Berto Romero: “Con mi hijo en brazos se murió mi padre, la vida me dio una hostia gorda”
El cómico y actor, que acaba de estrenar la tercera temporada de 'Mira lo que has hecho', habla en este entrevista sobre la paternidad, la madurez, el humor y el confinamiento
En el 2012, dos años después del nacimiento de su primer hijo (Lucas), Berto Romero (Cardona, 1974) publicaba Padre, el último mono (Planeta), un libro sobre la experiencia de la paternidad donde todo empezaba por una pregunta: ¿Está usted preparado para ser padre? Y se ve que Berto lo estaba o por lo menos iba a repetir, porque no mucho después, en 2013, nacían sus dos mellizos (Paula y Tomás). Sin embargo, no hubo libro, sino serie, Mira lo que has hecho, estrenada con críticas entusiastas en 2018 y que estrena ahora su tercera temporada.
El señor P. Tinto (El milagro de P. Tinto) aprende que al primer hijo se le arropa con cuidado; que es normal que el segundo se te caiga de la cuna; y que al tercero te apetece tirarlo directamente por la ventana. Sin embargo, él los quiere a todos de la misma manera. ¿En qué fase estás tú? Yo tengo a P. Tinto en un altar. Es una película que me flipa. Pero no sé, nunca he pensado en si los quiero más o menos. Es verdad que la experiencia con cada hijo es muy distinta y que sí se produce la sobreatención del primero, pero luego dejas a los segundos un poquito más a su lado. Yo sólo he tenido dos partos: el primero [Lucas] y luego dos que vinieron de golpe [Paula y Tomás]. Pero tengo la sensación de que si viniera otro ahora igual ya se encargarían más los propios niños que nosotros (risas).
"No me hicieron 'bullying', aunque lo intentaron, supongo. Estaban los matones de la clase y tal, pero yo me supe escabullir. He sido siempre muy superviviente"
¿Te cambió más la vida de cero a uno que de uno a tres? Noté el cambio mucho más con el primero que con los segundos. Sobre todo noté la renuncia al espacio, quitarme el foco de atención de encima y pasárselo al niño. Antes tenía rutinas de trabajo muy de artista, de tener que entregar algo el jueves y documentarme hasta ese día esperando a que llegara la inspiración. Luego, media hora antes de entregar el trabajo, redactaba lo que tenía que redactar o escribía el gag. Cuando nació Lucas sólo me quedó esa media hora y vi claro que tenía que caminar hacia el zen. Me ayudó a administrar mi tiempo. Y lo administro mucho más desde que nacieron mis hijos.
Tu personaje dice que ha dejado los porros y se ha pasado a la cerveza cuando va al parque, pero más adelante admite que fuma todavía algún canuto esporádico. ¿Qué vicios se van dejando con la paternidad? Es una manera de explicar que al final te acostumbras a todo y que tampoco pasa nada. Cuando los personajes de la serie llegan al final del camino, lo único que hacen es convivir con sus hijos, porque se han dado cuenta que lo único que pasa es que son padres y ya está, que sigue habiendo espacio para sus vicios y sus tonterías. Simplemente ahora lo tienen que compartir con ellos. Hacemos una especie de alegato al final de la tercera temporada en favor de la paternidad para explicar que también tiene cosas buenas, que es una posición muy infantil estar continuamente quejándose, diciendo que ya no puedes salir por las noches, que no puedes tener tiempo para ti... Bueno, pero eres padre, cojones. Te han quitado muchas cosas, pero te han dado también muchas otras. Forma parte de hacerse mayor. Me he tenido que esperar tres años para poder decir esto, porque siempre me han dicho “qué anticonceptiva es tu serie”.
