La anunciación de la primavera
En jardinería, la señal de comienzo para este festival de colores ya lo dio el almendro, aunque otras muchas plantas le acompañan floridas en los jardines desde hace semanas, como el durillo
Entramos en el territorio de la primavera y su fuerza se siente desde la misma tierra, surcada de raíces cuyos extremos horadan el sustrato con fruición, necesitadas de encontrar más agua y más nutrientes con los que abastecer la parte aérea de los vegetales. Las lluvias de los últimos días han supuesto un respiro para muchas plantas, que se encontraban ...
Entramos en el territorio de la primavera y su fuerza se siente desde la misma tierra, surcada de raíces cuyos extremos horadan el sustrato con fruición, necesitadas de encontrar más agua y más nutrientes con los que abastecer la parte aérea de los vegetales. Las lluvias de los últimos días han supuesto un respiro para muchas plantas, que se encontraban exhaustas tras aguantar unos meses de sequía. El fluir de la savia irriga los nuevos brotes, ya sean de hojas o vengan cargados de flores. En jardinería, la señal de comienzo para este festival de colores ya lo dio el almendro (Prunus dulcis), que se lleva justa fama como heraldo primaveral, aunque otras muchas plantas le acompañan floridas en los jardines desde hace semanas, como el durillo (Viburnum tinus).
En los albores bíblicos de la humanidad, el anhelo de un paraíso se imaginó como un jardín con todo aquello que Adán y Eva pudieran desear. Sus pisadas estaban acompañadas de mil y una especies que acariciaban sus pies, y las plantas les daban también de comer. Artistas de todas las épocas pintaron de esa forma el jardín del Edén, instalado en una eterna primavera, generosa de flores y de frutos. Uno de los más pródigos en dádivas naturales de toda la historia del arte occidental lo encontramos en el Museo del Prado, pintado a la témpera por el excelso artista del quattrocento italiano Fra Angelico (1395-1455). Este pintor toscano, que dominaba con maestría su oficio, fue capaz de crear un Edén rico en especies, hasta casi cuarenta diferentes, en su obra de La Anunciación.
Este jardín está dominado por una palmera (Phoenix dactylifera) de hojas grandes y lustrosas, pintada de una manera arcaica y poco realista, más propia de obras medievales góticas. En esta tabla de Fra Angelico, la palmera representa al Árbol de la Vida, del triunfo sobre la muerte. Se encuentra bien acompañada por varias especies que tradicionalmente se han presentado como el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Al que popularmente apelamos es al manzano (Malus domestica), ligado al inconsciente colectivo cristiano por ser el causante de la expulsión de Eva y Adán del paraíso tras comer su fruto prohibido. En la pintura nos encontramos dibujado un manzano de variedad antigua, muy similar a la Limoncella, justo a la derecha de la palmera, con frutos que recuerdan ligeramente a un cítrico.
Pero no es el único Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal al que se alude en la tradición cristiana. Hasta tres más de esas especies pueblan este jardín bíblico. La primera aparece entre las columnas de la logia con unas hojas inconfundibles: la higuera (Ficus carica), que está comenzando a formar sus dulces frutos. Asimismo, justo por debajo de las manos de Dios Padre, en la esquina superior izquierda, un frondoso naranjo amargo (Citrus x aurantium) sería la segunda de estas especies. Lo reconocemos por su característico peciolo alado, que es una lámina que se extiende a los lados del rabito de la hoja que la sujeta a la rama. La tercera especie que simboliza el fruto del pecado original es el granado (Punica granatum), que vemos justamente por encima de las cabezas de la pareja bíblica. Se encuentra justo al inicio de su floración, ya que podemos apreciar varios capullos todavía sin abrir.
Para simbolizar aún más la generosidad del vergel del Edén, el artista ha incluido un cerezo (Prunus avium) cargado de frutos que se recortan contra el cielo de un azul profundo, o un aligustre (Ligustrum vulgare) con la punta de sus ramas luciendo inflorescencias blancas que recuerdan al lilo (Syringa vulgaris), con el que comparte la misma familia botánica.
Pero también nos detendremos en el talle de Eva y de Adán, a los que vemos en el preciso momento en el que están siendo expulsados del Edén por probar el fruto prohibido. En su cintura se enrolla una trepadora, la hierba de los pordioseros (Clematis vitalba). Era llamada así por el uso que le daban las personas mendicantes, que la utilizaban frotada contra su piel para inferirse unas irritaciones que producían mayor compasión en aquellas personas a las que pedían limosna. Está claro que, a partir de ahora, los dos deberán ganarse el pan con el sudor de su frente.
Para despedirnos del jardín del paraíso observamos la alfombra de colores que forman varias decenas de especies más, como el clavel (Dianthus caryophyllus) que nace justo del marco de la obra, un rosal (Rosa gallica) de flores oscurecidas, murajes de pétalos de color rojo sangre (Lysimachia arvensis), margaritas como las manzanillas (Matricaria chamomilla) y las chirivitas (Bellis perennis), junto a tréboles blancos (Trifolium repens) o arañuelas (Nigella damascena). La primavera, los museos y los jardines nos abren sus puertas, es el momento de deleitarnos con todos sus frutos.
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