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Celia Crespo de las Heras: “A la gente le gusta comprar el vino de la añada de su nacimiento”

Sumiller y creadora de Vino con tino, fundada tras la pandemia y con la que asesora a particulares o negocios sobre las botellas que deben comprar

Celia Crespo de las Heras
La sumiller Celia Crespo de las Heras en Bodegas Vides, en Madrid, el 15 de marzo.Álvaro García
Pablo León

Celia Crespo de las Heras (Aranda de Duero, 50 años) se define como personal shopper de vinos. Aunque se formó como socióloga; en 2015 se tituló en la Escuela Argentina de Sommeliers. “Mi padre hacía vinos en casa: toda la vida he jugado entre viñas, he vendimiado…”, cuenta desde la bodega Vides, en el madrileño barrio de Chueca; “templo del vino” donde nos ha citado. Desde su asesoría llamada Vino con tino, Crespo de las Heras recomienda botellas a particulares, pero también diseña cartas de restaurantes o elabora paquetes basados, por ejemplo, en un estado de ánimo ―vinos para cuando estás alegre, triste, o romántico―; en el tipo de suelo (como los vinos volcánicos); o en la personalidad de las bodegas donde se elaboran. “Una etiqueta a veces no te dice nada, pero que un vino sea serio, vibrante, divertido o adecuado para un momento concreto, te puede orientar más”.

Pregunta. ¿Cómo se le ocurrió lo de personal shopper de vinos?

Respuesta. En el mundo del vino hay mucho cara a cara, visitas a bodegas, catas, mucho escupir… Con la pandemia, eso desapareció y el sector quedó paralizado. Cuando estábamos confinados, algunos amigos empezaron a pedirme recomendaciones de botellas. Tras la pandemia, decidí profesionalizar la idea.

P. ¿Tiene mucha clientela?

R. No lo definiría como un volumen muy grande, aunque sí, muy fiel: hay algunos que no compran un vino si no se lo prescribo. A veces, incluso, me mandan las cartas de los restaurantes para que los ayude a elegir.

P. Eso es un servicio 24 horas, ¿cobra mucho?

R. No tanto. Tengo un vínculo con muchos de mis clientes y esas preguntas son parte de nuestra relación. Además, es fácil acertar con vinos caros, pero no solo quiero ofrecer alta gama; me gusta que mis clientes descubran vinos de todos los niveles, cada uno el que pueda y le apetezca.

P. Así, entre nosotros, ¿tiene clientes famosos?

R. Alguno tengo, pero, como comprenderás, no voy a dar detalles. Si te sirve, te puedo decir que llevo la bodega de algún que otro futbolista de élite.

P. ¿Qué es lo que más le demandan?

R. Últimamente, me piden vinos de un año concreto; a la gente le gusta comprar el vino de la añada de su nacimiento, de su pareja, sus hijos… Es bonito. Eso sí, antes pregunto el año porque si es mala cosecha sé que no va a haber. Si es de una añada que se ha mantenido bien y se ha cuidado; me pongo en contacto con mis proveedores de vinos antiguos.

P. Mi año es el 80, ¿sería fácil encontrar algo?

R. El otro día me hice con una de 1973. Aunque no todas las bodegas elaboran vinos de guarda, cada vez se hace más. Es una práctica que pone en valor el mantenimiento, el cuidado, la paciencia. No saben igual que el primer día; son otra cosa, y, además, cuentan una historia.

P. Esta noche tengo una cena, ¿qué me recomienda?

R. Voy a decirte tres bodegas. Soy muy fan de Forlong, en Cádiz, donde elaboran vinos muy especiales: tanto los blancos con uva palomino, que no están encabezados; como los tintos a base de tintilla de Rota. También, de Cerrón, en Jumilla, con sus refinadas propuestas y un universo visual muy llamativo. Y, finalmente, Cámbrico, ubicada en la Sierra de Francia, en Salamanca, y donde trabajan con viñas ecológicas de rufete en altura. Hay vida más allá de las erres: Rioja, Ribera, Rueda.

P. ¿Es machista el mundo del vino?

R. Lo ha sido. Y aún queda algo. Pero creo que se ha ido superando. Me ha pasado de ir a una feria de productores y que sirvan primero a los señores. Y he tenido proveedores que me ponían en la última de sus prioridades; no sé si tanto por ser mujer o porque era [una empresa] pequeña.

P. ¿Por qué el rosado ha sido tan denigrado en España?

R. Por prejuicios y el peso de la tradición, en el peor sentido. A mí me han tirado un rosado de una selección solo porque era rosado. Te diría que mis clientes de rosado son casi todas mujeres.

P. ¿Cómo se combate?

R. Con catas a ciegas. Colaboro con la plataforma de promoción del vino Verema en un panel de cata. Hacemos muchas a ciegas y es un bonito ejercicio lleno de humildad y aprendizaje. En estas citas hemos desmitificado grandes nombres y también, descubierto maravillas que por su etiqueta ―o su precio― igual no hubiéramos probado nunca.

P. ¿Qué retos ve en el vino español?

R. El calentamiento global puede convulsionar al sector; fácilmente se acabará haciendo vinos en Inglaterra. También, la falta de cooperación en el sector y los delirios de grandeza de algunas bodegas. Por ejemplo, las hay que no quieren posicionarse en una feria de arte alternativa o en un festival de música, donde rara vez tienen vino y si lo ofrecen no suele ser bueno. En otros países, alrededor del vino hay eventos alucinantes y diversos. Además, a nivel de vinos, hay varias españas. Aún se encuentra bastante entry level [de nivel básico], que apuestan al volumen ―son menos que antes, pero sigue habiendo―. Luego, hay gama media y alta. Sin embargo, algunas bodegas que se ubican en estos tramos más elevados, no lo son tanto.

P. ¿Y oportunidades?

R. La relación calidad-precio es imbatible; eso no lo tiene ningún otro país. El vino podría venderse como lo hace la gastronomía, o unido a ella. Me parece buenísima la campaña de Alimentos de España [del Ministerio de Agricultura y Pesca]: “El país más rico del mundo”. El vino español se debería mover en esa dirección, pues goza de una diversidad envidiable, una oferta brutal y unos precios para ser competitivos en el mercado local, nacional e internacional.

P. Los vinos españoles no disfrutan de tanta fama internacional como otros países, ¿por qué?

R. Sobre esto habla mucho Pedro Ballesteros [uno de los Master of Wine españoles más reconocidos]. Hay tantas denominaciones ―micromarcas de microzonas― que, muchas veces, se pierden. No hay que rechazar las singularidades ni eclipsarlas, pero se puede trabajar en una marca global, crear valor, y luego diferenciarse. Muchas veces, las marcas españolas que se ven fuera son las que tienen pulmón económico para lanzarse. Eso me da pena, pues deja de lado a muchas bodegas pequeñas y genuinas.

P. ¿Qué vino maridaría con EL PAÍS?

R. Lo veo como un vino atrevido. Un buen tempranillo, que es la uva más apreciada en España y que da vinos de perfiles muy diferentes e interesantes: elegantes y fáciles de beber sin crianza; estructurados y complejos tras su paso por barrica.

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Sobre la firma

Pablo León
Periodista de EL PAÍS desde 2009. Actualmente en Internacional. Durante seis años fue redactor de Madrid, cubriendo política municipal. Antes estuvo en secciones como Reportajes, El País Semanal, El Viajero o Tentaciones. Es licenciado en Ciencias Ambientales y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Vive en Madrid y es experto en movilidad sostenible.
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