaraz al que esta vez no le falla el olfato. Ahí que pone el escudo el murciano y ahí que varía para empezar a desconcertar al francés. La pelota de este topa un par de veces con violencia en la cinta y cae a un palmo; aterriza la primera en buen puerto, pero a la segunda reacciona el guepardo.

Fils golpea de revés.

De una semana a otra, Alcaraz ha dado un señor estirón en términos de continuidad y la sostiene, a la vez que penaliza este sábado. En un santiamén ha instalado el 5-1, solo 28 minutos, y aunque intenten descentrarle un puñado de franceses gritones ubicados en lo alto del graderío, cierra con seguridad. Pinta bien esto, dicen los gestos de su box. “¡Sí!”, corrobora él. Las nubes juegan al engaño en la zona de la montaña y se esconden y aparecen según les dé; pica el sol, lo mismo hace fresco que invade el calor y los operarios riegan con esmero la tierra durante el receso. Bien por ellos, el trabajo en la sombra, y aún mejor por Alessandra, que ofrece y reparte bolas con alegría.

Desquicie y ‘home run’

Primera recogepelotas con síndrome de Down en un torneo de la ATP, pionera ella. Chapeau por el Godó. Y un allez! rabioso profiere Fils al poco de haber comenzado el segundo parcial, cuando la soga sigue apretándole y ve que pronto puede estar lamentando en el vestuario porque Alcaraz no está por la labor de ceder, bien asentado, amenazante, autoritario, inteligente. Quiere el rival jugárselo todo a tres o cuatro bolas, y él repele y repele y propone larga distancia, nada de atajos: si lo quieres, a jugar. A pelotear, querido Arthur. Esto es la arcilla. Ya habrá tiempo para tiroteos. Impone él la línea “muy serio” y el guion transcurre a su gusto, dominante, cada vez más superior.

Alcaraz, deslizándose sobre la tierra.

Y eso, poco a poco, va mellándole el ánimo a Fils, que al fin y al cabo está metiendo la cabeza en la élite y apenas descubriéndose, son 20 años solo, mucho por aprender. Lo admitía él en Montecarlo: los verdaderamente buenos marcan la diferencia con la cabeza, disparándose en los instantes cruciales. Y así es. Llega la recta final de la semana y cobra más brillo Alcaraz, fabuloso al resto y determinado al ataque; se relame Pedralbes con ese drive y esas florituras, pero también con esa constancia y esa linealidad que desprende hoy, tan necesarias para cuando asomen luego las rampas de Roland Garros. Todo hará falta para el asalto de mayo, pero básico lo de dar con el puntillo.

Es su partido más redondo en lo que va de gira, nada que ver con lo que sucedió en el Principado, y el galo está empezando a desquiciarse, sin ocultarlo, lanzando algún que otro improperio y descargando después del fallo un home run que sale despedido hacia el otro costado de la Diagonal. Buena síntesis del duelo, en realidad. Solo un año de diferencia entre uno y otro, 21-20, pero en galaxias diferentes hoy por hoy. Uno que obliga y otro que lo sufre, que resopla frustrado, que se sabe perdido. Está fuera, está ko. Todo pasa muy rápido, como esta carrera de Alcaraz en la que Barcelona y su maravilloso encanto ha empezado a convertirse ya en otra guarida de oro para él.

“NADAL Y OTROS GIGANTES NOS HAN MALACOSTUMBRADO”

A. C. | Barcelona

Llovía para Alcaraz hace muy poco, pero fue llegar la tierra y recuperar el buen color. En Barcelona compite desde hace tres años con el turbo: título en 2022 —contra Pablo Carreño en aquella final—, defensa conseguida en 2023 —con Stefanos Tsitsipas rendido— y, tras la ausencia de hace un año, el vuelo de esta última edición.

“Echaba de menos la arcilla”, admite. Y a Barcelona en particular. Desde la primera experiencia de 2021, cuando cedió en el estreno frente al estadounidense Frances Tiafoe, son 14 victorias y 22 sets consecutivos. Difícil ahora para Rune, que en los dos últimos meses parece haberse entonado con las finales de Indian Wells —sin opción ante Jack Draper, eso sí— y ahora esta.

Aterriza el nórdico con decisión, con tan solo una exigencia extra ante Sebastián Báez; todo lo demás, resuelto a golpe de agresividad. No levanta un cetro desde hace dos años —en la arena de Múnich— y se había estancado, pero es imprevisible. En los cruces con Alcaraz, dos a uno favorable al murciano, que jugará su 24ª final de la ATP, la novena en un 500.

“Hemos crecido juntos”, recuerda el número dos, al que en la sala de conferencias se le deslizan las críticas que le rodeaban hasta la llegada de la primavera. Y relativiza: es el precio del éxito, del empacho; lógicas porque se le exige lo máximo, entiende, aunque de puertas adentro le habían afectado. Las aguas de México lo curaron todo.

Así que responde: “Quizá en España hemos tenido tantos deportistas en lo alto que nos han malacostumbrado; parece que si no lo ganamos todo es un fracaso, tanto para lo bueno como para lo malo; si no se gana se magnifica o se crea una burbuja demasiado grande”.

“Pero yo estoy muy contento con todo lo que he hecho y agradezco mucho todo el apoyo que he recibido; han sido muchas más cosas positivas que negativas, aunque lo negativo vale por 10 respecto a lo positivo, y eso es algo malo. En España, Rafa [Nadal] y los otros gigantes nos ha malacostumbrado, y eso es algo que no debería de ser así”.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.
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