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Los ingresos por ictus en el Clínic caen un 23% durante la pandemia

Los expertos piden mantener la cadena de atención a los accidentes cerebrovasculares, manteniendo las camas y los profesionales de estas unidades intactos durante eventuales rebrotes

Jessica Mouzo
Juan Martínez, de 77 años, en su casa de Barcelona tras sufrir un ictus el pasado 23 de marzo
Juan Martínez, de 77 años, en su casa de Barcelona tras sufrir un ictus el pasado 23 de marzoMASSIMILIANO MINOCRI (EL PAÍS)

La pandemia provocada por el coronavirus ha dejado los ictus en casa. Según un estudio publicado por neurólogos del Hospital Clínic en la revista científica Stroke, los ingresos por accidentes cerebrovasculares en el hospital barcelonés se redujeron un 23% durante el mes de marzo, en pleno auge de la crisis sanitaria. Los expertos señalan que los afectados se quedaron en casa por temor a la covid-19, sobre todo las personas más mayores, y temen que vuelva a ocurrir ante un eventual rebrote. El retraso en el tratamiento del ictus empeora el pronóstico.

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El ictus es un accidente cerebrovascular provocado por el taponamiento o la ruptura de una arteria, lo que hace que no llegue correctamente la sangre al cerebro. Los síntomas habituales son la debilidad o pérdida de fuerza en una parte del cuerpo, parálisis o dificultad de visión y habla o desequilibrio. Es la primera causa de discapacidad y el motivo de muerte más común entre las mujeres. Según la Sociedad Española de Neurología, se producen entre 110.000 y 120.000 casos al año y el 50% quedan con secuelas o fallecen.

En el Hospital Clínic de Barcelona se suelen atender alrededor de un millar de casos al año, pero la pandemia ha dado un vuelco a las cifras. Según un estudio liderado por el doctor Ángel Chamorro, jefe de la Unidad de Patología Vascular Cerebral del centro, muchos enfermos no han llegado al hospital. “Ha habido una enorme horquilla de población que se ha comido el ictus en su casa. Sobre todo la gente más mayor. La edad de los casos atendidos ha bajado siete años. Se han quedado en casa por miedo a la covid-19, a la mortalidad”, explica Chamorro.

La investigación revela que, durante el mes de marzo —sobre todo a partir del día 15, con el estado de alarma ya en marcha—, las admisiones de pacientes con ictus cayeron un 23% y las trombectomías —una técnica que se usa para desobstruir las arterias— bajaron un 24%. Las cifras van en la línea de las estimaciones de la propia SEN, que tras realizar una encuesta a 18 hospitales de 11 comunidades autónomas, advirtió de que en marzo podría haberse reducido hasta en un tercio el número total de ingresos por ictus respecto al mes de febrero.

El estudio del Clínic también analizó las llamadas de alerta al Sistema de Emergencias Médicas (SEM) y la activación del Código Ictus, un sistema de alerta que pone sobre aviso a toda la cadena de atención al ictus —desde la ambulancia hasta el hospital— para atender al paciente lo antes posible. La investigación muestra que el SEM recibió 41.000 llamadas de emergencia en marzo (un 330% más que en el mismo mes del año anterior). Sin embargo, se registró un 18% menos de códigos ictus activados.

“Estoy preocupado de que vuelva a ocurrir”, admite Chamorro. El neurólogo señala que, además del temor al virus, también ha influido el aislamiento de los ancianos por el estado de alarma. Solos en sus casas, sin visitas ni nadie que vaya a verlos, pueden pasar el ictus sin que nadie se percate. Chamorro tampoco descarta que la covid-19 haya escondido algunos casos: pacientes infectados que han sufrido un inctus pero, por su situación basal ya grave, no se han percatado.

El médico del Clínic advierte de la necesidad “estratégica de proteger la cadena de ictus”. Esto es, que en las reestructuraciones de los hospitales para atender eventuales rebrotes se mantengan las camas y los equipos humanos de las unidades de ictus. O eso o identificar centros de referencia “que protejan las cadenas de atención del ictus”, insiste. “Nosotros estamos en pandemia crónica. La covid-19 se ha cobrado 370.000 fallecidos en el mundo en estos meses, pero el ictus deja seis millones de víctimas cada año”, ejemplifica.

Chamorro calma los temores ciudadanos. “La gente no tiene que tener miedo. Pueden estar tranquilos de que los trataremos como si no hubiese pandemia. De hecho, no hemos empeorado ni un minuto los tiempos de respuesta, aunque los profesionales tuviesen que vestirse ahora de astronautas”, zanja.

La importancia de mantener la rehabilitación

Con la pandemia, los servicios de rehabilitación domiciliaria pararon en seco. En el hospital Pere Virgili, sin embargo, mantuvieron su programa de rehabilitación geriátrica en casa para evitar reingresos. Juan Martínez, de 77 años, sufrió un ictus el 23 de marzo. “Estaba en el sofá viendo la televisión. Cuando me levanté, vomité. Pensaba que me había sentado mal la comida, pero cuando vino mi hermana, vio que no hablaba bien”, explica. Y no recuerda más. Lo atendieron en el Hospital Vall d’Hebron y el 1 de abril le dieron en alta. “Me fui sin poder mover la pierna y el brazo derecho. Quería coger una cosa y no podía”, recuerda.

 

Un equipo de rehabilitación del Pere Virgili lo visitaba en días alternos. “Me mandaban muchos ejercicios y ahora estoy mejor. Ya puedo coger cosas, aunque en las manos no tengo mucha fuerza”, señala. También mejoró en el habla. Estos equipos multidisciplinares (geriatras, enfermeras, trabajadores sociales y fisioterapeutas) visitan al paciente y a su familia antes del alta y, luego, van a su casa con un plan de tratamiento individualizado.

 

“Durante la pandemia nos encontramos que toda la atención domiciliaria de rehabilitación cerró. Se ha demostrado que personas con una patología aguda, como el ictus, mejoran mucho más con una rehabilitación precoz”, apunta el director del Pere Virgili, Marco Inzitari. El médico advierte que el parón de la rehabilitación “puede haber causado mucha discapacidad que aún no se está viendo”. “Nos encontraremos también con gente mayor sin patología aguda que, al haberse quedado aislados y sin poder moverse, empeorarán su situación. Veremos una ola de discapacidad en pacientes covid y no covid provocada por el confinamiento”, augura el facultativo.

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Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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