Iglesias tropieza con la última batalla que podía imaginar
El giro en el ‘caso Dina’ obliga al vicepresidente a defenderse de los ataques de la oposición
De todas las batallas que le tocaría librar este 2020, el vicepresidente Pablo Iglesias se enfrenta estos días a la última que habría imaginado. No es el fracaso de una coalición con el PSOE que muchos auguraban en enero, ni los efectos colaterales de una pandemia que desbarató cualquier esquema político a mediados de marzo y provocó más de 28.000 muertos. El caso Dina, una pieza menor del macrocaso sobre el comisario retirado José Manuel Villarejo y en la que Iglesias debutó como víctima, se ha vuelto en su contra. Sus ecos resuenan estos días en el Congreso aupados por la oposición, que ha aprovechado el giro judicial para redoblar sus ataques contra el vicepresidente.
En Podemos aún no se explican cómo un proceso en el que el líder del partido figuraba como perjudicado lo coloca ahora en el punto de mira. En su entorno descartan cualquier recorrido judicial sobre Iglesias, pero reconocen y lamentan el ruido que genera. El mismo vicepresidente, que se había mantenido al margen desde que el pasado mayo el juez le retirase su condición de víctima, rompió este viernes su silencio después de que el PP y Ciudadanos solicitaran su comparecencia extraordinaria en el Congreso para dar explicaciones sobre el asunto.
El caso es un entramado judicial de complejo resumen. El juez inicialmente abrió un proceso para investigar el robo del teléfono móvil a una antigua asesora de Iglesias, Dina Bousselham, cuyo contenido acabó publicado en varios medios de comunicación. La revista Interviú, que no llegó a publicar nada, le hizo llegar la tarjeta a Iglesias, que la guardó durante seis meses antes de devolvérsela a su dueña. El magistrado se centró inicialmente en descubrir la posible relación entre el hurto y Villarejo, al que en un registro en su casa se le halló numerosa documentación de Bousselham, incluidos informes internos del partido.
Hasta ahí nada hacía presagiar el último giro de guion. La investigación judicial seguía su curso natural, lento y alargado por la pandemia, mientras Iglesias sorteaba las dificultades de su complejo debut en el poder con inesperado optimismo entre sus filas. El vicepresidente ha jugado desde el inicio de la legislatura a mantener un complejo equilibrio que, hasta ahora, le ha dado resultado. Por un lado, y apoyado en la fluida relación que mantiene con el presidente Pedro Sánchez, se mantiene leal a la coalición desde su posición de socio del Gobierno en minoría, pero se desmarca siempre que puede en aquellos temas que considera vertebrales de su partido.
En estos meses ha marcado voz propia frente al PSOE en varios frentes, con la audacia de quien tensa las costuras pero se retira antes de que se rasguen. Lo ha hecho en inmigración, dando la batalla contra las devoluciones en caliente o pidiendo una regularización masiva tras la pandemia, o en política fiscal, donde mantiene una presión intermitente sobre la creación de un impuesto a los ricos que el PSOE rechaza, pero que Iglesias no acaba de descartar. “Lo voy a intentar convencer [a Sánchez]”, dijo ayer en una entrevista en RNE. La crisis económica por el coronavirus también dio un empujón a políticas incluidas en el programa de la coalición cuyo desarrollo se esperaba a lo largo plazo. Iglesias abandera siempre que puede aquellas que considera “suyas” o marca Podemos, como la aprobación del ingreso mínimo vital, una propuesta fundacional de la formación, o la gestión de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, con el aumento del salario mínimo o la puesta en marcha de los ERTE con el apoyo de la patronal.
Ahora, superado lo peor de la pandemia, Iglesias ponía el ojo en la siguiente de sus batallas: dejar el sello Podemos en los Presupuestos. Pero un enemigo inesperado se ha cruzado en el camino. 2020, un año horrible para España, había dejado para el olvido un sinfín de temas, como el caso Dina. Hasta que el juez volvió a citar a Bousselham en mayo. La exasesora entró en contradicciones y llegó a decir que cuando el vicepresidente le devolvió la tarjeta esta estaba deteriorada, por lo que no pudo acceder a su contenido. El magistrado decidió cambiar el foco, retirar a Iglesias su condición de víctima y pedirle explicaciones de por qué no devolvió la tarjeta inmediatamente y si trató de dañarla. La oposición del PP y Ciudadanos salió en tromba. No es la primera vez que el vicepresidente recibe los ataques de los partidos de la derecha, pero sí es la primera vez que se ve obligado a entrar al trapo.
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