¿En qué momento empezaste a verte más mayor? Hay un momento en mi vida que me dan una hostia gorda, que es cuando yo tengo a mi hijo en brazos, con aproximadamente un año o un año y poco, y muere mi padre. Ahí están juntas las dos experiencias: la crianza de mi hijo con la agonía y muerte de mi padre. Pensé que era un momento clave en mi vida, porque yo ocupaba ahora ese papel. Estaba cuidando a mi hijo en casa e iba al hospital y cuidaba a mi padre, que estaba en agonía. Es horrible, muy doloroso, pero es bonito. Llegué a un punto en mi vida en el que identifiqué que eso que estaba pasando era importante. Recuerdo otro momento en que yo flipé, porque pensé que lo que me estaba pasando lo había escrito alguien rápido y mal. Estábamos haciendo Buenas noches y Buenafuente, que era un programa que hizo Andreu [Buenafuente] en Antena 3 y que duró muy poco, como seis programas. Pues mi padre murió en el tercero. La experiencia de ese programa está ligada a la muerte. Durante tres programas agoniza y muere, y los tres últimos son ya de duelo. Hubo un día que estaba vestido de Lady Gaga con un traje de pollos colgando, esperando para salir y bailar como ella. Un poco antes había hablado con mi hermano por teléfono y me dijo que a mi padre le estaban poniendo sedantes, porque estaba en paliativos. Yo recuerdo estar allí, esperando para salir, escuchando todavía la voz de mi hermano diciendo “papá se muere esta noche o mañana”, cuando se abrieron las puertas. Entonces aparecí cantando y bailando con el traje de los pollos. Pensé: “Joder, esto es increíble”.
"Me parece que la televisión no tiene muchos escrúpulos y que ha sacado el aplicar el entretenimiento a todo a quedarse con lo peor: priorizar la velocidad al análisis y convertirlo todo en una especie de pasta insípida para consumo rápido"
No tardaste en hacer chistes sobre tu padre en el teatro. Supongo que sería una manera de hacer terapia. Yo siempre he usado la comedia para curarme. Hay cosas que sólo las entiendo cuando puedo hacer el chiste. Entonces le quito peso y alivio a todo el mundo. En esa situación en la que te dicen que tu padre ha muerto y tú preguntas cómo ha sido, prefiero hacer el chiste yo primero y descargar el ambiente, quitarle la electricidad estática, y funcionar así. Estas cosas no sé si luego se ven en la serie o no, pero por lo menos el tono está. Cuando rodábamos la primera temporada yo había escrito la muerte de mi padre. Era una muerte ficcionada, obviamente, pero a mí me hacía sentir cercano a lo que fue la experiencia. Teníamos que rodarla el lunes y el domingo murió mi madre. Era una situación terrible, porque tenía que entrar en un plató, en un set de rodaje, a fingir la muerte de mi padre habiendo muerto mi madre el día antes. Al final lo hicimos el jueves, pero ese rodaje fue emocionalmente muy potente para todo el equipo. Todos estaban muy sensibles y esa escena la interpreté con la muerte reciente de mi madre en ese momento. Luego, curiosamente, en la segunda temporada volvimos a rodar la muerte de mi padre pero con [Antonio] Resines, y yo creo que parezco más triste y más apenado en esa segunda que en la primera.
Cuando tu padre (Mariano Venancio) muere en la serie, como última voluntad te comes un bocadillo de chistorra al lado de la cama del hospital. Sin embargo, fuera de la ficción, la última voluntad de tu padre era que le metierais un paquete de cigarrillos en el bolsillo de la chaqueta por si en la otra vida no había tabaco. Sí, siempre lo decía. Y se salió con la suya. Llevábamos toda la vida diciéndole que moriría de los pulmones, porque era profundamente asmático y se crujía un paquete y medio de tabaco cada día, pero murió por una cirrosis. Nos decía: “Por favor, metedme en el bolsillo de la chaqueta un paquete de tabaco y un mechero por si acaso”. Yo me encargué. Me hizo mucha ilusión poder hacerlo.
Igual que te dicen cómo educar a un hijo, ¿también te dicen cómo tenes que hacer un chiste? Nos dicen cómo tenemos que hacerlo todo y nos dicen también cómo no tenemos que hacerlo todo. Con lo cual, al final la sensación de presión es extrema. Yo creo que me he especializado en retratar a gente bajo presión. A mí lo que me interesa es ver gente pasándolo mal por no saber cómo tiene que hacer las cosas. Yo creo que sí: o nos lo dicen o nos sentimos juzgados. A veces hay una sensación casi más subjetiva de sentirte juzgado que lo que realmente está ocurriendo, porque detrás de todo el ruido hay menos de lo que te imaginas. Simplemente es sólo ruido por ruido.
