Una cata submarina, una sesión de ‘animal flow’ y más planes diferentes para redescubrir Tenerife

Cualquier época es buen momento para recorrer su paisaje volcánico, pero hacerlo en los primeros meses del año brinda una tregua del invierno peninsular. Bocados con estrella Michelin, avistamiento de ballenas y delfines, tesoros de su artesanía local, bañarse entre acantilados… Hay excusas de sobra para visitar la isla canaria

Vista aérea del pueblo y las piscinas naturales de Garachico, en la isla canaria Tenerife.Kess16 / Alamy (Alamy Stock Photo)

Noches suaves y días de sol garantizado pero sin calor sofocante. Tenerife depara un panorama idílico al que escaparse, y hacerlo durante los primeros meses del año brinda una tregua de las frías temperaturas y lluvias que suelen dominar en la Península. Pero la isla más grande del archipiélago canario es mucho más que un reclamo playero. Contentar al estómago mientras se descubre su alta cocina o sus vinos autóctonos, descubrir nuevas terapias sensoriales, avistar ballenas y delfines, conoc...

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Noches suaves y días de sol garantizado pero sin calor sofocante. Tenerife depara un panorama idílico al que escaparse, y hacerlo durante los primeros meses del año brinda una tregua de las frías temperaturas y lluvias que suelen dominar en la Península. Pero la isla más grande del archipiélago canario es mucho más que un reclamo playero. Contentar al estómago mientras se descubre su alta cocina o sus vinos autóctonos, descubrir nuevas terapias sensoriales, avistar ballenas y delfines, conocer los tesoros de su artesanía local o darse un chapuzón entre rocas volcánicas son algunas de las experiencias que propone esta gema del océano Atlántico.

1. Comer como un auténtico ‘bon vivant’

Durante algún tiempo, el conocimiento popular que teníamos de la gastronomía tinerfeña se limitaba a los clásicos que coronaban la carta de cualquier chiringuito a pie de playa: papas arrugadas, pescados a la plancha y una dosis contundente de mojo. Pero en los últimos años la isla ha cogido carrerilla y se postula como un oasis a la vanguardia del buen comer y beber. Su versión de la dieta atlántica basada en el consumo de productos de la zona, como el atún rojo, el cochino negro, la fruta tropical, mieles y quesos singulares del archipiélago, patatas y vinos autóctonos, se fusiona con nuevas tendencias y giros que tejen un estimulante mapa gastronómico por toda la isla.

Solo Royal Hideaway Corales, el hotel gastronómico por excelencia situado en la Costa Adeje, acumula tres estrellas Michelin en su haber. Dos de ellas respaldan al Rincón de Juan Carlos, el restaurante que lideran los hermanos Juan Carlos y Jonathan Padrón. Aquí el kilómetro cero brilla en todo su esplendor: su cercanía al mar se refleja en las impolutas cocciones de pescados frescos acompañados de otros tesoros culinarios como la lechuga de mar o el turrón de morcilla canaria, junto a una interesante carta de vinos volcánicos, con su sabor ahumado único. Pero la sorpresa no termina aquí. Dos veces al año su menú degustación (disponible solo de lunes a viernes en servicio de cena) es intervenido por las mejores manos del mundo. Toda una batalla de alta cocina que ha contado en sus fogones con chefs como Massimo Bottura, Ana Ros, los hermanos Torres o el más reciente Álvaro Salazar, del restaurante Voro en Mallorca.

Los hermanos Jonathan y Juan Carlos (derecha) Padrón, del restaurante El Rincon de Juan Carlos.

Sin salir de este imponente hotel diseñado por Leonardo Omar, catalogado en 2020 como el mejor hotel de lujo en Arquitectura y Diseño por los World Luxury Hotel Awards, se puede dar un salto transoceánico a través del mestizaje peruano-japonés que propone el restaurante San Hô. Su estrella Michelin no defrauda, con una carta que ahonda en los secretos de la cocina nikkei y aúna lo mejor de ambas culturas a través de la materia prima de las islas Canarias. Para los interesados en descubrir nuevos escenarios culinarios más allá de la mesa de un restaurante, el alojamiento propone la experiencia Chef In Room, una cena en la que aprender a cocinar in situ junto a uno de sus chefs los sabores de la región, como papas arrugadas con mojo palmero, almogrote gomero o tartar de atún rabil. Todo ello personalizado por un maridaje a la carta a cargo del sumiller. El concepto de room service llevado a otro nivel.

