Los sombreros sevillanos de 137 años que conquistan a los Windsor y a los judíos ultraortodoxos y ahora quieren tomar Texas
Fernández y Roche, empresa familiar de quinta generación, fabrica artesanalmente más de 90.000 piezas al año. Una de las claves de su éxito es dirigirse a los mercados donde este complemento no es un objeto de moda, sino de uso obligatorio
La última vez que se han dejado ver cubrían las cabezas más aristocráticas de Europa durante el funeral de Estado por la reina Isabel II, celebrado en Londres el pasado 19 de septiembre. Entre tanta solemnidad, asomaban los sombreros de la firma española Fernández y Roche, que a lo largo de todo 2022 fabricaron y exportaron un total de 92.000 piezas de fieltro desde un pequeño rincón de Sevilla, en el cercano municipio de Salteras, a 15 kilómetros de la capital. De esta localidad andaluza de cerca de 5.500 habitantes sale este preciado accesorio hasta acabar adornando no solo las cabezas de la familia real británica y los invitados a sus eventos, sino las de las modelos de la firma francesa Dior en sus pasarelas internacionales (como el desfile celebrado el pasado junio en Sevilla) y las azafatas de las aerolíneas Emirates y Qatar Airlines, entre otros grandes clientes internacionales.
Pero estos clientes no han sido los primeros ni los únicos. Antes ya lo lució Harrison Ford, con el inconfundible sombrero de su icónico personaje Indiana Jones en la película En busca del arca perdida (1981); también Colin Firth, en El discurso del rey (2010) y, como parte troncal del negocio, casi la totalidad de los judíos ultraortodoxos que portan este accesorio, de manera obligatoria, en cualquier rincón del mundo, un colectivo que revalida cada año su confianza en este producto artesanal made in Spain. Es la epopeya que viene firmando a lo largo de su historia centenaria la firma sevillana Fernández y Roche, que en 2022 ha cumplido 137 años en manos de cinco generaciones de la misma familia. Se coronan hoy como la única fábrica de España, y de las pocas que quedan en el mundo, que se dedica al proceso completo de la elaboración de sombreros de una manera íntegramente artesanal.
Al entrar en la factoría ubicada en el pequeño municipio sevillano de Salteras, donde hoy trabajan 60 personas —mujeres en su mayoría—, la historia y la vanguardia se van cruzando en el itinerario de la fabricación de este complemento, como si no fuera posible explicarse el éxito de esta empresa familiar —que no tiene competidores nacionales ni europeos— sin la perfecta conjunción de ambos factores. Fundada en 1885 por los empresarios sevillanos José Fernández y Antonio Roche, esta sombrerera dio sus primeros pasos justo en la época de mayor esplendor del accesorio. “En el primer tercio del siglo XX llegó a ser una de las empresas más importantes de Sevilla y del país en cuanto a volumen de negocio, empleo (con más de 500 trabajadores) y facturación”, recuerda Enrique Fernández, bisnieto del fundador y actual presidente de la compañía.
Sin embargo, la llegada del movimiento global conocido como sinsombrerismo a partir de la década de los cuarenta del pasado siglo, justo al término de la II Guerra Mundial, hizo tambalear el negocio hasta hacerles temer por su supervivencia. “Es entonces cuando se plantea la imperiosa necesidad de exportar, ya que se reduce muchísimo el mercado nacional, aunque el internacional también seguía cayendo, con el cierre de las grandes fábricas. Se vivieron años de enorme debilidad empresarial, entre los años cuarenta y setenta”, relata el presidente.
El verdadero reflote de la sombrerera sevillana se produce —y, con él, el comienzo de una nueva era en la compañía— con su apertura al mercado judío en la década de los setenta, que los ha convertido en líderes mundiales de su sector. “La de los ultraortodoxos es la comunidad más mayoritaria en el uso del sombrero a nivel mundial. Nuestra salida fue buscar mercado en aquel nicho donde nuestro producto no fuera un elemento de moda, sino de uso obligatorio”, explica Fernández. Y así llegaron hasta Nueva York, donde se concentra la mayor comunidad de judíos ultraortodoxos del mundo.
Se puede decir, sin remilgos, que la totalidad de judíos jasídicos en la populosa comunidad ultraortodoxa de Estados Unidos, reunidos en su inmensa mayoría en el barrio de Williamsburg (Nueva York), portan sombreros fabricados en este plácido rincón de Andalucía. “El cliente judío constituye a día de hoy el mayor mercado de la compañía en Estados Unidos e Israel, nos ha dado difusión como una marca de prestigio y nos ha conducido a dominar las mayores exigencias de calidad”, explica Abraham Mazuecos, director general de la firma.
Esta fábrica de donde salen 500 sombreros al día es, en efecto, un perfecto engranaje de personas y maquinaria que han perpetuado este oficio centenario, pero para el que parece que existe, asegura su presidente, “relevo generacional”. Fernández y Roche ofrece la formación no solo a sus nuevos empleados para garantizar la máxima calidad y rigor en la fabricación artesanal de sus sombreros —un proceso muy lento con más de 200 pasos—, sino también a los técnicos en el mantenimiento de su escasa tecnología, con la conservación intacta de la misma maquinaria utilizada desde sus inicios a finales del siglo XIX. Es, asimismo, un ejemplo de sostenibilidad, con un 0% de emisiones y por el tratamiento de su producto animal, entendido como subproducto de la industria alimentaria.
El sombrero judío ha permitido a Fernández y Roche consolidarse como referente mundial y ampliar su producción a otras líneas de negocio, acercándose de nuevo a la industria de la moda. Al cierre del ejercicio del pasado 2022, la captación de clientes como la francesa Dior permitió a la fábrica sevillana la confección de un total de 1.000 piezas para el desfile de su colección de crucero 2023, celebrado el pasado verano en la plaza de España de Sevilla. También el mercado asiático, con una fuerte implantación en Japón, gran importador del clásico sombrero cordobés de ala ancha, confirman el liderazgo de esta sombrerera, consolidada en Europa con la exportación de sus bombines y chisteras al Reino Unido, donde tienen como proveedor a la célebre tienda Lock & Co. Hatters, la sombrerería más antigua del mundo —fue fundada en 1676—, ubicada en la céntrica St. James’s Street de Londres y cuyo cliente principal es la familia real británica. En Lock reciben desde Sevilla 4.000 sombreros al año.
Conquistados todos estos territorios, y con una facturación anual de siete millones de euros, el próximo plan de expansión de Fernández y Roche —que tiene en la exportación el 80% de su negocio— mira al mercado texano, “el mayor mercado de sombreros del mundo, donde viven 50 millones de personas y existe un alto poder adquisitivo”, explica su presidente. Un nuevo desafío para Sevilla: la conquista del lejano Oeste.
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