Tráiler de la tercera temporada de 'Mira lo que has hecho'.
¿Recuerdas la primera vez que te dijeron “no tienes ni puta gracia”? No tengo un recuerdo claro de cuándo fue la primera vez, pero sí que me he enfrentado a opiniones negativas o contrarias o a insultos en redes. Me gustaba incluirla [la frase] en la serie, porque es el ataque más duro a un cómico, como disparar a su línea de flotación. Decirle “no tienes ni puta gracia” es privarle de sus poderes. Es kriptonita.
¿Qué ve por por televisión alguien que trabaja en el medio? No veo la tele. Perdí el hábito hace mucho tiempo. Estoy bastante desconectado. No sé muy bien lo que está haciendo la televisión pura, como género. Mi visión sobre la televisión en la serie es un poco desencantada. Por lo menos un cierto tipo de televisión que me parece que no tiene muchos escrúpulos y que ha sacado el aplicar el entretenimiento a todo a quedarse con lo peor, que es simplemente no reflexionar, priorizar la velocidad al análisis y convertirlo todo en una especie de pasta insípida para consumo rápido. Ese tipo de televisión que antes identificábamos con los realities o con el corazón y que se ha ido expandiendo a todo como una metástasis.
¿Cómo habéis vivido el confinamiento? Pues lo seguimos viviendo. Todavía están los niños en casa. No han vuelto a cole y no van a volver hasta el 11 o el 14 de septiembre. Estamos viviendo un paréntesis familiar muy curioso en el que el verano va a tener seis meses y ellos han tenido que aprender unas dinámicas de trabajo muy nuevas a través de pantallas. Ha sido muy esquizofrénico. No está siendo terrible, porque nos queremos mucho y somos una familia bien avenida y no hay tensiones y mi mujer y yo nos llevamos bien. Todos los condicionantes son buenos y tengo trabajo y por suerte no hemos tenido problemas económicos. Pero claro, vete añadiendo factores de riesgo nuevos... Dentro de que estamos todos bien y que lo llevamos bien, ha sido muy duro y está siendo muy complicado. Me cuesta mucho hablar de esto, porque no tengo perspectiva. No lo he digerido todavía.
"El confinamiento no está siendo terrible porque somos una familia bien avenida, no hay tensiones y mi mujer y yo nos llevamos bien. Pero ha sido muy duro y está siendo muy complicado"
¿Qué te parece que abran antes las discotecas que los colegios? No lo entiendo muy bien y me molesta un poco. No sé si responde a un criterio económico. Como la educación en principio se puede parar y no genera riqueza, pues a lo mejor la dejamos para más tiempo del necesario, lo cual me daría mucha pena. O no sé si responde a otros criterios de los que, honestamente, no quiero hablar, porque no tengo los datos y no me quiero pillar los dedos. A lo mejor es que sanitariamente realmente es un problema y yo no lo sé. Pero si obedece a otras razones me daría pena.
¿La función del colegio es mostrar la cara más áspera de la sociedad? No sé si es esa su función, pero puede ser un efecto colateral, porque tanto el colegio como la familia son ámbitos en los que se ensayan muchos conflictos que luego vas a tener en la vida real.
¿Cómo eras en el colegio? ¿Se reían de ti? ¿Te hacían bullying? No me hicieron bullying, aunque lo intentaron, supongo. Estaban los matones de la clase y tal, pero yo me supe escabullir. He sido siempre muy superviviente y creo que el rasgo más característico mío es que me adapto mucho a todo. Pienso que sabía cómo hacer reír a los matones también. Me mantuve siempre entre todo el mundo sin llamar demasiado la atención porque pronto supe que si llamabas demasiado la atención te podía caer una hostia rápido. Aprendí mucho en el cole. Creo que en mi carácter se formó mucho allí.
