Sarah Moon: “Me negué a quitarme el sujetador para David Hamilton”
La célebre fotógrafa, que antes fue modelo, presenta en Foto Colectania en Barcelona una extraordinaria exposición bajo la advocación de T. S. Eliot
Decir Sarah Moon es adentrarse por la puerta grande en la historia de la fotografía. Rendida admiradora de Diane Arbus —su gran referente— y de Henri Cartier-Bresson, al que cita a menudo en su conversación, Moon (Vernon, Francia, 82 años), de nacimiento Marielle Warin, ha dejado impresa en nuestra retina extraordinarias imágenes que son iconos de la fotografía. De familia judía que tuvo que huir a Londres cuando la ocupación de Francia, Sarah Moon fue modelo en los años sesenta antes de pasar al otro lado de la pasarela y convertirse en uno de los nombres de referencia de la fotografía de moda: entre sus trabajos más conocidos (Vogue, Chanel, Dior, Comme des Garçons) están los que hizo para la tienda de ropa Biba y sobre todo para la marca Cacharel. En 1972 fue la primera mujer encargada de hacer el Calendario —hasta entonces muy calentario— Pirelli. Posteriormente, se adentró en el mundo de la fotografía de arte y la creación cinematográfica. Moon se encuentra en Barcelona con motivo de la gran exposición de su obra en Foto Colectania, que reúne más de 80 fotografías y algunas películas que reflejan su trayectoria y sus intereses y que ella misma ha agrupado con el título Time Stands Still, El tiempo se detiene, a partir de una cita del poeta T. S. Eliot, bajo cuya advocación ha puesto la muestra.
En paralelo a la exposición, la Filmoteca de la Generalitat de Cataluña le dedica a Sarah Moon el jueves una sesión que presentará ella misma y en la que se proyectarán La sirena de Auderville (2007), sobre La sirenita, una de sus reinterpretaciones de cuentos clásicos —otras dos de estas creaciones pueden verse en Foto Colectania, Circuss y La Caperucita Negra—; y el documental Robert Delpire, el exhibidor de imágenes, sobre el famoso editor de libros de fotografía y comisario cultural que fue marido de Moon.
Pasear por la exposición de la artista en Foto Colectania es adentrase en un mundo de maravilla, misterio y belleza. Paisajes, personajes y animales aparecen en las imágenes, la inmensa mayoría en blanco y negro aunque hay algunas pocas en color, como unas rosas o algunas mujeres, siempre con la misma sensación de que la autora está plasmando un mundo nada realista, aunque se trate de fotos de moda (algunas para Yohji Yamamoto), que aquí adquieren un aire distinto. Una mujer desnuda en gran formato, con aire de Venus púdica, Marthe, tiene una textura absolutamente pictórica y remite a la obra de Bonnard. Muchas fotos poseen una fascinante calidad evocadora y onírica y observarlas es como asomarse a un sueño: perros que corren por una playa desierta (Les chiens de Marie), un hombre solitario frente a un islote en el mar (Navidad en Portugal), una joven velada que muestra en escorzo un pecho, la luna llena sobre el agua… Varias muestran animales (en 2013 hizo una exposición en el Museo de Historia Natural de París) retratados de manera inquietante: un tucán, un pavo real, unos rinocerontes, un diorama de museo con unos leopardos atacando a un ciervo, jirafas que se desvanecen dejando un rastro de manchas, un marabú avanzando en medio de la soledad.
