Susan Boyle, la voz que acabó con los prejuicios
La cantante escocesa, que se hizo famosa tras su paso por ‘Britain’s got talent’, cumple 59 años con una vida tranquila y una carrera insólita
Quién diría que Susan Boyle cumpliría sus sueños. Aquella mujer desaliñada, un poco nerviosa por participar en el concurso Britain’s got talent y de la que se reía el público nada más aparecer en el escenario llegó a cantar más tarde frente a la reina Isabel y el papa Benedicto XVI, entró en el libro Guiness con tres récords y puede presumir de haber vendido más de 25 millones de discos. La cantante escocesa que calló bocas con su interpretación de I Dreamed a Dream, del musical Los Miserables, cumple este miércoles 59 años y más de una década de una carrera insólita y repleta de altibajos.
No fue el programa lo que la catapultó a la fama, sino YouTube, donde superó los 100 millones de visitas en menos de diez días. El vídeo de su audición en 2009 dio la vuelta al mundo y trajo cierta esperanza a aquellos que pensaban que no podían tener una carrera en la industria musical si no se contaba con un físico espectacular. Fue comenzar a entonar las primeras notas de la canción y acabar con los estereotipos. No ganó. Quedó segunda. Pero como suele ocurrir en muchos de los programas de este tipo, el vencedor no siempre es el que triunfa una vez acabada la competición.
Boyle publicó ese mismo año su disco debut: I Dreamed a Dream. Cómo no. Y a este trabajo le siguieron otros siete más; el último, el año pasado para celebrar sus 10 años como cantante. Sin embargo, convertirse en famosa de la noche a la mañana hizo mella en Boyle, que tras la final del concurso fue ingresada durante cinco días en una clínica psiquiátrica por estrés mediático. Pasó de ser una desempleada que vivía sola con su gato Pebbles en una vivienda de protección oficial y de escasa vida social a un fenómeno viral al que no solo querían entrevistar medios británicos, sino también reputados presentadores al otro lado del Atlántico como Oprah Winfrey y Larry King.
En esos duros momentos recibió el apoyo de sus recientes fans e incluso del entonces primer ministro británico, Gordon Brown. Después de aquello comenzó a trabajar en su álbum, pero intentando llevar el mismo estilo de vida que tenía antes de su paso por televisión. Se compró una casa más ostentosa, de 450.000 euros, pero aquello no le agradó y acabó cediéndosela a una de sus sobrinas para regresar a su anterior vivienda, que adquirió por 75.000 euros. Ahora que tiene más medios, suele ayudar a diferentes causas benéficas y a la iglesia de su comunidad —en Blackburn, perteneciente al condado de Lancashire—, donde sigue cantando.
Pero Boyle no reniega de su pasado. Volvió a probar suerte en 2019 en una edición especial de campeones del programa donde dio sus primeros pasos. A pesar de ser la concursante más popular de su historia, volvió a perder. Primero lo hizo ante un grupo de bailarines y después frente a un mago. Ella sigue con su música y sus conciertos. De hecho, en uno de ellos se enfundó una vez más el vestido con el que debutó en televisión. Sucedió en Glasgow hace unas semanas y recreó el momento de su actuación hace ya once años, aunque esta vez con el pelo más arreglado, pues luce flequillo y se ha teñido de castaño.
Durante esta década, la vida de Boyle ha sufrido altibajos. En 2013 reveló padecer síndrome de Asperger, un tipo de autismo que afecta a las interacciones sociales. Ese diagnóstico respondió a muchas preguntas que se había hecho la cantante desde niña. “Cuando era pequeña me dijeron que tenía un daño cerebral. Pero sentí que era una etiqueta injusta. Ahora entiendo lo que está mal, estoy aliviada y un poco más relajada conmigo misma”, contó al periódico The Guardian.
Su infancia no fue fácil, pues era maltratada por compañeros y profesores, que se burlaban de ella por sus dificultades de aprendizaje. La música era su manera de “liberarse emocionalmente”, como explicó a The Mirror, y con 12 años comenzó a cantar en coros, recitales y concursos. Durante muchos años fue una mujer anónima que cantaba bien, pero sin un futuro muy alentador. Hasta que una promesa cambió su porvenir: "Le prometí a mi madre que haría algo con mi vida justo antes de que muriera, que haría algo con mi canto. Y me presenté a Britains Got Talent”.
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