Otra vez saltó el fusible del CNI

Aun con causas distintas, la elección final de la destitución de Paz Esteban como directora del centro nacional de inteligencia ha sido similar a la que yo padecí: cesar a una persona sin atribuirle formalmente ninguna responsabilidad

El director del CNI Alberto Saiz, en una imagen de octubre de 2019, tras comparecer en el Congreso de los Diputados.Gorka Lejarcegi

Los tiempos han cambiado, pero los mismos problemas siguen presentes. El Centro Nacional de Inteligencia (CNI) ha vuelto a ser protagonista en estos días de las portadas de periódicos y aperturas de informativos. Parece que la actualidad se empeña una vez más en poner al CNI en el centro del debate político.

El servicio de inteligencia es uno de los pilares de la seguridad nacional y trabaja en el marco del Estado de derecho. Forma parte de la estructura del Estado y, en sus actuaciones, no es aj...

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Los tiempos han cambiado, pero los mismos problemas siguen presentes. El Centro Nacional de Inteligencia (CNI) ha vuelto a ser protagonista en estos días de las portadas de periódicos y aperturas de informativos. Parece que la actualidad se empeña una vez más en poner al CNI en el centro del debate político.

El servicio de inteligencia es uno de los pilares de la seguridad nacional y trabaja en el marco del Estado de derecho. Forma parte de la estructura del Estado y, en sus actuaciones, no es ajeno ni a las directrices políticas que se dictan desde el Gobierno ni, por supuesto, al cumplimiento de las leyes. Sus instrucciones están en la Directiva de Inteligencia que aprueba la Comisión Delegada del Gobierno para Asuntos de Inteligencia.

La catarata de acontecimientos mediáticos en que se ha visto envuelta la exdirectora del centro Paz Esteban afectan sin duda a su imagen pública, a la que se ha puesto en cuestión por su supuesta falta de diligencia en las labores de dirección, como al propio CNI en el desarrollo de sus actuaciones en un asunto políticamente muy delicado que afecta a una etapa traumática de la más reciente historia de España.

Como ciudadano me preocupa especialmente el deterioro que la imagen pública de la institución ha sufrido y las consecuencias que esto pudiera traer para el desempeño de sus importantes funciones en el futuro.

Puedo entender perfectamente lo que está sintiendo desde este martes la exdirectora del CNI. Son escenarios diferentes, motivos y causas distintos, pero digamos que la elección final de quienes toman las decisiones ha sido similar a la que yo padecí: cesar a una persona sin atribuirle formalmente ninguna responsabilidad ni tampoco, por tanto, posibilidad de defenderse.

Respeto a Paz Esteban, a quien conozco y junto a la que trabajé en el período que formó parte de mi dirección. En esos momentos difíciles, cuando una persona es señalada en público, no tiene otra opción. Tiene que optar por proteger a la institución. Uno dimite o acepta su cese y punto. La Casa debe seguir.

Sí es cierto que el cargo de secretaria de Estado directora del CNI tiene particularidades que otros equivalentes no tienen. Se conoce a este puesto como el “cortafuegos”, aunque yo pienso que en realidad es más bien un “fusible” muy sensible que salta ante cualquier alteración de la atmósfera política.

También conozco a Esperanza Casteleiro y le deseo todo lo mejor por ella misma y por el bien del centro. No tengo dudas de que lo hará bien, conoce la Casa y sabe cómo actuar. En estos momentos lo que requiere la situación es calma, reflexión y, en todo caso, revisar los procedimientos que se hayan quedado obsoletos con el paso del tiempo para actualizarlos.

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