Brooklyn es mucho más que su famoso puente y este paseo por el distrito neoyorquino lo demuestra
De Little Odessa al Williamsburg de la serie ‘Unorthodox’, pasando por los murales de Bushwick, los típicos edificios marrones de los Brownstones y las atracciones ‘vintage’ de Coney Island. Una ruta por la vibrante zona neoyorquina que inspiró a Jack Kerouac, Paul Auster y Truman Capote
Nueva York no es solo Manhattan. Distritos y barrios como el Bronx, Queens, Staten Island o el populoso ...
Nueva York no es solo Manhattan. Distritos y barrios como el Bronx, Queens, Staten Island o el populoso Brooklyn completan ese mosaico de diversidad y genialidad. En particular, Brooklyn es otro universo aparte, más grande que Manhattan, donde viven más de 2,6 millones de personas y que bien merece otro viaje. Allí hay mucho que ver, desde barrios cinematográficos de esos de casas de piedra rojiza que aparecen en las películas de Woody Allen a fábricas reconvertidas en enormes centros de arte, magníficos parques tan grandes casi como el propio Central Park y cervecerías artesanas o parques de atracciones junto al mar.
Y para llegar solo hay que cruzar un puente: a elegir entre el famoso puente de Brooklyn, icono de Nueva York, el de Manhattan o el puente de Williamsburg. Los cruzaremos a pie o en metro, como nos resulte más cómodo. O si preferimos, también podremos llegar en ferri: cómodo y rápido, desde Wall Street, en Manhattan, hasta los muelles de Brooklyn.
Para algunos puede que Brooklyn sea sinónimo de distrito moderno con muchas bicicletas y muchas barbas (también la de las minorías judías ortodoxas, que tienen su propio barrio en esta zona). Pero hay más: este es el territorio de Barbra Streisand, de la estética industrial chic, de los antiguos almacenes reconvertidos en salas de conciertos o de calles donde se adelantan a las tendencias que conquistarán el mundo.
Más información en la guía Nueva York de Lonely Planet, Explora Nueva York y en lonelyplanet.es.
Al sur de Brooklyn, sobre todo en Brooklyn Heights y en el vecino barrio de Dumbo, esperan también mucha historia y fabulosas vistas de Manhattan. Y en la zona de Prospect Park hay zonas verdes rodeadas por barrios residenciales estupendos para disfrutar de paseos arquitectónicos, ver escaparates o visitar cafeterías.
Podemos hacer también un viaje al pasado solo con acercarnos a Coney Island, al sur, donde los amantes de los parques de atracciones antiguos disfrutan como niños y se puede pasear junto al mar. Y para los que prefieran la vida nocturna, en el norte de Brooklyn hay un montón de restaurantes y bares en Williamsburg, a solo una parada de metro de Manhattan, o bares con música en directo y ambiente indie en Greenpoint y Bushwick.
El puente más famoso
Con sus potentes tirantes metálicos y sus diferentes niveles, el puente de Brooklyn es el gran emblema del barrio, una obra maestra neogótica que une Manhattan con el otro lado del río. Fue el primer puente colgante de acero del mundo, y cuando se inauguró en mayo de 1883 batió el récord de mayor distancia entre las dos torres de soporte (486 metros). Aunque su construcción estuvo marcada por los desastres (varias muertes incluidas), se convirtió en un ejemplo excelente de diseño urbanístico y ha inspirado a poetas (Jack Kerouac escribió The Brooklyn Bridge Blues), músicos (Frank Sinatra cantaba The Brooklyn Bridge) y otros artistas (véanse las fotografías de Walker Evans).
El puente es la forma más atractiva de cruzar de Manhattan a Brooklyn. Si el viajero va a primera hora, al salir el sol, tendrá el puente para él solo. Y al atardecer hay unas vistas muy románticas de Manhattan. Son 1,5 kilómetros de distancia que se recorren a pie en unos 20-40 minutos (también se puede hacer en bicicleta), depende de las pausas que hagamos para admirar las vistas. Y merecen la pena.
Williamsburg: entre modernos y ortodoxos
Brookyn es inmenso y tiene muchas caras diferentes. Una de las más atractivas es la que ofrece Williamsburg, un antiguo barrio industrial reconvertido en un animado enclave donde aspiran a vivir los jóvenes de Nueva York. Aquí los residentes de treinta y tantos años ya son considerados “mayores”. Está al otro lado del East River, pero se llega desde Manhattan cómodamente en metro y es uno de los enclaves preferidos para pasear, ir de bar en bar toda la noche, tomar un café o de ir de compras por tiendas vintage.
