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“La inversión que ha hecho España contra las pandemias se puede perder”

Françoise Vanni, directora de relaciones internacionales del Fondo Global para la lucha contra el Sida, la Malaria y la Tuberculosis, repasa los retos de una institución que aspira a recaudar más de 12.500 millones de euros en octubre

Campaña de prevención de la malaria en Niamey (Niger).
Campaña de prevención de la malaria en Niamey (Niger).Sarah Hoibak (Fondo Global)
Pablo Linde
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Una vez cada tres años, representantes de los gobiernos y de las mayores fundaciones filantrópicas del mundo se reúnen y deciden cuánto dinero aportarán para luchar contra el sida, la malaria y la tuberculosis en el siguiente trienio. Es la conferencia de reposición del Fondo Mundial, una asociación que se creó a principios de este siglo con el fin de frenar las tres pandemias.

Los resultados han sido espectaculares: se calcula que ha salvado 27 millones de vidas en este tiempo. Las muertes se redujeron drásticamente en los tres primeros lustros de su existencia, pero desde hace un par de años las cifras han dejado de mejorar o incluso han vuelto a repuntar, como es el caso de la malaria. No parece casual que en este mismo periodo se hayan estancado también las aportaciones de los donantes.

La próxima conferencia de reposición se celebra en octubre en Lyon (Francia). El objetivo del fondo es conseguir al menos 14.000 millones de dólares (12.527 millones de euros). La directora de relaciones internacionales de la institución, Françoise Vanni, asegura que de fracasar el mundo habrá perdido la oportunidad de acabar con las tres pandemias en 2030, que es la aspiración que se recoge en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la agenda que la comunidad internacional se marcó en 2015 para los siguientes 15 años.

Pregunta. ¿Por qué es tan crítico llegar a esa cifra?

Respuesta. El Fondo Global funciona en un ciclo de tres años, lo que nos permite planear a largo plazo. Hemos calculado que se requieren uno 14.000 millones [de dólares] mínimo para poder seguir con el trabajo que llevamos 17 años haciendo, salvar vidas, para terminar con estas tres epidemias en 2030. Octubre es un momento clave porque las enfermedades están ganando terreno de nuevo, a través de diferentes modalidades de resistencia y vulnerabilidad de las personas.

Françoise Vanni.
Françoise Vanni.

P. ¿Por qué se han estancado?

R. Hemos progresado muchísimo en salvar vidas, pero no lo suficiente en reducir la incidencia, con lo cual el ciclo no se detiene: el objetivo no es que la gente reciba tratamientos por meses o años, sino que no contraigan las enfermedades.

En el caso de la malaria se han reducido la mortalidad e incidencia desde 2002. Pero desde el año pasado ha habido un repunte. Mata a un niño cada dos minutos, que es una brutalidad, porque se puede evitar. También afecta a mujeres embarazadas en zonas rurales, vulnerables, pobres. Y se puede prevenir. Pero estamos observando resistencia de los mosquitos y también del virus mismo, lo cual lo hace mucho más complicado y hay que intensificar la investigación, la innovación, la escalabilidad. 

En el caso de la tuberculosis tenemos un problema triple: uno es que muchas veces se cree que ha desparecido, y es la enfermedad infecciosa que más mata. Lo segundo es que de los 10 millones de casos al año, aproximadamente 3,5 no se identifican, así que siguen propagando la infección y en ellos no se puede prevenir ni tratar, así que estas personas tienen un alto riesgo de morir. Es un problema muy grave; necesitamos encontrar a estas personas, lo que requiere de campañas, identificación, tratamiento… Y también tenemos un problema con la resistencia, que es muy robusta y no permite que los tratamientos funcionen.

El objetivo no es que la gente reciba tratamientos por meses o años, sino que no contraiga las enfermedades

En VIH ha habido mucho progreso, pero existen bolsas de resistencia a la enfermedad muy graves, sobre todo en grupos vulnerables: trabajadores sexuales, hombres que tienen relaciones con hombres, usuarios de drogas... Y otro grupo que está sufriendo mucho son las mujeres de entre 15 y 24 años en el sur de África. Vemos que una chica joven tiene entre dos y seis veces más riesgo de contraer el virus.

