Nuevos líderes políticos en Euskadi para la generación del posterrorismo
Las salidas sonadas de Urkullu y Otegi de la pugna electoral sacuden el tablero vasco y precipitan la renovación de los candidatos a lehendakari
El PNV ha puesto fin a la etapa de Íñigo Urkullu; Arnaldo Otegi se ha borrado del cartel de EH Bildu. Son dos salidas sonadas de la contienda electoral vasca, conocidas repentinamente y en un lapso de solo 24 horas. Se abre así un escenario nuevo en Euskadi, con líderes renovados y sin un favorito claro ante la que será una de las elecciones más reñidas y trascendentales de los últimos tiempos. Está en juego quién se hace con la supremacía del naci...
El PNV ha puesto fin a la etapa de Íñigo Urkullu; Arnaldo Otegi se ha borrado del cartel de EH Bildu. Son dos salidas sonadas de la contienda electoral vasca, conocidas repentinamente y en un lapso de solo 24 horas. Se abre así un escenario nuevo en Euskadi, con líderes renovados y sin un favorito claro ante la que será una de las elecciones más reñidas y trascendentales de los últimos tiempos. Está en juego quién se hace con la supremacía del nacionalismo.
Los dos principales partidos vascos han decidido presentar caras nuevas (ya lo hicieron unas semanas antes el PSE-EE y el PP) a la espera de que el lehendakari ponga fin a la XII legislatura vasca, que no podrá alargarse más allá de julio de 2024. Tanto el PNV como EH Bildu han justificado estos movimientos por la necesidad de abordar una renovación total y presentarse con unos candidatos que conecten mejor con una generación de votantes que ya están instalados en la era del posterrorismo tras el fin de ETA.
“El cambio de carteles”, opina Itziar García Carretero, consultora de comunicación política, “es la respuesta a indicadores de que la sociedad vasca siente cierta desafección y distancia con la clase dirigente actual. El reto pasa por acertar con un posicionamiento estratégico que logre emocionar al votante”. Ahora está por ver si estos movimientos consiguen movilizar a un electorado que hace cuatro años dio la espalda a los partidos, lo que se reflejó en una abstención que rozó el 50%.
“No es una sustitución, es una sucesión”, ha asegurado esta semana el presidente peneuvista, Andoni Ortuzar, para tratar de quitar hierro a la apuesta de relevar a Urkullu por Imanol Pradales, diputado foral de Infraestructuras en Bizkaia, un desconocido fuera de los batzokis. En el otro lado, Otegi explicó así su retirada: “Mi sitio no está en el Parlamento, sino en el centro de la política vasca”.
Imanol Zubero, doctor en Sociología y profesor en la Universidad del País Vasco, sostiene que “el PNV ha hecho un cambio de manera forzada y con el paso cambiado. En el caso de Bildu, es una operación pensada para sustituir al PNV, porque conviene recordar que Herri Batasuna nació para eso. Durante muchos años se empecinó en hacerlo por la vía de la ruptura y ahora se ha dado cuenta de que es mejor la vía de la reforma”. Esta realidad ya se está observando en el Congreso: “El PNV ya no es el partido vasco que negocia en Madrid, porque también está Bildu”, señala Zubero.
Otro observador político, un catedrático de Derecho que prefiere ocultar su nombre, opina: “EH Bildu respira más tranquila sin Urkullu al frente del PNV, y ve a su alcance el sorpasso que lleva años persiguiendo. Urkullu ofrecía a su partido ese voto transversal no estrictamente nacionalista, el apoyo de mucha gente que veía en él la ausencia de glamur pero que a la vez lo identificaba con la sensatez, la disciplina hasta el aburrimiento y la capacidad para conseguir que la política no se convierta en una montaña rusa”.
Iñaki Galdos, analista político y exdirigente de Hamaikabat (una escisión de Eusko Alkartasuna), cree que el PNV ha fallado en las formas, pero ha acertado con el candidato elegido: “La salida de Urkullu ha sido muy ruidosa porque se ha gestionado mal, pero la decisión es coherente con la necesidad de frenar el retroceso electoral. Pradales es un buen cartel y cuenta con la ventaja de tener todo el relato por construir”.
El PNV se acerca a las elecciones autonómicas con un cierto deterioro de su marca, fruto del desgaste acumulado tras 12 años en el Gobierno autónomo. En las elecciones vascas de 2020 aventajó a EH Bildu en 11 puntos porcentuales (100.000 votos más), pero ese margen ha ido estrechándose desde entonces. Primero, en las municipales de este año (la coalición independentista se quedó a solo 2,5 puntos, pero logró más alcaldías) y después, en las generales de julio que ganaron los socialistas en Euskadi (hubo un empate técnico entre PNV y Bildu, con solo 1.100 votos de diferencia a favor de los primeros). El partido de Ortuzar, según la visión de Zubero, se enfrenta a un “declive generacional” porque “tradicionalmente, su electorado ha estado en la cúspide demográfica y ese votante envejecido va desapareciendo”. En cambio, la izquierda abertzale “ha sabido ensanchar su espacio con un discurso más moderado y pragmático”. “La ausencia de ETA le está permitiendo arrastrar a sectores juveniles, estudiantiles, ecologistas, feministas… en los que el PNV no tiene tanto peso”, añade.