Aquí la mezcla incluye coctelerías que evocan un estilo anterior a la Gran Depresión, restaurantes artísticos que sirven desde costillas asadas hasta gastronomía con estrellas Michelin y suficientes music halls y cervecerías como para pasarse varias semanas de fiesta. Para quien prefiera la vida diurna, Williamsburg está lleno de tiendas de ropa y menaje del hogar, desde emporios del ahorro hasta selectas boutiques de diseño. Por algo este barrio de Brooklyn se ha convertido en el refugio de moda de los neoyorquinos. La Brooklyn Brewery ofrece circuitos los fines de semana, eventos especiales y noches de pub. La artería principal, Bedford Avenue, entre North 10th Street y Metropolitan Avenue, está llena de tiendas de ropa, cafés, bares y restaurantes baratos; también han aparecido locales geniales en North 6th Street y Berry Street. Eso sí, ya hay quienes consideran que la parte moderna de Williamsburg está acabada y han empezado a colonizar el contiguo Greenpoint, un barrio tradicionalmente polaco, así como los antiguos almacenes que hay más allá, en Bushwick.
Sin salir de Williamsburg, al sur, en torno a Lee Avenue, los sombreros y levitas negras de los judíos ortodoxos toman las calles. Quien haya visto Unorthodox, la serie de Netflix ambientada en esta comunidad hebrea, reconocerá perfectamente sus calles y tiendas. A estas calles se llega en unos minutos en metro, pero es como un viaje a otro mundo. Aquí no hay arte urbano, locales coquetos, cervecerías artesanas o apartamentos de diseño. Las calles de South Williamsburg son sencillas y austeras, con edificios de fachadas bastante ruinosas. Aquí todo es ortodoxo, desde las panaderías o las carnicerías con productos kosher hasta las tiendas. Y por las calles solo veremos hombres con largas barbas y tirabuzones de patilla o mujeres con sus pelucas y sencillos trajes. Es la comunidad de judíos ortodoxos más grande de Estados Unidos, un grupo hermético que vive apegado a sus costumbres y prácticamente no se mezcla con el resto de la ciudad: tiene sus propios comercios, bancos, templos, escuelas y médicos. Al visitarlo hay que ser respetuoso: no es un decorado para turistas, sino una comunidad real que vive con una cultura diferente.
Arte callejero en Bushwick
Por un efecto de expansión del barrio alternativo de Williamsburg (cada vez más caro y sofisticado), la transformación ha alcanzado a los barrios de Greenpoint y Bushwick, que antes acogían a una comunidad polaca y latina, respectivamente, y que en los últimos años han recibido a muchísimos jóvenes creativos en busca de un alquiler más barato. Antes de que los hípsters lo invadieran, Bushwick fue también un importante centro de fabricación de cerveza a finales del siglo XIX y principios del XX. En Bushwick Avenue aún se pueden ver las mansiones de los magnates de la cerveza, algunas de ellas en estado ruinoso.
También surgen lugares curiosos como la Brooklyn Art Library, un interesante espacio con paredes cubiertas por más de 30.000 cuadernos de bocetos que mezclan diseño gráfico, collages, poesía, cómics y ensayos. Son colaboraciones de personas de más de 130 países que han donado sus cuadernos a la biblioteca. Los viajeros pueden consultarlos o, si se sienten inspirados, comprar uno sin pintar y llenarlo con lo que desee. Cuando la biblioteca lo reciba, lo añadirá a la colección.
Pero Bushwick es conocido, sobre todo, por sus muros cubiertos de grafitis. Bushwick Collective es una galería de murales al aire libre realizados por algunos de los mayores talentos del arte callejero de Nueva York y de otros lugares del mundo. Las obras, que van cambiando, pueden verse en las calles Jefferson y Troutman, entre las avenidas Cypress y Knickerbocker, así como en Gardner Avenue. Otras obras de arte urbano se encuentran en los alrededores de la parada de metro de Morgan Avenue y, sobre todo, en las calles Siegel y Grattan. Pero uno puede encontrarse con murales por todo Williamsburg y en las zonas cercanas, formando ya parte del paisaje urbano con sus originales interpretaciones de los hechos cotidianos, de la historia y de los personajes icónicos de la cultura y el arte.
Un paseo por los Brownstones
Frente al alternativo Williamsburg hay un Brooklyn clásico en torno a Brooklyn Heights, unas manzanas de edificios históricos y magníficas vistas de Manhattan. Son lo que se conoce como los Brownstones o “casas marrones”, que son los típicos edificios que salen en las películas, de dos o tres pisos con una escalera de entrada y bajos también accesibles desde la calle. Las casas son tranquilas y sombreadas, una especie de remanso de paz frente a la bulliciosa Gran Manzana.
