Un cementerio sin muertos en Galicia para honrar a los represaliados que siguen en las cunetas
Un colectivo de artistas y ecologistas lleva casi siete años llenando de lápidas un paraje privado de Cerdedo-Cotobade para honrar a las víctimas del franquismo que nunca pudieron recibir sepultura
Capitán Gosende es un personaje mítico en la historia del municipio pontevedrés de Cerdedo (fusionado con el de Cotobade en 2016) por reclutar a un grupo de milicianos que combatieron y derrotaron en A Coruña a la armada del corsario Francis Drake, en 1589. Cinco siglos después, un colectivo ha tomado su nombre en la misma tierra que le vio nacer, de apenas 2.000 habitantes, para rememorar su figura con otra gesta: rescatar del olvido a los vecinos que fueron represaliados durante la Guerra Civil creando un cementerio laico y sin restos mortales, donde 22 lápidas perpetuarán sus historias y su...
Capitán Gosende es un personaje mítico en la historia del municipio pontevedrés de Cerdedo (fusionado con el de Cotobade en 2016) por reclutar a un grupo de milicianos que combatieron y derrotaron en A Coruña a la armada del corsario Francis Drake, en 1589. Cinco siglos después, un colectivo ha tomado su nombre en la misma tierra que le vio nacer, de apenas 2.000 habitantes, para rememorar su figura con otra gesta: rescatar del olvido a los vecinos que fueron represaliados durante la Guerra Civil creando un cementerio laico y sin restos mortales, donde 22 lápidas perpetuarán sus historias y su vida. Son víctimas del franquismo que nunca pudieron recibir sepultura, porque fueron arrojados a una cuneta, están en paradero desconocido o murieron en el exilio.
Comprometidos con la idea de darle una nueva dimensión a la memoria histórica del pueblo, artistas, escritores, ecologistas y periodistas locales crearon este colectivo multidisciplinar en 2012, movidos también por su interés en catalogar y proteger el medio ambiente y el rico patrimonio arqueológico, histórico y cultural de Cerdedo. Se inspiraron en familiares y vecinos represaliados en la Guerra Civil, unos anónimos y otros ilustres, y en un terreno privado cedido por uno de ellos, han levantado un cementerio al que han llamado Campo das Laudas. Se han erigido las diez primeras lápidas, esculpidas en piedra por el escultor pontevedrés Marcos Escudero. Otras 12 han sido ya encargadas y se irán colocando cuando estén listas. El camposanto ha sido visitado por más 7.000 personas, aseguran.
El lema del grupo es “trabajar más que hablar” y se denominan “la tropa del Capitán Gosende”, que fue antepasado de Rosalía de Castro y de Fray Martín Sarmiento. El colectivo no tiene ánimo de lucro, no recibe subvenciones públicas y se financia con la venta de los libros que escriben y editan su medio centenar de miembros. La primera lápida la encargó para recordar al ilustre vecino de Cerdedo Xosé Otero Espasandín en la aldea de Castrodiz, porque así lo había pedido el escritor en un poema escrito en el exilio: “metro y medio de tierra” para la eternidad. Su deseo no se había cumplido hasta entonces y por eso surgió la idea del Campo das Laudas. “Somos un colectivo pequeño con una proyección muy grande”, afirma Carlos Solla, su principal promotor. “En este pedazo de tierra se levanta un proyecto colectivo único, no conocemos otro similar, que se ha convertido en nuestro campo de batalla o trinchera”, enfatiza este profesor de historia y lengua gallega, etnógrafo y escritor.
La asociación está en contacto con otros colectivos de memoria histórica de Galicia porque su idea es que estos cementerios sin cuerpos se extiendan a otros puntos de la comunidad. Defiende que es una forma de honrar a las víctimas que aún no han sido exhumadas. Solla lamenta la posición del Ayuntamiento de Cerdedo-Cotobade, en manos del PP desde que llegó la democracia, frente a la memoria histórica. “Es insólito que desde 1936 no hubiese aquí alternancia política y que más de 30 inmuebles conserven simbología franquista; es llamativo que estén cómodos conservando las reliquias de aquellos tiempos de dictadura”, afirma.
La primera lápida se instaló en el Campo das Laudas en 2016, después de hacer un trabajo de investigación para identificar y reconstruir la historia, casi siempre dramática, de los vecinos de Cerdedo homenajeados. Al mismo tiempo, el grupo ha promovido rutas históricas y ambientales, y aboga por potenciar un petroglifo redescubierto por Solla, el puente de Pedre. “Cuidar el patrimonio local para acabar con las barrabasadas del feísmo es un paso adelante para impulsar el turismo en esta zona, para que vengan turistas expresamente a disfrutar de sus atractivos y no solo a pernoctar para visitar las Rías Baixas y el resto de Galicia”, explica el periodista Fernando Varela.
Alicia Garrido, Manuel Fortes, Carmen Cortizo, Juan Soto, Loli Quinteiro y Fernando Salgado son las personas que hacen posible el proyecto. “Lo concebimos para resarcirnos de una tendenciosa anomalía de incumplimiento de la memoria histórica en este territorio. Queremos poner cara y ojos a las víctimas que hasta ahora quedaron olvidadas”, comenta Salgado.
El drama de Xosefa Rivas
Entre los recordados en Campo das Laudas destaca un caso paradigmático para el pueblo: el de Xosefa Rivas, sus tres hijos y un sobrino, todos canteros, cuya memoria ha quedado perpetuada en una sola lápida. Todos menos Rivas trabajaban en la construcción del túnel del Padornelo, en Zamora, y se afiliaron a la UGT. Fueron acusados de un delito de rebelión militar. Acabaron detenidos, encarcelados y condenados a muerte. “Xosefa era una mujer analfabeta pero muy sabia”, recuerda Solla. “Ella viajó hasta Zamora, en una época que podemos imaginarnos lo difícil que tuvo que ser este trance para ella, con el claro propósito de pedir clemencia al tribunal ante un juicio absolutamente fraudulento”, explica el profesor.
Ella argumentó que era viuda y que su único medio de subsistencia eran sus hijos. “El tribunal le concedió la posibilidad de elegir a un hijo para evitarle ir al paredón y para que así pudiese mantenerla, pero ella no quiso asumir semejante decisión y desistió de hacerlo: prefirió que los tres fueron fusilados, un caso impresionante”, recuerda Solla. Xosefa Rivas nunca pudo llevar los cuerpos de sus hijos y su sobrino a Cerdedo, no tenía dinero suficiente.
Todas las lápidas miran a Cerdedo desde el Campo das Laudas. Cuando el escultor las termina, el grupo organiza su traslado y cargan a hombros los monolitos de 200 kilos para subirlos al camposanto. Se trata de una ceremonia cargada de simbolismo. Es siempre un domingo, coincidiendo con las campanadas de la iglesia de Cerdedo que repican a las 12, las mismas que anunciaban las ejecuciones que allí se produjeron en plena contienda civil. La interpretación de los gaiteiros cierra el acto.
“Es una deuda moral, nuestro recuerdo a estos pequeños héroes, cada uno con una historia única pero unidos por haber defendido los derechos que hoy tenemos, aunque muchos no quieran reconocerlos y prefieran silenciarlos”, subraya el profesor Solla. “Nuestra intención no era convertir el Campo das Laudas en un cementerio laico, pero la acogida que ha tenido por parte de los descendientes y vecinos ha hecho de este reducto un lugar sagrado para ellos. Aquí pueden recordar cada año a sus seres queridos, que de otra forma hubiesen quedado en el olvido”, añade.