La violencia de ETA fue, durante los años que estuvo activa, la principal preocupación de los vascos. Hace una década, dos años después del anuncio del “cese definitivo” de las acciones terroristas, ya había caído al octavo lugar en la lista de problemas, según las encuestas que elabora el Gobierno vasco. En la actualidad, tras 12 años sin atentados y un lustro después de la disolución de ETA, el terrorismo ya no figura en la lista. Las inquietudes van ahora por otro lado: el mercado de trabajo, la sanidad pública, la vivienda o la inseguridad ciudadana.
Ante este escenario, Otegi se hace a un lado y abre el paso a un aspirante sin galones en la época del terrorismo. “Arnaldo”, apunta Zubero, “tiene demasiado pasado. Tiene todo el pasado por delante y todo el futuro por detrás”. Otegi ya se presentó como candidato a lehendakari de Euskal Herritarrok en 1998 y 2001. También iba como cabeza de lista en 2016, el año que salió de prisión, pero la Junta Electoral echó entonces su candidatura atrás porque estaba inhabilitado para sufragio pasivo tras su condena por el caso Bateragune, que años después fue anulada.
Otro observador lo analiza así: “Faulkner dijo que el pasado nunca está muerto, no es ni siquiera pasado. La mochila de Otegi es demasiado pesada”. Galdos duda de que el líder soberanista tuviese tomada esta decisión hace más de un año: “La opción Otegi estaba sobre la mesa, pero la decisión del PNV de prescindir de Urkullu precipitó su movimiento. Fue muy significativo que, tras el discurso del lehendakari en el pleno de Política General, Otegi, y no un representante de su grupo parlamentario, compareciese ante los medios en la sede del Parlamento para ofrecer la valoración política de Bildu”.
Una victoria de EH Bildu es posible, a juzgar por lo que dicen los sondeos. Otra cosa es acceder al poder. Eso es algo improbable, salvo descalabro del PNV. La alianza PNV-PSE, que les permite gobernar las principales instituciones vascas desde 2015, supone un obstáculo para que la coalición abertzale acceda a Ajuria Enea. Los socialistas van a jugar un papel determinante en la gobernabilidad. “El PSOE dio alas a Bildu en la pasada legislatura, pero en las negociaciones para investir ahora a Pedro Sánchez ha tratado con más mimo al PNV”, remarca Galdos. Eneko Andueza, líder de los socialistas vascos y candidato a lehendakari, ya lo ha dejado claro esta misma semana: “Si me preguntan si voy a hacer lehendakari a un candidato de EH Bildu le voy a decir que no, y si me preguntan si voy a conformar Gobierno con EH Bildu le diré que no”.
En las filas abertzales no se entiende este bloqueo a sus siglas. Si es posible un acuerdo en Navarra (EH Bildu apoya a la presidenta María Chivite, del PSN) o en el Gobierno central, ¿por qué no en el País Vasco?, se preguntan. Otegi ya se ha adelantado a decir que PNV y PSE “van en coalición” a estas elecciones y tienen preparado un “gobierno de salvación laboral”, en referencia a un pacto antinatura con el PP si necesitan los votos de este partido cuya única finalidad no sería tanto la defensa de los intereses del país como la conservación de numerosos puestos de trabajo para estas formaciones en las administraciones públicas vascas.
Hay otro factor relevante que también juega en contra de EH Bildu. El procedimiento reglamentado para investir al lehendakari, a diferencia del sistema previsto en el Congreso para elegir al presidente, impide el bloqueo y la repetición de elecciones autonómicas. En la primera votación se necesita la mayoría absoluta del Parlamento (38 votos de un total de 75), pero en la segunda vuelta saldría designado lehendakari el candidato con más votos. En un caso extremo pero posible, un candidato con un solo voto podría salir elegido lehendakari si el resto de la Cámara se abstiene. Urkullu ya fue nombrado presidente vasco en 2012 con 27 votos (solo los de su partido), tantos como abstenciones y seis más que los obtenidos entonces por Laura Mintegi (Bildu). Los independentistas ya saben lo que es ganar y verse relegados a la oposición. Ha ocurrido recientemente, tras las municipales de mayo pasado, en la Diputación de Gipuzkoa y los ayuntamientos de Vitoria y Durango, donde la coalición abertzale fue la fuerza más votada. El PP, en estos tres casos, entregó gratis sus votos para cerrar el paso a EH Bildu en esas instituciones.
El PSE y el PP parten en “una posición más descansada”, dice Zubero. Los populares han optado por Javier de Andrés como cabeza de lista, que se presenta con un discurso regionalista y de defensa de la autonomía vasca: “Un PP que no es antivasco, antieuskera, antiautonomía… penaliza sus opciones. Lo tiene complicado por la situación de la política española. Su vinculación con Vox puede contaminar al PP vasco”. Y sentencia: “PSE y PP dependen de sus propios recursos y tácticas. En cambio, el PNV y EH Bildu están haciendo movimientos en función del contrario. Hay un marcaje muy estrecho entre ambos y eso complica mucho la situación”.