Cuando se inauguró el ferri de Brooklyn a principios del siglo XIX, los ricos de Manhattan empezaron a construir hermosas casas en Brooklyn Heights, un barrio que todavía es muy deseable para vivir por sus calles arboladas y sus espectaculares vistas del río. Abajo, el Brooklyn Bridge Park, a orillas del río, ha revitalizado plenamente una orilla que estaba abandonada. Y el centro del barrio también está en auge: los bloques de pisos y las cadenas comerciales han transformado poco a poco el paisaje urbano. Paseando por los Brownstones encontraremos muchos escenarios de cine, como el St. George Hotel, que en su tiempo fue el mayor de la ciudad; la iglesia Plymouth, donde a mediados del siglo XIX se organizaban sermones abolicionistas y se recaudaban fondos para rescatar esclavos del Sur, o la casa donde vivió Truman Capote mientras escribía Desayuno en Tiffany’s (1958), en el número 70 de la calle Willow.
Al norte del puente de Manhattan, la zona junto al río es lo que se conoce como Dumbo (acrónimo de su ubicación: Down Under the Manhattan Bridge Overpass; debajo de la pasarela del puente de Manhattan), unas calles adoquinadas que hasta hace relativamente poco eran una zona exclusivamente industrial, pero en la que hoy podemos ver apartamentos de lujo, tiendas de moda, galerías y restaurantes finos. Como elementos representativos del barrio: un tiovivo antiguo, y un antiguo almacén de tabaco. El Jane’s Carousel es un viejo tiovivo de principios del siglo XX colocado en el extremo norte del Brooklyn Bridge Park, y restaurado por una artista de Dumbo que ha respetado todos los elementos del diseño original. Hoy está en funcionamiento, protegido por un pabellón acrílico transparente diseñado por el arquitecto Jean Nouvel.
El Empire Stores & Tobacco Warehouse consiste en una serie de edificios de ladrillo de la época de la guerra de Secesión que se ha reconvertido en un espacio de lujosas tiendas, restaurantes, oficinas y un mercado de alimentación. Un buen ejemplo de la transformación del barrio.
Mercados locales: Brooklyn Flea y Smorgasburg
Cuando se acerca el fin de semana, la gente de Brooklyn se echa a las calles para revolver en las rebajas y mercadillos. Los espectaculares centros comerciales de Brooklyn, Brooklyn Flea y Smorgasburg no han hecho más que ampliarse y mejorar.
Brooklyn Flea reúne un centenar de puestos ambulantes debajo del gran arco del puente de Manhattan, con antigüedades, discos, ropa vintage, artesanía y también algunos puestos de comida.
Smorgasburg es el mayor acontecimiento gastronómico de Brooklyn: una explanada en la que se reúnen más de 100 puestos ambulantes de comida callejera que ofrecen de todo: bocadillos italianos, confit de pato, tacos con pan indio, hamburguesas vegetales, comida casera etíope vegana, helado de caramelo con sal marina, dónuts de maracuyá, cerveza artesana… Se instala en el parque junto al río los sábados y en Prospect Park, cerca de Lakeside, los domingos de abril a octubre.
Parques y vistas de Manhattan
Una de las mejores cosas de Brooklyn es... Manhattan. O mejor dicho, sus vistas. Desde este lado del East River se contemplan unas espectaculares panorámicas de los rascacielos neoyorquinos y de los puentes más emblemáticos. Para eso, nada como cruzar el río y pasear por el Brooklyn Bridge Park, instalado sobre dos kilómetros de paseo a orillas del East River, desde Jay Street, en la zona de Dumbo, hasta el extremo norte de Atlantic Avenue, en Cobble Hill. El paseo ha revitalizado un tramo de ribera transformando unos muelles abandonados en un parque público. Hay un poco de todo, desde una zona cubierta de césped en el Empire Fulton Ferry State Park, en la zona de Dumbo, hasta los muelles reconvertidos, que incluyen parques infantiles y zonas donde se celebran en verano espectáculos gratuitos al aire libre.
Pero el parque más concurrido de Brooklyn para hacer pícnics, volar cometas, correr o montar en bici es Prospect Park, un bucólico entorno que en su día se consideró más grande incluso que Central Park. Creado en 1866, tiene algunas características en común aparte de su tamaño: un prado magnífico, un lago y colinas recorridas por senderos entre árboles. Cada año recibe unos 10 millones de visitantes. Sus hitos son el cobertizo de botes de Audubon, muy fotogénico y con muchas actividades; el zoo de Prospect Park, el prado de Long Meadow, perfecto para pasear o tumbarse a pasar el rato; o el Lakeside Complex, la última atracción del parque, que tiene hasta una pista de patinaje sobre hielo en invierno, un café, senderos de excursionismo y un pequeño espacio para conciertos.
Otra de las maravillas locales por la que merece la pena la escapada a Brooklyn es su Jardín Botánico, una belleza en tres estaciones, con cerezos en flor en primavera, brillantes flores en verano y tonos rojos, dorados y amarillos en otoño. Resulta muy pintoresco su jardín japonés, donde las tortugas de río nadan junto a un santuario sintoísta y en abril-mayo celebra el festival de la floración de los cerezos (el Sakura Matsuri de los japoneses).
