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Guido Tonelli, un exégeta del cosmos

Silvia Hernando

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N SUS tiempos de estudiante, un vehemente profesor de filosofía consiguió espolear en él, ya de por sí curioso, “unas ardientes ganas de conocimiento”. “Por entonces yo quería ser piloto o futbolista”, recuerda Guido Tonelli. “Los típicos sueños de niños”. Más allá de su natural inclinación por el saber, nada hacía presagiar entonces que aquel chaval nacido en el ecuador del siglo XX, en la aldea italiana de Casola in Lunigiana, presentaría años después un libro –El nacimiento imperfecto de las cosas (Los Libros del Lince)– en el que relataría su participación en uno de los mayores hallazgos científicos de nuestra era: el del bosón de Higgs, que explica el origen de la masa en las partículas.

Fue cuando estaba a punto de matricularse en la Universidad de Pisa cuando Tonelli tomó una decisión que trastocaría el curso de su existencia. “Mi idea era apuntarme a Arquitectura”, rememora. “Pero cuando iba a la secretaría, me encontré con un amigo un año mayor que ya estudiaba esa carrera. Nos pusimos a hablar y me dijo que era aburrida, y que ningún profesor había despertado un interés en él”.

El trabajo de este experto en Física de Altas Energías consiste en una exploración inversa: la de las diminutas partículas.

A Tonelli la física siempre le había resultado “fácil”. Así que, una vez decidido a no diseñar edificios, se decantó por ella. “Después, una serie de eventos afortunados me llevaron adonde estoy”. Ese lugar es el CERN, la Organización Europea para la Investigación Nuclear, con sede en Suiza. Desembarcó en 1976 y desde los noventa participa en la alucinante empresa del Gran Colisionador de Hadrones, la máquina que a la postre proporcionaría la ansiada prueba de vida del bosón.

Desde su llegada al LHC, el italiano colaboró en la puesta en funcionamiento del CMS, uno de los varios experimentos que se llevan a cabo en el CERN para intentar efectuar detecciones. En los decisivos años de 2010 y 2011 Tonelli fue líder del proyecto, y sus esfuerzos, combinados con los de otro ensayo, el ATLAS, desembocaron en el hallazgo de esta elusiva partícula, que lleva “de Dios” por apellido y por la que sus teóricos, Peter Higgs y François Englert, recibieron el Nobel en 2013. “Claro que ese premio me hizo feliz. Pero cuando sientes pasión, harías este trabajo solo con que te pagaran”.

Tonelli, en el Real Observatorio de Madrid, construido para estudiar los grandes objetos del universo.

Tonelli aclara este punto porque ahí reside una clave de su relato: la que, junto a los entresijos de un avance trascendental, indaga en la faceta emocional de la ciencia, que progresa siempre en colaboración. “Hay relaciones que son tan importantes como los aspectos técnicos”, ilustra. Un vínculo que ha marcado su carrera ha sido el que le une a Fabiola Gianotti, portavoz del ATLAS en el tiempo en que él lo era del CMS. Al lado de esta compatriota vivió un momento irrepetible: el anuncio conjunto de su hazaña el 13 de diciembre de 2011, un día que llegó tras décadas de esfuerzos, de varios errores (incluido uno casi fatal en 2008) e incluso de la propagación del pánico por parte de individuos que vaticinaban que el colisionador formaría un agujero negro.

Por delante queda comprender los desarrollos que este conocimiento podrá propiciar, un reto para el que Tonelli busca mentes jóvenes: “El objetivo secreto de mi libro es que un chico o chica lo lea y diga: ‘¿Por qué no intento yo resolver estas cuestiones?”.

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Sobre la firma

Silvia Hernando
Redactora en BABELIA, especializada en temas culturales. Antes de llegar al suplemento pasó por la sección de Cultura y El País Semanal. Previamente trabajó en InfoLibre. Estudió Historia del Arte y Traducción e Interpretación en la Universidad de Salamanca y tiene dos másteres: uno en Mercado del Arte y el otro en Periodismo (UAM/EL PAÍS).

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