También está representado el mundo del circo, que le interesa mucho a Sarah Moon: un malabarista, una funámbula sobre su alambre (que remite a su interés por Para un funámbulo de Jean Genet) , una artista en un artefacto giratorio como esperando a que le lancen cuchillos (¿la chica del puente de Patrice Leconte?), elefantes. Con respecto a uno de ellos, la propia Moon ha explicado a este diario que un año después de retratarlo (con cara de bastante mal humor) se enteró con espanto de que había matado a su domador…
La directora artística de Foto Colectania, Irene de Mendoza, ha presentado a Moon destacando cómo revolucionó la mirada femenina de la moda y la inflexión en su carrera a mediados de los ochenta cuando empezó a combinar fotografía de moda con otra mirada “introspectiva y evocadora”. Mendoza ha recalcado que la exposición quiere representar toda la trayectoria de la fotógrafa sin ser una retrospectiva ni estar ordenada cronológicamente. “Se ha tratado de crear el efecto de un universo Sarah Moon”, ha dicho, con una “instalación de artista” que invita a entrar en su mundo mostrando la interconexión y diálogo entre las fotos que se exhiben.
Sarah Moon ha agradecido que se le haya dado carte blanche para la exposición y ha reflexionado sobre la idea del tiempo a la que alude continuamente la muestra (encabezada con los versos de Eliot, “El tiempo presente y pasado/ lo que pudo haber sido y lo que ha sido/ tienden a un solo fin, presente siempre”). “La idea del tiempo es algo inherente a la fotografía”, ha señalado, “la foto es un instante que no se puede repetir, como la existencia”. Ha recordado que Cartier-Bresson comparaba la fotografía con la muerte, “pero es también el recuerdo, y en ese sentido Eliot lo dijo todo”. Ha añadido que ella no ejerce nunca el control sobre la foto, “la fotografía está fuera de control, implica azar, y un azar que siempre es más fuerte que el deseo”. Y ha continuado: “Un paisaje, un perro que pasa..., no escojo, los motivos se imponen, de nuevo citando a Cartier- Bresson: no tomo la foto, es la foto la que me toma a mí, y lo hace en un momento efímero, un instante”.
Moon se ha considerado “una privilegiada”, porque nunca le ha faltado el trabajo, y lo sigue teniendo y la mantiene, ha apuntado, “de pie, erguida”. Haber sido modelo le permitió entrar de una manera distinta en el mundo de la fotografía. Hoy no es tan fácil trabajar con libertad como cuando ella empezó, “todo está más sujeto al marketing y el sello personal es más difícil”. Sobre sus sueños, ha meditado que los que recordamos suelen ser las pesadillas, y de la calidad onírica de algunas de sus fotos ha manifestado: “Puede ser, son el reflejo de todo lo que despierta un eco en mí”. Del blanco y negro que usa sobre todo, ha afirmado: “Adoro el misterio del blanco y negro, está más relacionado con lo interior, mientras que el color es más comunicativo. El blanco y negro pone más distancia con lo real, que es a color”. Y ha soltado una de esas frases que hacen que conversar con ella tenga un aire de leer Sobre la fotografía, de Susan Sontag: “Comprendo mejor la sombra que la luz”.
Preguntada por la evolución de su idea del misterio femenino que representaban tan bien sus fotos para Cacharel, casi prerrafaelitas, ha dicho que la imagen de la mujer para ella no ha cambiado, “cambia la moda, que presenta una imagen sublimada de la mujer y crea personajes”. En los años sesenta y setenta tuvo su apogeo el hoy tan denostado fotógrafo David Hamilton (que se suicidó en 2016 tras recibir acusaciones de pederastia y violación): sus fotos se comparaban con las de Sarah Moon entonces. Ella no cayó en la trampa de lo hamiltoniano. “Lo conocí, y trabajé como modelo para él, en una sesión para Printemps en los años sesenta. Éramos dos modelos. Nos pidió que nos quitáramos el sujetador. Y nos negamos. No me interesa demasiado ese señor”.
De la manera en que selecciona los rostros que aparecen en sus fotos, Sarah Moon dice que simplemente son caras o gestos que le parecen interesantes y dispara. “Hay rostros que me gustan, pero no tienen que ser los de modelos o actrices, que, al contrario, son más difíciles porque tienen una idea de sí mismas”.
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