'Gyozas' de cerdo y langostinos con reducción de naranja, uno de los platos del restaurante peruano-japonés San Hô, en Santa Cruz de Tenerife. Food Design Company

De cerca le sigue el hotel Ritz-Carlton Abama, el tropicalismo hecho resort entre jardines botánicos, vistas a un volcán y una fachada de aires árabes diseñada por el arquitecto boliviano Melvin Villarroel. Este lujoso retiro en el municipio de Guía de Isora, al suroeste de la isla, es también la residencia del restaurante M. B., con dos estrellas Michelin, de Martín Berasategui. La propuesta del veterano chef ondea tanto por sabores locales como traídos de los cinco océanos, con deliciosas fusiones como la ostra escabechada con granizado de sake de pepino, chalota encurtida y bruma marina. Indescriptible. El prestigio restaurante Kabuki que dirige Ricardo Sanz sustenta la tercera estrella del alojamiento, con su fusión japomediterránea de sabores limpios y cortes impecables que queda grabada para siempre en el paladar.

Como colofón, y también con estrella, no deberíamos dejar la costa occidental sin pasar por Nub para conocer sus bocados que acortan distancias entre los fogones de Italia y Chile. En el restaurante emblema de hotel Bahía del Duque, los chefs Andrea Bernardi y Fernanda Fuentes-Cárdenas proponen un recorrido sensorial por las raíces culinarias de sus países de origen con opción de menú vegetariano.

2. Visitar (y saborear) una auténtica plantación de plátanos

El eslógan dice que el plátano de Canarias es el mejor del mundo, pero no siempre tenemos la oportunidad de catarlo en todo su esplendor. Sin artificios, al natural y con un punto óptimo de maduración. La Calabacera (Carretera TF 463, kilómetro 8.1, playa de San Juan) es el lugar perfecto para hacerlo. Se trata de una finca ecológica que resuena no solo entre los oídos de los locales, sino en las cocinas más vanguardistas de toda la isla. Su dueña, Dulce Acevedo, es la gran precursora del cultivo orgánico de este fruto en el archipiélago desde esta imponente plantación en el municipio de Guía de Isora.

Pero los plántanos no son sus únicos tesoros. Entre las exuberantes plataneras crece a su debido tiempo una familia numerosa de hortalizas y frutos como la exótica atemoya (un familiar americano de la chirimoya), los canisteles con su ligero sabor a almizcle, los árboles de kumquats o sus propias parras de vino. Algunos se secan y fermentan en la propia finca, un dulce testimonio de las visitas guiadas que ofrecen bajo reserva. Y si se quiere vivir la experiencia al completo disponen de alojamiento en el interior de la plantación con apartamentos individuales y piscina.

3. Avistar ballenas y delfines

Frente a la riqueza de sus paisajes volcánicos nutridos de especies tropicales que hicieron de Tenerife desde el siglo XVIII un destino codiciado por geógrafos y naturalistas históricos como Alexander Von Humboldt o Charles Darwin, su riqueza marina no tiene nada que envidiar a la terrestre. Entre el invierno y la primavera es la mejor época para avistar ballenas (la especie calderón tropical o piloto reside de forma permanente en las aguas al suroeste de la isla) y el delfín mular cerca de su costa, debido a la mayor actividad de los cetáceos en el mar que separa la isla tinerfeña de La Gomera.

Un calderón o ballena piloto, género de cetáceos odontocetos frecuente en aguas de Costa Adeje, al suroeste de Tenerife. Laszlo Szirtesi (GETTY IMAGES)

Un punta de partida para su avistamiento es Puerto Colón, en Costa Adeje, donde emprender una excursión de mediodía en barco para ver e inmortalizar a pocos metros sus elegantes saltos sobre el agua salada (en la web Viator se ofertan desde económicas travesías de dos horas hasta cruceros en veleros o yate de lujo con opción de almuerzo) .

