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Seres Urbanos
Coordinado por Fernando Casado

Ciudades amables con los más mayores

Por Julienne Gage (*)

LA EDAD DE LA INCERTIDUMBRE from Julienne Gage on Vimeo.

Para muchos, la simple mención de Río de Janeiro evoca imágenes de jóvenes semidesnudos bronceando sus cuerpos esculturales en la playa. Pero, a día de hoy, en esas mismas imágenes también habría que situar a personas de mayor edad disfrutando del sol, sin camiseta o en bikini, o mejorando su musculatura con ropa deportiva. Gracias a los avances en campos como la medicina, la alimentación y la tecnología, las personas de todo el mundo cada vez viven más años. Pero, ¿vivirán mejor?

Se espera que en el año 2050 cerca de una cuarta parte de la población mundial esté formada por urbanitas de más de 60 años de edad. Para adaptarse a esta circunstancia, algunas ciudades como la mencionada Río de Janeiro se encuentran ya trabajando creando equipamientos ‘amigables’ con los ancianos: gimnasios exteriores, mesas y bancos para hacer picnic en espacios públicos, aceras sin barreras (accesibles para sillas de ruedas), e incluso centros de día en los que las personas mayores pueden socializar, jugar a las cartas, cantar en un coro y hasta llevar a cabo sus chequeos médicos habituales.

Muchas de estas ideas surgieron de un estudio llevado a cabo en 2005 por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que perseguía que las estructuras y los servicios urbanos se hicieran más accesibles e inclusivos para las necesidades cambiantes de los adultos mayores de Río. Esta investigación se hizo global y, en 2007, llevó a la OMS a desarrollar una serie de recomendaciones bajo el título ‘Global Age-friendly Cities: A Guide’, al mismo tiempo que llevó a la creación de una red de 100 millones de personas en ciudades y comunidades de 28 países.

“Tenemos que pensar de nuevo qué pueden y deben hacer los ancianos en la sociedad. Esto nos fuerza a reconsiderar la idea de que las personas se retiran, pasan a ser inactivas o fallecen a unas edades determinadas; de tal forma que podamos extraer lo mejor de todas las personas que integran la sociedad independientemente de su edad”, dice Louise Plouffe, coautora de la iniciativa ‘Age-friendly Cities’ de la OMS, quien se desempeña como directora de Investigación en la International Longevity Centre de Ottawa, en Canadá, y que antes trabajó para su entidad afiliada en Río.

Brasil se encuentra bajo mucha presión por todas estas cuestiones. Muchos brasileños en la actualidad se retiran a sus 50, y la OMS señala que este país es el sexto del mundo en el que viven más personas mayores de 60 años. Durante las últimas décadas, el sistema de pensiones brasileño era considerado más exitoso que el de otros países emergentes, puesto que también proporcionaba cobertura a los trabajadores del sector informal, como a las trabajadoras domésticas o a las niñearas, por lo que creaba una red de seguridad para los más pobres entre los pobres, que al menos pagaban impuestos al valor agregado. Esto, a su vez, ha reforzado los ingresos de numerosos hogares, ya que muchos brasileños mayores aún residen con sus familias.

Sin embargo, de acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo, Brasil ya gasta en pensiones la misma proporción del PIB que los países europeos, a pesar de que posee una población mucho más joven. Por tanto, ¿cómo podrá mantenerse este sistema si el número de retirados crece y la población en edad de trabajar disminuye?

Pese a que la iniciativa Age-friendly Cities actúa mayormente en un ámbito regional y municipal, el Gobierno de Brasil la ha enlazado con su propio Estatuto de las Personas Mayores. Esto debería ayudar a que los hacedores de política estudien cómo equilibrar su presupuesto público con el fin de asegurar las prestaciones sociales para las próximas generaciones. Por ejemplo, se podría animar a los adultos mayores a continuar trabajando, al menos a tiempo parcial, hasta que pierdan su capacidad para hacerlo, especialmente ofreciendo incentivos financieros por el servicio público. Incluso sería posible que los ancianos trabajaran voluntariamente como mentores o como cuidadores en centros dedicados al cuidado de jóvenes en riesgo o en centros de día para adultos.

Varios programas similares están consolidándose en Estados Unidos, donde un lobbysin ánimo de lucro, la Asociación Americana de Personas Retiradas (AARP, por sus siglas en inglés), estudia y evalúa las propuestas de ‘Age-friendly Cities’.

Uno de los mayores dilemas para los ‘baby boomers’ es dónde encontrar viviendas asequibles. En Ratoul, Illinous, una antigua base militar alberga ahora ‘Hope Meadows’, una comunidad dedicada al cuidado y la protección de los niños. Allí, los adultos mayores pagan una renta reducida a cambio de ayudar a esos niños y a sus familias. Entre tanto, cada vez más adultos de la denominada “generación sándwich” está llevando a sus hijos pequeños y a sus padres ancianos a centros de día “integradores” (intergeneracionales).

Con una planeación cuidadosa que respete la dignidad y la autonomía de los adultos mayores, estos programas pueden ser de mutuo beneficio. De hecho, en Washington DC, el grupo Generaciones Unidas afirma que los ancianos que se sienten parte activa de su comunidad mejoran en su salud mental, emocional y física. Al mismo tiempo, los jóvenes disfrutan más la atención individualizada y desarrollan actitudes positivas hacia los mayores, a quienes se refieren a menudo como “vecinos”.

Nos guste o no, todos nos estamos haciendo mayores (o mucho mayores), así que los educadores, los hacedores de política y los medios de comunicación deberían enfocarse más en las soluciones a este cambio demográfico. Por suerte, algunas generaciones ya pasaron por esto. A los miembros de la Generación X, como a mí, nos sugestionaron para que nos preocupáramos más por la flacidez de la piel que por pagar las cuentas en la vejez. Ahora que los ‘millennials’ de los países desarrollados y emergentes afrontan la posibilidad real de cumplir más de 100 años de edad, no es sorprendente que muchos estén diligentemente asegurando sus pensiones, al mismo tiempo que comprueban su interés por las últimas aplicaciones para sus modernos celulares.

Sin importar cuál sea tu edad o tu estatus socioeconómico, quizá sea inteligente que la próxima vez que compartas un asiento en el parque con un “vecino”, converses sobre buenas ideas para la vejez.

(*) Julienne Gage es antropóloga y periodista multimedia estadounidense que trabaja en el Departamento de Relaciones Externas del BID. Ha desarrollado investigaciones sobre la vejez en Kenia, Haití, Brasil, España y Estados Unidos. Este post ha sido cedido para Planeta Futuro por el BID.

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