¿Cómo era tu vida en Cardona (Barcelona)? ¿Es verdad que jugabas en la cocina porque era allí donde guardaban tus juguetes? Vivíamos en un piso muy pequeño y yo no tenía sitio para guardar los juguetes en mi habitación. En el mueblecito de la cocina, que tenía dos cajones largos, guardábamos arriba los cubiertos y el de abajo me lo dejaron a mí para los juguetes. Eso era muy tierno, porque yo jugaba con el olor a la comida y con mi madre cocinando. Fui el segundo hijo, pero con mucha diferencia de edad con mi hermano, y tenía un poco la sensación de ser hijo único. Tuve una infancia muy feliz y en mi pueblo era muy bonito ser niño. Jugaba en la calle muchas horas sin tener miedo a que me atropellaran los coches, corriendo muy libremente de un sitio a otro... Yo vivía a los pies de una fortaleza medieval, el Castillo de Cardona, y eso era mi patio de juegos. Nos íbamos los niños a correr por entre murallas de una fortaleza.
¿Cómo era tu abuela? Alguna vez has hablado de ella en Nadie sabe nada. Mi abuela amaba mucho su tierra y luego decía cosas terribles de ella, pero lo hacía como broma. Mis abuelos practicaban una especie de auto-odio que luego les vino muy bien en Cataluña. Los americanos llaman self-deprecating a este tipo de comedia, que es muy judía también, esto de estar continuamente odiándote a ti mismo. A mis abuelos les encantaba la música de su tierra y siempre estaban escuchando discos de copla y de Rafael Farina y de Juanito Valderrama... Seguían mucho las tradiciones de su tierra de origen, pero luego eran como muy descarnados hablando de aquello. Ellos salieron de allí, huyendo del hambre, y habían llegado a principios del siglo XX a mi pueblo para trabajar en las minas de sal y potasio.
¿Murcia se ha convertido en el nuevo Lepe? Yo creo que no. Y creo que no precisamente porque se lo toman bien. Es una lección que tendremos que aprender todos: lo mejor que puedes hacer cuando alguien se ríe de ti es reírte también y no darle importancia. Tenemos la piel muy fina, sobre todo con las territorialidades. Estamos muy orgullosos de haber nacido en un sitio cuando en realidad es fruto del azar, porque podríamos haber nacido 100 kilómetros más allá y estar en otro lado simplemente porque nuestra madre se puso de parto en un sitio y no en otro. El ejemplo de Murcia siempre me hace sentir bien cuando veo que se pueden hacer chistes sobre ellos y que les da un poquito igual. Eso hace, de hecho, que se hagan menos. Es un básico. Cuando se meten con alguien en el colegio, el consejo que damos los padres es que no haga caso, que ya se cansarán, porque lo que quieren es ver cómo reacciona. Y los adultos, cuando damos ese consejo, es porque sabemos que nosotros funcionamos igual.
“Una casa no es un hogar hasta que se vacía la última caja de la mudanza”, dice tu padre en la serie. ¿Qué etiqueta le pondrías tú a tu caja de recuerdos, teniendo en cuenta que no eres nada nostálgico? No me gusta la nostalgia, porque me lleva a dos sitios que no me interesan demasiado. Cuando recuerdo algo de mi vida que ha sido muy bonito o terrible, sólo puedo sentir dos cosas: o nostalgia (el deseo de volver, la sensación de haberlo perdido, lo cual no me gusta y no me lleva a nada) o una alegría que tampoco siento ya, porque forma parte del pasado. No le veo mucho sentido. Igual que lo de proyectarme en el futuro.
¿Lo que poseemos nos acaba poseyendo? Yo creo que sí. Esto lo dice Tyler Durden (Brad Pitt) en El club de la lucha, ¿verdad? Siempre me he sentido muy identificado con esa frase, por eso la he recordado en cuanto la has dicho. Me llamó mucho la atención y me resonó cuando la escuché, porque también pienso que las cosas y los recuerdos te acaban poseyendo. Por eso, cuanto menos, mejor.
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