4. Una cata submarina

Los vinos tinerfeños han dejado de ser una mera anécdota en restaurantes de la zona para convertirse en un deleite de obligada cata. Situado en el pintoresco paisaje de La Hollera (C. Cruz de Leandro, 36, El Sauzal), con vistas al Teide, las bodegas Monje perpetúan el noble oficio de la uva generación tras generación desde 1750, entre barricas de robles y nuevos sistemas de maceración que aportan a sus tintos, blancos y rosados un carácter especial.

Pero el interés por esta bodega no se limita a sus caldos. En paralelo ofrecen iniciativas culturales y gastronómicas más allá de la degustación del propio vino, como vivir una cata submarina en las aguas de Porís de Abona, en el municipio de Arico; ser testigo de una obra de gastroteatro sobre la Ley Seca, o disfrutar de un bruch con sesiones de DJs en su club subterráneo.

5. Darse un chapuzón en el confín del mundo

Embarcarse hacia uno de los enclaves más recónditos de Tenerife situado en su punta occidental, atizado por el viento y bajo la atenta mirada de un faro de 1897 sacado de una postal, es una experiencia que merece la pena probar. Punta de Teno es esa joya que los tinerfeños expatriados guardan con nostalgia, y que siempre recomiendan cuando se les pregunta qué visitar más allá del circuito convencional de la isla. Su acceso ya es toda una aventura, bien por carretera tomando la autopista TF-1 desde el sur al parque rural de Teno, que ha vivido aislado durante siglos del resto de la isla, o por caminata entre su roca volcánica y bosques de laurisilva que desembocan en los Gigantes de Tenerife. Estos acantilados de más de 600 metros de altura que afloran por columnas de lava fosilizada fueron apodados por los guanches como la “muralla del infierno”, bajo la leyenda de que marcaban el final del mundo. Punto estratégico para practicar esnórquel y submarinismo, este es también el lugar favorito de muchos cetáceos de la zona, de fácil visibilidad en mar abierto a través de un paseo en barco.

Un grupo de turistas camina hacia el faro de Punta de Teno, en la parte noroccidental de la isla de Tenerife. Hugo Amaral (SOPA Images / LightRocket / Getty Images)

Al tratarse de un espacio protegido, solo se puede visitar de 10.00 a 19.00 entre octubre y junio y de 9.00 a 20.00 el resto del año. La mejor manera de llegar al parque es con los autobuses que salen cada hora desde la estación de Buenavista Norte, o bien a atreverse con la ruta de senderismo que comienza desde las poblaciones de Masca o Reno Alto hasta la pequeña cala cercana a los Gigantes.

6. Dormir en la antigua hacienda de un conde

Cerca de este parque natural, en la localidad de Buenavista del Norte y con más de 250 años de historia a sus espaldas, se erige la antigua hacienda donde vivió el conde de Siete Fuentes, figura política y militar de la historia moderna de la isla que llegó a ser alcalde del Puerto de la Cruz. Ahora, en propiedad de la línea hotelera The Meliá Collection, sus campos de caña de azúcar han dado paso a un hotel de lujo solo para adultos donde desconectar con todo tipo de comodidades a las faldas del macizo de Teno.

Campo de golf del hotel Meliá Hacienda Del Conde, en la localidad de Buenavista del Norte. Adolfo Gosálvez Photography

Rodeado de huertos frutales y zonas de baño (incluye una piscina natural excavada en la roca del mar), cuenta con un campo de golf diseñado por Severiano Ballesteros y con vistas al Atlántico. La magia colonial que impregna el interiorismo de todo el complejo recupera la belleza de las casas tradicionales del valle con paredes encaladas, artesonados de piedra y madera labrados o suelos de terracota. Un viaje en el tiempo que comienza con la herencia artesanal y termina en la gastronomía canaria de vanguardia de su restaurante Salazar.

