Divine a lametazos y escenas ante un fregadero
El inicio de curso cinéfilo en Madrid rescata ‘Pink Flamingos’, el clásico de John Waters, y mira hacia dos rincones interesantes del cine británico
He vuelto al cine tras el confinamiento y me alegro mucho de haberlo hecho. Aproveché el ciclo “Cine prohibido” del Cine Doré para ir con amigos a ver Pink Flamingos (John Waters, 1972) de la que habrá una segunda proyección todavía por anunciar. La película conserva todo su poder. Fue curioso ver la escena en la que Divine y su hijo en la ficción lamen todos los objetos de la casa de los Marble en una sala llena de gente con mascarilla. No me resultó irónico sino más bien un bonito homenaje. Y esta...
He vuelto al cine tras el confinamiento y me alegro mucho de haberlo hecho. Aproveché el ciclo “Cine prohibido” del Cine Doré para ir con amigos a ver Pink Flamingos (John Waters, 1972) de la que habrá una segunda proyección todavía por anunciar. La película conserva todo su poder. Fue curioso ver la escena en la que Divine y su hijo en la ficción lamen todos los objetos de la casa de los Marble en una sala llena de gente con mascarilla. No me resultó irónico sino más bien un bonito homenaje. Y esta versión iba acompañada de unas escenas eliminadas, que daban más profundidad a algunas lecturas interesantes de la película que tienen que ver con la clase. No estoy bromeando, Divine exclama: “¡Calefacción central! Qué repulsivo.”
La programación madrileña de septiembre (¿ya es septiembre?) nos permite hablar de dos rincones interesantes del cine británico, ambos de la década de los 50. Para el primero no nos tenemos que mover del Cine Doré, que proyecta If… (Lindsay Anderson, 1968). Algunos de los detalles más importantes de la trama han desaparecido de mi mente. Tiene que ver con unos estudiantes que se rebelan contra sus profesores en un colegio típicamente inglés, pero recuerdo las elecciones formales de la película y, con gran claridad, la lucha en blanco y negro entre Malcolm McDowell y Christine Noonan, como un flash. If… es considerada la obra cumbre de su director, Lindsay Anderson, uno de los máximos exponentes del Free Cinema inglés. Fue un movimiento cinematográfico que comenzó a mediados del siglo pasado en el Reino Unido, y que se componía de películas de muy bajo presupuesto y alto contenido social rodadas en los confines de la industria, en las que se veía la calle y el fregadero de las casas de los obreros, algo que sin duda debe ser revolucionario si pensamos que el primer retrete del cine americano es el de Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960). Corred todos a buscar Sábado noche, domingo mañana (Karel Reisz, 1960), uno de los títulos más certeros de la historia del cine y una fantástica representante del movimiento que cuenta con una interpretación magnética de Albert Finney.
Y ahora, los jueves imprescindibles Cines Verdi nos permiten hablar de otro lugar del cine británico: Ealing Studios. Se trata de uno de los platós más longevos del mundo, inaugurado en 1931 y cuya productora nació en 1896, con el cine. El sitio sigue en activo. A pesar de su extensa producción, normalmente uno oye su nombre asociado a una serie de comedias que comenzaron tras la Segunda Guerra Mundial y entre las que se encuentra la película que podéis ver aquí: Oro en barras (Charles Crichton, 1951).
Las comedias de la Ealing tienen un carácter especial. Normalmente se trata de historias pequeñas y satíricas que lidian con aspectos del carácter británico. En Pasaporte a Limpico (Henry Cornelius, 1949), los vecinos de un barrio londinense descubren un documento que declara su independencia de la ciudad. La película estaba dedicada a la memoria de las cartillas de racionamiento de la guerra. Y Oro en barras es una historia de un atraco a un banco, con grandes ideas en su aspecto de thriller, y que se disfraza de varias películas más hasta su final delirante. Esto les sonará a los que también hayan visto otra película de su mismo director: Un pez llamado Wanda (Crichton, 1988). La película está protagonizada por Alec Guiness, actor clave del estudio, y que en otra de sus películas insignia, Ocho sentencias de muerte (Robert Hamer, 1949), interpreta a nueve personajes. Hay detalles deliciosos por todas partes, entre ellos la breve aparición de Audrey Hepburn antes del estrellato. El brillo de la actriz es tal que la primera vez que lo ves, parece un cameo.