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Los nuevos multimillonarios de la tecnología de Australia no se callan

Mike Cannon-Brookes y Scott Farquhar tienen 39 años y una empresa valorada en 22.000 millones. En contra de la norma que siguen otros grandes empresarios del país, opinan de política y medio ambiente

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Mike Cannon-Brookes y Scott Farquhar son dos multimillonarios poco ortodoxos para los estándares australianos. Son los primeros que se han hecho ricos gracias a la creación y desarrollo de una potente empresa tecnológica, todo un hito en una nación donde las grandes fortunas se generan en sectores como las finanzas o la minería. Otra de sus diferencias con la gran mayoría de la élite empresarial australiana es que no se callan: de la defensa de las energías renovables a una relajación de las leyes de inmigración, ambos se han erigido rápidamente como voces con cierta capacidad de azote a la clase política del país austral.

Cannon-Brookes y Farquhar, ambos de 39 años y compañeros de universidad, fundaron Atlassian en 2002 tras finalizar sus estudios. La compañía crea programas informáticos para otras empresas y desarrolladores fáciles de usar y con un precio relativamente competitivo. Entre estas herramientas destacan las creadas para gestionar proyectos corporativos, como Jira o Confluence. La empresa cuenta actualmente con más de 130.000 clientes, entre ellos gigantes estadounidenses como Facebook, Microsoft, Cisco, Oracle o incluso la NASA. La empresa creció rápidamente y empezó a cotizar en el índice Nasdaq estadounidense en 2015. Su capitalización bursátil se ha disparado desde entonces y actualmente está valorada en unos 25.500 millones de dólares (casi 22.000 millones de euros).

Como propietarios entre ambos del 56% de la empresa, Cannon-Brookes y Farquhar amasan una fortuna aproximada de 7.000 millones de dólares cada uno –según los cálculos de Bloomberg–, lo que les sitúa en el tercer y cuarto puesto de las personas más ricas de Australia. El éxito mundial de Atlassian es algo inédito en ese país, donde las tecnológicas tienen en general poco recorrido debido a una población relativamente pequeña (unos 25 millones de habitantes) que limita tanto la contratación de talentos como la cantidad de capital riesgo dispuesto a invertir en estos proyectos.

El ascenso de estos dos jóvenes emprendedores ha revolucionado asimismo la élite empresarial del país, cuya inmensa mayoría procede de dinastías familiares que explotan los vastos recursos naturales –especialmente mineros– de la isla, cuyo tamaño es unas 15 veces mayor al de España. Al tiempo que su fortuna se ha incrementado, los protagonistas del milagro de Atlassian, que comparten esa pose desenfadada que se estila entre los ejecutivos de Silicon Valley y hasta hace pocos años se mantenían en un discreto segundo plano, dieron un sonoro golpe de efecto el año pasado cuando adquirieron las dos viviendas más caras del país. Las casas, una al lado de la otra, se sitúan en una zona privilegiada en Sídney. Farquhar pagó por la suya unos 44 millones de euros; Cannon-Brookes, 63 millones. Ambas propiedades, de un enorme valor simbólico, fueron compradas a los dueños de dos importantes grupos que se centran en la edición de periódicos.

Como refleja un reciente perfil de los fundadores de Atlassian publicado en The New York Times, ellos tampoco cumplen la ley no escrita de que los multimillonarios del país no se inmiscuyen en asuntos políticos, al menos de forma pública. Ambos jóvenes han azotado desde Twitter y en los medios de comunicación al ejecutivo del país por decisiones que consideran erróneas. Cannon-Brookes, por ejemplo, es muy activo en redes sociales en la defensa de medidas que combatan el cambio climático y se ha mostrado abiertamente crítico con la política energética del primer ministro, Scott Morrison, un férreo defensor de la industria del carbón que busca ralentizar la implementación de energías renovables.

Scott Farquhar también ha alzado la voz contra algunas medidas del gobierno australiano, principalmente aquellas que considera que pueden tener un impacto negativo en la empresa que fundó y en general sobre el sector tecnológico. La más evidente es la polémica ley que da permiso a las agencias de seguridad e inteligencia del país para acceder a los mensajes electrónicos encriptados en caso de amenazas de terrorismo u otros delitos. Otra es la restrictiva política de inmigración australiana, que dificulta a las empresas tecnológicas la contratación de expertos extranjeros. Si bien sus proclamas no han logrado modificar la ley de cifrado, su presión sí contribuyó a que el anterior ejecutivo flexibilizara los requisitos para dar visado a empleados cualificados para trabajar en la industria tecnológica.

Ambos proceden de orígenes muy distintos (el padre de Cannon-Brookes era un alto ejecutivo del sector financiero mientras que el de Farquhar era empleado de una gasolinera), pero la fundación de la tecnológica de mayor éxito les ha convertido en buenos amigos y, desde hace pocos meses, vecinos. Ambos se deshacen en elogios cuando hablan del otro: “Mike es una de las personas más creativas que puedes conocer. Es bueno imaginando cosas que aún no existen”, dijo Farquhar en una entrevista al medio local Sydney Morning Herald. Cannon-Brookes alabó las habilidades como líder de su compañero y su capacidad de resolver situaciones de crisis. “Tuvimos un incidente de seguridad y Scott, que estaba en su luna de miel, decidió regresar. Probablemente fueron los siete días más estresantes de nuestras vidas”, recuerda. Tras la tormenta, Farquhar compensó esa interrupción con una segunda luna de miel.

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