7. Zambullirse en las piscinas naturales de Garachico

Tenerife esconde un lado salvaje y rocoso donde darse un baño puede ser toda una aventura. Además de la arquitectura histórica nutrida de conventos y casa de colores de la localidad de Garachico, el antiguo puerto de la isla atrae la visita de curiosos, sobre todo en verano, atraídos por las aguas salvajes de El Caletón. Fruto de la erupción de 1706 del volcán Arenas Negras, que sepultó para siempre la zona portuaria, estas piscinas naturales a la espalda del castillo renacentista de San Miguel rugen cuando sube la marea convirtiéndose en todo un espectáculo de su paseo marítimo. Los que se animen a surcar su profundidad desde las escalerillas metálicas volverán a sentirse como un niño entre chapuzones y vistas a los acantilados naturales de La Culata. En la temporada estival cuenta con socorrista y dispone de un restaurante con terraza construido sobre la lava.

Piscinas naturales de El Caletón, en la localidad de Garachico (Tenerife). Architect´s Eye / Alamy (Alamy Stock Photo)

8. Resetear el cuerpo: de una sesión de ‘animal flow’ a meditar en un huerto

Nuevas terapias y maneras holísticas de reconectar con el cuerpo cobran cada vez más importancia en la agenda de cualquier viaje. En la isla canaria, el aumento de centros de wellness por toda su geografía dibuja una amplia oferta para mimarse y recargar las pilas.

Esta ruta sensorial comenzaría con un masaje detox al aire libre en la piscina del hotel Dreams Jardín Tropical, en Costa Adeje, seguido de un drenaje linfático y una sesión de reflexología en una de sus cabinas. Sin salir del suroeste de la isla, llega el turno de liberar el estrés y las tensiones acumuladas con un recorrido termal por el Aequor Spa del hotel Jardines de Nivaria. Un culto al poder terapéutico del agua con estimulantes chorros subacuáticos y exteriores que parecen surgir de una cueva natural. La antesala perfecta para un tratamiento con envolturas de algas, fango y sales marinas.

Tras la relajación, comienza la recarga de energía con una sesión de animal flow frente a la playa de la Enramada (disponible bajo reserva en el hotel Royal Hideaway Corales). Esta nueva modalidad de entrenamiento creada por el atleta norteamericano Mike Fitch junta disciplinas como yoga, pilates o capoeira con movimientos inspirados en el mundo animal para ganar fuerza, flexibilidad y potencia muscular. En Puerto de la Cruz se encuentra el spa oriental del hotel Botánico, un centro de relajación con terapias milenarias traídas de Asia como la sauna japonesa o un masaje depurativo de Ayurveda. Para terminar, una sesión inmersiva de meditación en un huerto tropical el hotel Hacienda del Conde para aprender técnicas de respiración que ayudarán a calmar la mente y desconectar del mundo exterior cuando toque volver a la rutina.

9. Llevarse a casa un ‘souvenir’ con historia

El que busque ahondar en el made in Tenerife y conocer la riqueza de su artesanía más allá de la oferta manida que ofrecen las tiendas de los paseos marítimos tiene una larga travesía que recorrer en su ruta por la isla. Además de los bellos Jardines Victoria o la actividad cultural que fluye por el Liceo de Taoro, La Orotava es un pueblo famoso por sus talleres artesanales. La casa de los Balcones (San Francisco, 3), reconocible por sus patios de vegetación tropical y una fachada señorial, está considerada el templo del calado canario, un bordado muy popular en las islas que se confecciona al deshilar una tela tensada por un bastidor. La visita a esta casa-museo permite conocer de cerca esta ancestral técnica y adquirir mantelerías, colchas y otros textiles de elaboración propia en su tienda, junto a dulces artesanales o piezas de bisutería fabricadas a mano con rocas volcánicas.

Fachada de la Casa de los Balcones en el pueblo de La Orotava (Tenerife). Oscar Porras González (500px / GETTY IMAGES)

Sin salir de La Orotava, en el número 34 de la calle Tomás Zerolo, encontramos la tienda de Artenerife, la marca que difunde el trabajo de artistas y artesanos de la isla. Aquí la oferta se dispara, con sugerentes muestras que llevarse a casa como abanicos decorados con plantas frescas, anillos fabricados con papel, cuero o minerales y accesorios de marroquinería.

Los más golosos tendrán un buena excusa para no dar por finalizado el viaje sin visitar San Cristóbal de La Laguna, sede de la tienda y taller de chocolates Lava ( Zebenzuy, 10). Sus originales recetas basadas en la pureza de este derivado del cacao emulan a las rocas volcánicas creadas por el Teide en erupción.

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