Un paciente chino abandonado en un hospital de Madrid resulta ser un fugitivo condenado por asesinato
La policía lo identificó tras seis meses de estancia ingresado por un accidente de coche. En 2019 mató a un compatriota por un asunto de tráfico de angulas
Nadie iba a visitar nunca a ese paciente con graves secuelas. Él no hablaba español y, además, apenas podía pronunciar palabra por el daño neurológico que le causó el accidente de tráfico. En los seis meses que permaneció ingresado en un centro hospitalario de Madrid, solo un hombre que se presentó como un abogado acompañado de dos intérpretes se presentó en su habitación y se llevó los pocos efectos personales con los que el hombre había llegado. Cuando el seguro canceló la estancia de ese paciente en el hospital y los médicos consideraron que no había nada más que pudieran hacer con él, lleg...
Nadie iba a visitar nunca a ese paciente con graves secuelas. Él no hablaba español y, además, apenas podía pronunciar palabra por el daño neurológico que le causó el accidente de tráfico. En los seis meses que permaneció ingresado en un centro hospitalario de Madrid, solo un hombre que se presentó como un abogado acompañado de dos intérpretes se presentó en su habitación y se llevó los pocos efectos personales con los que el hombre había llegado. Cuando el seguro canceló la estancia de ese paciente en el hospital y los médicos consideraron que no había nada más que pudieran hacer con él, llegó a la policía la información de que ese hombre podría estar relacionado con un asesinato cometido en Portugal hace cuatro años.
El 3 de mayo de 2019 fue hallado en la sierra de Arrábida de Setúbal, a 40 kilómetros de Lisboa, el cadáver de Jun Jun Fang, de 32 años. Tenía seis tiros, cinco en la boca y uno en la nuca. Sus asesinos le habían robado toda su documentación y su teléfono móvil y escaparon del país. Al investigar en su entorno, la policía judicial portuguesa descubrió que en los días previos a su muerte había rogado a sus amigos que le prestaran dinero para saldar una deuda. Tras excavar en un manto de silencio, los agentes descubrieron que Fang había adquirido una deuda de 70.000 euros con la mafia china por un asunto relacionado con el tráfico de angulas.
La pesca y el comercio de angulas en Europa está fuertemente restringido y sujeto a cuotas por la reducción de población que ha sufrido esta especie en las últimas décadas. La regulación, de hecho, prohíbe terminantemente su exportación fuera del continente. Sin embargo, es un producto tremendamente codiciado en Asia, donde su pesca sin control acabó con la especie autóctona. La carencia del producto ha provocado que se cree un mercado ilegal de exportación que hace que un kilo de angulas alcance los 5.000 euros. El traslado a países como China o Vietnam se lleva a cabo en maletas. Para la tríada, la mafia china, es un negocio suculento porque aporta tantos beneficios como el narcotráfico y tiene menos consecuencias penales.
Fang fue víctima de un ajuste de cuentas de esta mafia, que se sintió engañada por sus retrasos en el pago del préstamo que había pedido a la organización criminal. En mitad de la noche fue secuestrado y trasladado a un lugar aislado en el que le cosieron a tiros en la cabeza. Una ejecución. Los investigadores portugueses identificaron pronto a los autores del crimen. Se trataba de un hombre de 39 años y otro de 55 que acumulaban antecedentes por extorsión, tráfico de drogas e incluso otro intento de asesinato. Casi desde el principio, los agentes sospecharon que los sicarios se habían escapado a España, porque el rastro del GPS de su coche conducía al país vecino e incluso llegaron a localizarlo e intervenirlo. De este modo, las autoridades lusas emitieron en septiembre de ese año una orden europea de detención.
El caso cayó en la mesa del grupo de Localización de Fugitivos de la Policía Nacional. “Durante su fuga, ambos habían sido condenados in abstentia a una pena de 25 años de prisión por asesinato”, recalcan fuentes policiales. El 4 de febrero de 2022, las pesquisas dieron los primeros frutos y se produjo la detención de uno de los dos fugitivos. S. Z. dormía en un hostal de Madrid desde que llegó. Los agentes estaban preparados para arrestarlo cuando volvía a su habitación. Pero faltaba el 50% de los sospechosos, que no estaba en ese hotel. Su compañero no dio ni una pista de dónde podría encontrarse.
La suerte del fugitivo se volvió en su contra en agosto de 2022. Cuando circulaba por la A-42, a la altura del municipio madrileño de Cubas de la Sagra, el hombre sufrió un accidente que resultó catastrófico para él. Iba conduciendo a mucha velocidad, no le dio tiempo a frenar y se estampó contra un coche. El hombre fue atendido por los servicios de emergencia que lo trasladó en estado grave al hospital de Parla primero, después al de Getafe y finalmente, y gracias al seguro de la compañía de alquiler de coches, ingresó en el Hospital Fundación Instituto San José. Este centro tiene unas instalaciones especializadas en la recuperación de accidentes de tráfico y está preparado para pacientes de larga estancia.
Pero al cabo de seis meses, no había nada más que pudieran hacer por él, ya que no podía irse por su propio pie y era imposible contactar con alguien que se hiciera cargo. “Cuando dimos con él y nos comunicaron que había tenido un accidente, tuvimos que verificarlo, porque había sospechas de que en realidad alguien le hubiese dado una paliza”, señala una fuente policial. El personal del centro hospitalario nunca fue consciente de que el paciente estaba en busca y captura por un crimen tan salvaje. “En el vehículo iba una segunda persona en el momento del choque, a la que no se pudo identificar”, apuntan fuentes policiales.
Cuando la policía tuvo la certeza de que ese hombre era el fugitivo reclamado por Portugal, lo detuvo. Fueron los investigadores de la Brigada Provincial de Extranjería y Fronteras los que recibieron la primera información de que ese ciudadano podía ser ese al que buscaban y el que pudo constatar su identidad. En cuanto se le notificó su arresto y pasó a disposición judicial, se le trasladó directamente a un módulo hospitalario dentro de la cárcel, porque las secuelas físicas y neurológicas que le dejó el accidente le han convertido en una persona dependiente. El fin de la huida llegó en una cama de hospital.
Suscríbete aquí a nuestra newsletter diaria sobre Madrid.