Alquilo piso de 15 metros a 700 euros al mes
A la espera de que la burbuja del ladrillo estalle se impone el abuso en el mercado inmobiliario
El título de este artículo es verídico, pero el propietario de la vivienda en cuestión, en Madrid, atrajo a sus futuros inquilinos —una joven pareja— con el reclamo de que era una buhardilla de 30 metros. No especificó que habitables eran solo la mitad y en algunas zonas no era posible estar de pie sin agachar la cabeza. El mercado manda y la pareja, necesitada de encontrar un refugio en la capital, aceptó la engañosa oferta y firmó un contrato que la condena a perder la fianza si se va antes de dos años. Por suerte,el propietario les aceptó.
La sección Verne de este periódico ha emprendido una magnífica serie titulada Coqueto, mejor ver, que resulta a veces hilarante si no fuera porque detrás de las anécdotas que cuenta hay un drama de gigantescas proporciones para muchísimos ciudadanos y, sobre todo, para los jóvenes, a los que castiga más el paro y la precariedad. Hay que aguzar el ingenio para que, como en los concursos televisivos, el futuro inquilino supere las duras pruebas. Ya no se trata solo de justificar unos ingresos y pagar una fianza de varios meses por un cuchitril mal acondicionado. Hay caseros que se empiezan a permitir el lujo de exigir incluso los últimos movimientos de la cuenta bancaria.
Los reporteros de Verne han visto de todo. Pisos de diez habitaciones con un solo baño, paredes pintadas con Cristos y vírgenes, enredaderas del vecino colándose por la ventana, pisos para 17 personas o cuartos sin enchufes, producto de una obra chapucera realizada para convertir en dos lo que antes era una sola vivienda. La avaricia no tiene límites. La burbuja del ladrillo amenaza con estallar, pero mientras tanto hay que aprovechar el momento. Fuera escrúpulos.
Los precios se han disparado y en enero se han empezado a cumplir los tres años de alquiler mínimo que marca la ley. Resultado: los propietarios se han lanzado a echar a sus inquilinos salvo que acepten una importante subida del precio. Los jóvenes, a pesar de sus dificultades, son buenas piezas de caza. Alquilar cualquier cosa a una familia da más reparo. Los jóvenes, en cambio, pueden compartir piso —qué remedio— y soñar con un futuro mejor. Si son estudiantes, con más razón. “El precio del alquiler en relación con el salario debería ser, aproximadamente, del 30%”, explica Laura Sánchez en Verne. “Eso significa que un mileurista, en Madrid, podría alquilar un piso... En ninguna parte”.
La oferta de pisos se ha reducido drásticamente desde que los propietarios comprendieron que los alquileres turísticos son un negocio mucho más rentable. Miles de pisos, por tanto, han quedado fuera del mercado inmobiliario habitual. Solo en la plataforma Airbnb había el año pasado 255.000 en toda España.
El grupo Politikon describe en un libro muy recomendable las dificultades de ser joven en España. Lo tituló, acertadamente, El muro invisible. En cuestiones de vivienda, sin embargo, los muros con los que se topan se ven a distancia. El mercado laboral les castiga y el centro de las ciudades les expulsa. Inevitable preguntarse si los poderes públicos no podrían hacer algo para evitar tanto abuso. No es posible que un país salga adelante maltratando tanto a los que tienen que construir el futuro.
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