Xuan Lan: “Un hombre que hace yoga es un buen fichaje”
La mujer que consiguió relajar a España en los momentos más duros del confinamiento, habla de su infancia, de la relación con sus padres y de ligar meditando
Xuan Lan (París, 45 años) trabajaba en Nueva York en una red social primigenia cuando estalló la burbuja digital y decidió irse con su marido a vivir a Barcelona sin hablar ni una palabra de español. Francesa de origen vietnamita, después de pasar unos años trabajando en banca lo abandonó todo para ser instructora de yoga. 20 años después, se ha convertido en una auténtica gurú de la disciplina, con más de medio millón de seguidores en redes sociales, quienes le dicen una y otra vez que les salvó en el confinamiento y que su voz les calma. Con ese tono, levemente tocado por un hipnótico acento francés, habla sobre sus logros y su forma de ver la vida.
Pregunta. Ha contado que empezó a hacer yoga cuando trabajaba en Nueva York en un puesto que le generaba bastante estrés. ¿Nunca pensó que era mejor solución abandonar ese trabajo que ponerse a hacer yoga?
Respuesta. No. El yoga te ayuda a lidiar con el estrés, pero no empecé por ese motivo. Mi pareja, que en aquella época todavía era solo un amigo, me invitó a una clase. Fue una experiencia más. Es verdad, eso sí, que el yoga me ayudó a mantener este equilibrio durante los nueve años que estuve trabajando en un banco ya en Barcelona, pero nunca me he quejado del trabajo en sí.
P. O sea, que no guarda ningún resentimiento hacia las dinámicas de las grandes empresas...
R. No puedo culpar a mi empresa porque durante muchos años me lo pasé muy bien; y luego, en cambio, empecé a aburrirme porque no encontraba en el trabajo algo que me llenase intelectualmente, no encontraba un propósito. El yoga me llegó como una oportunidad de cambio y fue tal cual, de un día para otro.
P. Su actual pareja y usted eran amigos e intimaron a través del yoga. ¿Estoy en lo correcto si digo entonces que una clase de yoga es un buen lugar para ligar?
R. Uy, sí. Conozco a otras parejas que se conocieron de esta manera. Un hombre que hace yoga es un buen fichaje porque son personas que ya están dispuestas a entrar en una cierta introspección, a observar también su lado más femenino. Son más sensibles que muchos hombres a los que no les interesa entrar en ese campo.
P. ¿Y qué tipo de hombre es un mal fichaje para usted?
R. [Risas] Llevo tantos años con mi pareja que no pienso ya en eso, pero un valor muy importante en la pareja es el respeto. Si un hombre no te respeta porque considera que su trabajo, sus actividades o lo que piensa él es más importante que lo tuyo, eso es una línea roja.
P. Ha dicho muchas veces que para usted el yoga ni siquiera es un deporte. Que es una pausa. Ahora que el yoga es su trabajo, ¿cómo hace pausas?
R. Yo no puedo imaginar mi vida sin el yoga. Para mí no es un trabajo, es una pasión. Pero tengo otra actividad física que es un entrenador personal que una vez a la semana comparto con mi marido. También hacemos caminatas de senderismo los fines de semana que me permiten reconectar con la naturaleza y conversar.
P. ¿Alguna vez ha tenido algún vicio que dejara?
R. No, nunca. No bebo más de una copa los fines de semana. Nunca me he drogado tampoco. El dulce lo pruebo de forma moderada.
P. Es usted una persona muy austera. ¿Le supone sacrificio ese autocontrol?
R. Ninguno. Es cierto que soy austera en el sentido de que no necesito mucho. No tengo coche. No tengo casa de campo. No consumo demasiado. La única cosa que me encanta son los viajes, pero no en sentido de hacer turismo, sino de inmersiones culturales. Los viajes me permiten tener otra perspectiva de la vida y estoy muy acostumbrada a hacerlos, porque de pequeña viajaba mucho con mis padres a ver a nuestra familia en Estados Unidos o en Canadá. Yo pertenezco a la primera generación de vietnamitas nacida en Francia, cuando ni siquiera se usaba la palabra inmigración.
P. ¿Y sus padres la entendieron cuando decidió dar el salto al yoga?
R. Vengo de una cultura para la cual la educación académica de sus hijos es muy importante. Ellos creen firmemente que si haces una buena carrera para tener un buen trabajo, si pagas tus impuestos y no molestas, nadie te puede hacer bullying [acosar] ni tratar “de inmigrante”. Yo siempre fui muy buena estudiante y seguí los consejos de mis padres: tenía que ser economista, ingeniera o médica. La filosofía, psicología o las bellas artes no eran opciones posibles. Pero es verdad que estudiar mucho me sirvió para vivir en Estados Unidos y al final encontrar un trabajo en España.
P. Aunque al final se acabó rebelando y haciendo lo que quería.
R. Totalmente. Fue como florecer a los 35 años. Un poco tarde, pero es mejor tarde que nunca.
P. Dice usted que si hiciéramos todos yoga desde niños seríamos mejores. ¿Tiene alguna prueba de ello?
R. No, pero viendo cómo funcionan los adultos que no tienen esta inteligencia emocional, porque tampoco sus padres les dieron espacio para expresar sus emociones, pues me parece lógico.
P. ¿Y qué le parece lo de ir al psicólogo?
R. Muy necesario. Una persona ajena al entorno del problema en cuestión nos permite abrirnos a ver las cosas de otra manera. Durante muchos años ha sido tabú decir que la gente iba al psicólogo y ahora por fin se ha normalizado.
P. ¿Usted va?
R. Yo no, porque es verdad que el yoga me ha ayudado durante tantos años a conectar con mis emociones, mis pensamientos, mis miedos. Fui una vez y la doctora me dijo: “Me parece que no hace falta que venga”.
P. ¿Volvería a trabajar en un ambiente corporativo o sería lo último que haría?
R. Me cuesta mucho imaginármelo. Lo que peor llevaba era la política interna, la diplomacia, las intrigas. No las entiendo. Son cosas que no he aprendido de mis padres ni de mi vida anterior.
P. ¿Y los yoguis tienen ideas políticas?
R. No se habla de política en yoga. El yoga realmente son valores éticos universales.
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