Isidre Nonell, más allá de sus gitanas
Un libro rescata la muestra que el MNAC quería dedicar en 2020 al pintor, para superar los clichés que rodean su obra
Una de las exposiciones estrellas del Museo Nacional de Arte de Cataluña, MNAC, para 2020 era la dedicada a Isidre Nonell (1872-1911), una muestra creada para romper con el encasillamiento de un pintor asociado solo a las pinturas de gitanas cabizbajas, tristes y enfundadas en sus mantos de las que pintó más de un centenar de obras y a las que llama por su nombre, Amparo, Trini, Dolores, Carmen y Consuelo, su preferida y su amante. Pero la pandemia lo cambió todo. El museo cerró en marzo y la temporada se vio alterada de tal forma que la muestra, prevista para dos meses después, no se pudo celebrar. Todo el trabajo que se había realizado en los dos años previos había que darle una salida. Y la mejor ha sido la publicación de Nonell. Visiones desde los márgenes, un catálogo reconvertido en un libro que recoge las aportaciones de los comisarios y conservadores de este museo Francesc Quílez y Eduard Vallès, más la de expertos como Francesc Fontbona, Ricard Mas, Gloria Escala, Carme Ramells, Núria Oriols, Núria Pedragosa y Ruth Bagan, que aportan novedades y ayudan a entender al pintor.
Los autores no analizaban para la exposición, ni tampoco en su libro, la obra de Nonell de forma cronológica, por etapas artísticas, como se hizo en la última gran exposición que se vio hace 21 años, también en el MNAC. “Le hemos dado un enfoque metodológico diferente a lo que se había hecho hasta ahora con la idea de ponerlo en diálogo con la tradición y con sus contemporáneos y al mismo tiempo visualizar todos sus registros; su máxima dimensión, más allá del cliché que lo sitúa como un pintor de gitanas que tanto le ha acompañado dentro de una visión reduccionista”, prosiguen los expertos.
El libro repasa sus inicios como pintor naturalista, junto a otros como Santiago Rusiñol y recoge el impacto que le produjeron sus viajes a Caldes de Boí, donde conoce a los cretinos, afectados por un déficit de desarrollo físico y psíquico. “Es un punto de inflexión, un giro de 180 grados que le marca para siempre. Desde ese momento deja de pintar paisajes y toda su producción gira en torno al miserabilismo, los pobres, los repatriados y las gitanas”, explican Quílez y Vallès. “Aunque él no es consciente, no va en busca del primitivismo como hicieron luego otros, sino que se lo encuentra después de visitar con un grupo de amigos el balneario que tenía la familia de su amigo Juli Vallmitjana en Caldes de Boí”, prosiguen.
“Nonell es un pintor único en el panorama catalán, tiene una tradición propia sin precedentes en Cataluña y en España, solo bebe de una tradición de episodios aislados que había tratado Diego Velázquez, José de Ribera y Francisco de Goya. Y eso hace que sea uno de los pocos artistas catalanes que resisten la comparación con los grandes genios de la pintura, algunas de cuyas obras habrían viajado a Barcelona para la muestra que no se ha podido hacer”, prosiguen.
“Es un artista que nace en pleno Modernismo, influenciado por artistas como Rusiñol y Casas, los modernos de la primera generación; forma parte de la segunda generación de modernos, junto con Joaquim Mir y Anglada Camarasa, que evolucionan de forma diferente hacia los paisajes mientras que Nonell se centra en los retratos y el miserabilismo. Sin duda es un caso aparte del arte catalán y yo diría del arte peninsular”, explica Vallès.
Para Quílez el pintor “hizo su propio recorrido. Es un pintor inclasificable. Ha habido intentos de adscribirlo a una corriente, pero en realidad no era un pintor modernista ni mucho menos, ni su obra recogía esta influencia francesa del art Nouveau, ni satisfacía las necesidades estéticas de la burguesía, ya que es una reacción a la estética y decorativismo del modernismo y los gustos de la época”.
Y eso le llevó a vender, durante muchos años, pocas obras y que fuera su familia (que tenía una fábrica de sopas) la que le mantuviera. Hasta que, en 1910, un año antes de morir, vendió 30 obras. “No se le negaba su talento lo que se ponía en cuestión era su lenguaje, en el que dejaba a un lado el folclorismo de otros artistas. Hubo muchos otros que pintaron gitanas, pero ninguno como Nonell. Y este tipo de obras no le interesaban a la burguesía para colgarlas en el salón de su casa”.
De hecho, entre finales de 1903, cuando fracasa con la muestra que presenta en la Sala Parés, en la que no vende nada y recibe corrosivas críticas, hasta enero de 1910 cuando expone al Faiança Català no vuelve a exponer de forma monográfica. “Una exposición que llevó a que un grupo de amigos, entre ellos Ramon Casas, Francesc Pujols, Miquel Utrillo y el coleccionista Lluís Plandiura, compraran una de ellas, Rumiant, de 1906, que regalaron al Museo Nacional de Arte”, cuatro años después.
Ahora el MNAC cuenta con 150 dibujos y unos 50 óleos, fruto de donaciones de colecciones y alguna compra. “Nonell era un artista muy tenaz, situado al margen de las modas y del sistema artístico, contracultural, que siempre hacia lo que le interesaba. No promocionaba sus obras ni muestra una belleza amable como Casas”, apuntan los comisarios.
De hecho, las fotografías que se conocen de Nonell aparece rodeado de su mundo: las personas marginadas, como las gitanas con las que aparece en la portada del libro. “Fue un desclasado, pero también fue un pintor militante defensor de las causas de los pobres y marginados”, apunta Quílez. “En muchas de sus obras aparece una crítica a los poderosos y a la iglesia algo que colocaba a estos grupos ante un espejo, y que le consto vivir al margen, en una ciudad polarizada en la que a la vez que se creaba riqueza, también se acentuaban las desigualdades y Nonell lo reflejaba en sus obras. Es un pintor de la periferia y de los márgenes que comenzó a pintar humildes bodegones poco antes de morir de tifus a los 38 años”, explican.
A Nonell le gustaba jugar y experimentar con las técnicas, que solía mezclar en una misma obra, y conocía muy bien los soportes y los elementos, destacan los autores del libro, Quílez y Vallès. Una de las producciones más destacadas de este pintor son los llamados “fritos” que se decía que eran obras que pasaban por el fuego en una sartén para darles su aspecto final característico. Los análisis químicos llevados a cabo han determinado que lo que hacía era darles un barniz de resina creado con goma laca disuelta en alcohol que les daba ese aspecto amarillento.
Relación con Picasso
Cuando Picasso llega a Barcelona uno de los artistas que más le influyó fue Nonell. “Este Nonell sí que era un artista de verdad, este sí que valía” dijo años después el malagueño que siempre lo tuvo como un referente y en algunas de sus obras se ve una filiación a nivel formal entre los dos.
Cuando Picasso va a París ocupa el taller que tuvo Nonell. Josep Pla dijo, cuando se inauguró el museo de Barcelona que parte del nuevo centro tendría que exponer obras de Nonell. “Ya que Picasso vivió tanto de Nonell que sea ahora Nonell el que viva de Picasso”, dijo el escritor. “De hecho, en el antiguo museo de la Ciutadella, había una sala que se llamaba Nonell-Picasso, un espacio compartido por los dos pintores”, apuntan Quílez y Vallès.
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