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Cuando el mal gusto es un arte

Una exhibición analiza el término vulgar en el vestir con prendas de grandes marcas

Una creación del diseñador británico John Galliano, en la exposición 'The Vulgar Fashion Redefined', en el Barbican de Londre
Una creación del diseñador británico John Galliano, en la exposición 'The Vulgar Fashion Redefined', en el Barbican de LondreEFE

“La gente llama vulgar a lo que es nuevo para ellos”, decía Mary Quant, la diseñadora que popularizó la minifalda. Una nueva exposición de moda en Londres, en el centro Barbican hasta el próximo 5 de febrero, explora por primera vez ese concepto, y profundiza en el papel de la moda a la hora de desafiar y redefinir los límites del mal gusto.

Para los comisarios de la muestra, Judith Clark (profesora de Moda y Museología en el London College of Fashion y autora de más de 40 exposiciones) y su marido, el escritor y psicoanalista Adam Phillips, el punto de partida fue definir los distintos significados de la palabra vulgar evitando el más obvio y peyorativo. “Siempre tuve ciertos recelos acerca de cómo usaba la gente la palabra vulgar, con tanta convicción, tanto esnobismo. Palabras así no están hechas para que te hagas preguntas, solo para desestimar algo. Queríamos pensar sobre el término en su sentido más amplio”, explica la comisaria.

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Titulada The Vulgar: Fashion Redefined, la muestra incluye alrededor de 120 piezas —prendas históricas, alta costura, prêt-à-porter, manuscritos, objetos y fotografías—, desde el Renacimiento hasta nuestros días. Una lista que no deja indiferente pues incluye un vestido diseñado por Hussein Chalayan recubierto de uñas postizas, un sombrero con forma de emoticono del famoso sombrerero Philip Treacy, la polémica campaña de publicidad de Gucci con el pubis de la modelo rasurado en forma de G, un top de Gareth Pugh realizado con monedas de un penique, un vestido con estampado de envoltorio de caramelos de Jeremy Scott para Moschino, el bañador topless de Rudi Gernreich que se convirtió en símbolo de la revolución sexual de los sesenta o la cesta de supermercado de Karl Lagerfeld para Chanel. Cada una de ellas se enmarca en alguna de las 11 categorías en las que se divide la visita, y que bucean en distintos conceptos (como el exceso, la ostentación, la copia, el exhibicionismo, lo barroco o lo popular) que en algún momento han sido considerados vulgares.

Una creación de la firma Viktor and Rolf.
Una creación de la firma Viktor and Rolf.EFE

La exposición cuenta con la participación de más de 40 firmas de moda, aunque no fue fácil conseguir las prendas, dado el tema y el título de la exposición. Clark tuvo que hacer un esfuerzo extra para que las marcas comprendieran que su planteamiento no era despectivo. “Fue difícil —admite—. Nunca había trabajado tan duro en la propuesta de una exposición y nunca había tenido que insistir tanto y hacer tantas llamadas. Pero algunas marcas con las que había colaborado antes dijeron que sí, y eso ayudó a convencer a las otras”. Además, en una serie de entrevistas audiovisuales, diseñadores como Manolo Blahnik, Christian Lacroix o Stephen Jones accedieron a explicar qué es para ellos el mal gusto.

No es habitual que un psicoanalista comisaríe una exposición de moda, pero Clark considera que ese hecho fue clave para determinar el enfoque “porque el uso de la palabra vulgar está totalmente relacionada con la educación, las ansiedades y los temores de pertenencia de cada uno”. Lo que viene a decir es que el gusto es un concepto en constante cambio y que la vulgaridad es cuestión de perspectiva; al igual que la belleza, está en los ojos del que mira. “Para un cierto grupo de personas Kim Kardashian tiene el peor gusto posible, pero para otros es un icono de belleza y una maravilla”, coincide el sombrerero Stephen Jones. Y añade: “Como decía Diana Vreeland, ‘no estoy en contra del mal gusto, estoy en contra de la ausencia de gusto”.

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