Oprah Winfrey cumple 70 años con un imperio de 2.800 millones de dólares y las cosas más claras que nunca
La presentadora, empresaria y actriz está en un momento clave de su carrera como productora de la nueva versión de ‘El color púrpura’, basada en la novela homónima de Alice Walker y que ya tuvo su adaptación al cine en 1985, por la que estuvo nominada como actriz . Un proyecto que atraviesa las últimas cuatro décadas de su vida
En los próximos premios Oscar, el 10 de marzo, Oprah Winfrey irá vestida de morado. No es una predicción, es que la empresaria, presentadora, actriz, productora y novia de América, nacida en Misisipi hace este lunes 28 de enero exactamente 70 años, lleva haciéndolo así desde hace meses. Porque cuando Winfrey se compromete con algo no lo suelta, y esta temporada su compromiso es de los más grandes que ha asumido en su vida: es la productora de la película El color púrpura, la adaptación del musical que es, a su vez, una versión de la novela de Alice Walker. El libro ya había sido llevado al cine en 1985 por Steven Spielberg, en una película por la que la propia Winfrey fue candidata al Oscar a mejor actriz secundaria. La presentadora considera aquel trabajo “lo más importante” que le ha sucedido en su vida. Con un programa de televisión que duró 25 años, una revista, un canal de televisión, una productora, una docena de propiedades, una fuerte inversión filantrópica y 2.800 millones de dólares a sus espaldas, es una afirmación ciertamente contundente.
Pero Oprah (no, a ella no le hace falta apellido) es así: sólida, elocuente, decidida. Controladora, según algunos. Los tentáculos de su poder se extienden ya desde hace medio siglo por casi todas las ramas del entretenimiento en Estados Unidos, desde que ya en el instituto empezó a colaborar con una emisora de radio y, con 19 años, a mediados de los setenta, se convirtió en reportera y presentadora en televisiones locales. Y de ahí hasta su televisivo El show de Oprah Winfrey, entre 1986 y 2011, en cuyo sofá sentó a Tom Cruise, George W. Bush, Sarah Ferguson, Whitney Houston o Bill Clinton. Pero no solo. Su club de lectura, con más de 100 libros recomendados en los últimos 28 años, marca la pauta editorial y da un chute de ventas a sus recomendaciones. La política tampoco le es ajena: los Obama son íntimos, y hace cinco años levantó el teléfono para convencer a Mitt Romney para que se presentara como candidato independiente en 2020 (él llegó a decir que exigiéndole que la llevara como vicepresidenta; ella lo negó). Incluso ha flotado la idea de que se presentara como candidata a presidenta. Donald Trump llegó a decir que “sería divertido”. Ella misma tuvo que desmentirlo: “No tengo el ADN para hacer eso”.
No es que no sea capaz, es que Winfrey no lo necesita para ser lo que es: una de las mujeres más poderosas del mundo (la 31ª, según Forbes, por encima de Beyoncé, de la embajadora de EE UU ante la ONU o de la presidenta de Honduras o la directora de la Bolsa de Nueva York) y una de las voces más respetadas del país. Y, además, le encanta lo que hace. Lo está demostrando ahora, con una vitalidad desbocada a sus 70 años recién cumplidos. No ha faltado a uno solo de los actos, estrenos y entregas de premios de El color púrpura, ha participado en debates, charlas, late nights, entrevistas, vídeos promocionales. Ella cuenta a la menor ocasión que la película lo cambió todo: “Fue lo más importante de mi vida, y sigue siendo un asunto central para mí”, dijo en People. Cuando Steven Spielberg la llamó para el papel de la guerrera Sophie en la película de 1985, ella jamás había pisado un plató de cine, y está convencida de que los 35.000 dólares que ganó (unos 100.000 hoy ajustados a la inflación, no demasiado) son “los 35.000 dólares mejor pagados del mundo”. “Lo cambió todo y me enseñó mucho. Fue cosa de Dios”, ha contado ella, que entonces ni siquiera sabía que no tenía que mirar a cámara cuando actuaba.
Aquella película logró 11 nominaciones al Oscar, y también le dio una a ella. La segunda, que llegó 30 años después, es buena muestra de su evolución: fue gracias a Selma, acerca de la marcha por los derechos civiles en 1965 y ya como productora, en un complejo proyecto que tardó más de siete años en sacar adelante. Este año, con la nueva versión musical de El color púrpura, Winfrey se ha colado, de refilón, en la carrera por los premios. Solo ha logrado una nominación al Oscar, precisamente para Danielle Brooks como la nueva Sophie, el papel que hizo ella hace 38 años. Winfrey, para este filme, prefirió no hacer siquiera un cameo.
En estas cuatro décadas mucho ha cambiado para Winfrey. La niña a la que su abuela vestía con sacos de patatas, semiabandonada por su madre (ya de adulta no tenían ni sus números de teléfono), a la que su padre espoleó en su educación y sus intereses, se ha convertido en una voz autorizada para casi todo en su país y en el resto del mundo. Sus negocios la han ayudado a lograr cotas de poder nunca imaginadas para ella, como su canal OWN, que creó en 2011 y vendió a Warner una década después en una millonaria transacción. Esa fortuna le ha permitido donar más de 425 millones de dólares a lo largo de su vida. A las chicas que estudian en el colegio femenino que fundó en Sudáfrica las llama “hijas”.
Su filantropía se asocia siempre a sus intereses, como cuando en agosto aportó, junto a Dwayne Johnson, La Roca, 10 millones de dólares para ayudar a la recuperación de Lahaina tras los terribles incendios que arrasaron esta ciudad de Maui (Hawái). Allí tiene varias propiedades, porque hace dos décadas compró nada menos que 40 hectáreas en el corazón de la isla, algo por lo que también le han llovido las críticas, al hacerse con tales cantidades de terreno.
No han sido las únicas de su carrera y su vida, siempre observada. La escritora Kitty Kelley le dedicó una completa biografía en 2010, donde a lo largo de 500 páginas desgranaba ciertos secretos suyos, sin demasiadas revelaciones, como su lucha por mantenerse en un peso bajo. Oprah hablaba de ello hace unas semanas. “Ha sido deporte público burlarse de mí durante 25 años, me han criticado y avergonzado, y me he criticado y avergonzado yo a mí misma”, revelaba en diciembre, afirmando que sus cambios de peso han “ocupado cinco décadas de espacio mental” en su cabeza.
Dos años después de someterse a una cirugía de rodilla, afirma que camina entre cinco y ocho kilómetros a diario, cena a las cuatro como muy tarde, bebe casi cuatro litros de agua al día y sigue la dieta de la compañía dietética Weight Watchers, de la que llegó a comprar el 10% en 2015. Pero no solo eso. “Conocía los medicamentos [para perder peso], pero sentía que tenía que demostrar que yo tenía la fuerza de voluntad para hacerlo. Y ahora ya no me siento así”. Los nuevos fármacos de reducción de peso, como Ozempic, están a la orden del día en Hollywood. Y Winfrey ya no esconde su uso.
Ella es ajena a toda crítica, y se ha convertido en la perfecta embajadora de sí misma, adorada por el país entero, por cada rama. Su poder en el mundo del cine quedó reconocido en diciembre por parte de la Academia de Cine de Hollywood, que le otorgó su Pillar Award “en agradecimiento a su liderazgo y apoyo ejemplar” en la industria. Un par de semanas después le llegaba otro homenaje, cuando la National Portrait Gallery, en Washington, desvelaba su cuadro en la galería de retratos más ilustres de EE UU. Por supuesto, iba vestida de morado. No en la ceremonia, sino en el retrato. Para siempre.
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