P. ¿Por qué sucede esto?

R. Tiene que ver con vulnerabilidades, desigualdad de género y exposición a la violencia. Ahora nos estamos enfrentando a brechas estructurales que van mucho más allá de lo científico. El VIH entre chicas jóvenes no es un problema médico, sino de desigualdad en cuanto a acceso a educación, oportunidades económicas, violencia de género, sexual, estigmatización y marginalización. Estamos viendo que si contraen el virus muy jóvenes lo hacen, en la mayoría de los casos, con hombres no tan jóvenes, lo que es un síntoma. Es muy importante escucharlas, ir adonde están, trabajar con el sector educativo, organizaciones feministas, de derechos, medios de comunicación, los influenciadores, para hacer que lleguen los mensajes. Y, por supuesto, también trabajar con los chicos. Es un abordaje estructural. Hemos multiplicado por cinco la inversión en este tema en 13 países clave de África con el objetivo de reducir las nuevas infecciones en 58%. Vamos por buen camino. Por ejemplo: al quedarse las chicas en secundaria más tiempo, reducen la exposición al VIH, así que promovemos que permanezcan en la escuela a través de ayuda financiera.

P. ¿Qué pasa desde que los donantes aportan el dinero hasta que llega a los destinatarios? ¿Cuál es el proceso?

Si las chicas contraen el virus muy jóvenes lo hacen, en la mayoría de los casos, con hombres no tan jóvenes, lo que es un síntoma

R. Si todo va bien, en octubre tendremos 14.000 millones. Con eso el Fondo Mundial hace el llamado a los países implementadores para que hagan sus propuestas de programas en la lucha contra las tres pandemias y para el fortalecimiento de sus sistemas de salud. Les asignamos los montos, en función de su carga epidemiológica y sus capacidades financieras. Cada país sabe con cuántos recursos puede contar gracias a criterios muy establecidos. Basándose en eso, todos los socios se reúnen y discuten sobre cómo quieren seguir luchando contra las tres enfermedades. Ahí está el ministerio de salud, la sociedad civil, los diferentes actores, que participan de manera transparente e inclusiva. Elaboran una propuesta y un grupo de expertos independientes la analizan. Entonces hacemos un programa a tres años con todo el acompañamiento que nosotros ofrecemos, digamos, las guías que damos a los países, que son los que al final deciden. Todos los programas van a ser diferentes, pero asesoramos en los que nos parecen clave. A la vez, tenemos fondos catalíticos que nos ayudan a apalancar temas que vemos que requieren algo más, no en un solo país. La prevención en chicas del VIH es uno de ellos.

P. Según sus cálculos, por cada euro que invierten, se recuperan 19. ¿Es más una inversión que una donación?

R. Posiblemente es la inversión con más rendición que uno pueda imaginar. Hay beneficios en salud y vidas salvadas, pero también a nivel económico y de desarrollo, se ve también como una inversión que permite mejorar otras dimensiones, como educación o la igualdad de género. Además, hay un retorno en cuanto a la gobernabilidad: se ha estudiado cómo este mecanismo de asociación y trabajo colectivo permite políticas públicas que mejoran la transparencia y la rendición de cuentas.

P. Los donantes han ido perdiendo impulso en los últimos años. ¿Por qué?

R. Es una de las causas del estancamiento. Ha faltando en estos últimos años el mismo impulso que hemos visto hace 20 años, cuando la emergencia era tan obvia que no se podía no hacer nada y se creó Fondo Mundial. Pero si paramos ahora vamos a perder la inversión hecha y la del futuro va a tener que ser mayor.

P. ¿Es posible acabar con las tres pandemias en 2030?

Ha faltando en estos últimos años el mismo impulso que hemos visto hace 20 años, cuando la emergencia era tan obvia que no se podía no hacer nada y se creó Fondo Mundial

R. Hay mucho trabajo por hacer y estamos en un momento crítico en el que la comunidad internacional debe decidir si quiere de verdad lograr los objetivos. Si no conseguimos los 14.000 millones ahora, en tres años será muy tarde. Sabemos lo que hay que hacer, sabemos que se puede, pero se requiere inversión, colaboración y liderazgo político.

P. España lleva desde 2011 sin aportar. ¿Cómo explicaría tanto al Gobierno como a los ciudadanos que es importante que el país se vuelva a incorporar al Fondo Mundial?

R. España ha sido uno de los donantes históricos más importantes y, aún hoy, es el 12º donante. La inversión que ha hecho se puede perder. La apuesta del Fondo Mundial, la cooperación internacional, la inclusividad en las políticas públicas, que coloquen los derechos en el centro y se trabaje contra las desigualdades va en línea con la agenda española y sería una señal poderosa poder contar con España en la próxima reposición.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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