Un museo espectacular
El Brooklyn Museum no es el único museo en este distrito, pero sí el más interesante. Este edificio neoclásico de cinco plantas y 52.000 metros cuadrados fue diseñado por los arquitectos McKim, Mead & White en la década de 1890 con la intención de convertirlo en el museo de una sola sede más grande del mundo. El plan perdió fuerza en 1898, cuando Brooklyn se incorporó a la ciudad de Nueva York.
Actualmente, alberga más de 1,5 millones de piezas, incluidos objetos antiguos, salas de época del siglo XIX y pinturas y esculturas que abarcan varios siglos. Lo más llamativo son sus piezas del antiguo Egipto y una destacada colección de pintura americana que incluye piezas del arte feminista pionero de la década de los setenta. De hecho, el museo es una de las pocas instituciones artísticas al uso que dedica un espacio permanente a las mujeres artistas: el Elizabeth A. Sackler Center for Feminist Art, en la cuarta planta.
Como complemento se puede visitar también Center for Brooklyn History, un majestuoso edificio de 1881 con sorprendentes detalles de terracota. Hay mapas, una copia firmada de la Proclamación de la Emancipación y exposiciones temporales sobre aspectos de historia y la vida cotidiana en Brooklyn. Los amantes de los barcos y la construcción naval tienen el museo gratuito del Brooklyn Navy Yard (BLDG92), que da un repaso a los acontecimientos históricos de los últimos 200 años y se centra en la construcción de los buques de la armada de EE UU. También hay otros museos dedicados a los niños, a la vida local o a los transportes públicos, entre otros temas.
Música para todos
En Williamsburg es casi obligado ir a House of Yes, en un almacén con dos escenarios, tres bares y una zona exterior cubierta, que ofrece una de las noches de espectáculo y baile más creativas de Brooklyn. Igual que el Brooklyn Bowl: un espacio enorme con bolera, cervezas artesanas, comida y buena música, incluyendo grupos en directo y algún que otro DJ. Hay incluso karaoke y transmiten partidos de la NFL.
El Music Hall of Williamsburg es el lugar por excelencia para escuchar bandas indie, y muchos músicos de gira por Nueva York actúan solo en este lugar. Aquí han tocado desde They Might Be Giants a Kendrick Lamar. En la zona de Bushwick, se impone The Rookery Bar, con una estética industrial en una avenida llena de arte callejero.
Pero el centro artístico por excelencia es la Brooklyn Academy of Music (BAM), el más antiguo del país, fundado en 1861. Es un complejo que incluye varias salas próximas en la zona de Fort Greene que ofrecen innovadoras y vanguardistas obras de ópera, danza contemporánea, conciertos, cine, teatro y hasta espectáculos multimedia o versiones vanguardistas de los clásicos. Su bar y restaurante BAMcafe ofrece actuaciones gratis de jazz, R&B y pop los fines de semana.
Un día de playa en Coney Island y Brighton Beach
Uno no piensa en playas cuando viaja a Nueva York, pero las hay, y muy buenas, a un tiro de piedra. Coney Island, al sur de Brooklyn, se hizo famosa como zona de recreo de la clase trabajadora a principios del siglo XX. Aunque ahora tiene un punto decadente, todavía atrae a mucha gente que acude a Luna Park y tomar unos perritos calientes y una cerveza en el paseo marítimo entarimado. El parque de atracciones tiene iconos como el Cyclone, una montaña rusa de madera que alcanza casi los 100 kilómetros por hora y con descensos casi verticales, o como la noria Deno’s Wonder Wheel, de color rosa y verde, de 1920. Es el mejor lugar para ver Coney Island desde las alturas.
Y un día de playa típico no puede estar completo sin helados y perritos calientes. Los hot dogs se inventaron precisamente en Coney Island en 1867, y no hay mejor lugar para comerse uno que Nathan’s Famous. Y para tomar un refresco, el legendario bar Ruby’s, en el paseo marítimo.
Para hacerse una idea de la Nueva York de antaño hay que visitar Brighton Beach, a una hora en metro de Manhattan. Brighton Beach Avenue, una ajetreada calle bajo las vías elevadas del metro, es conocida como Little Odessa, el mayor barrio rusófono de Nueva York, con tiendas que venden pescado ahumado, pierogi (empañadillas) y otros productos típicos de Ucrania, Rusia y otros lugares de la antigua URSS. Las primeras familias de emigrantes llegaron aquí a principios de 1800 y sus descendientes han intentado mantener intactas sus tradiciones. Después vendría una segunda oleada, con judíos rusos que escapaban de las atrocidades de la II Guerra Mundial. Un paseo marítimo de tablones de madera conduce a una playa de arena oscura bañada por el Atlántico.
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