La tormenta que no cesa para Chiara Ferragni
Marcas como Coca-Cola o Safilo han abandonado las colaboraciones con la ‘influencer’ italiana tras ser multada por publicidad engañosa. La también empresaria se ha puesto en manos de una compañía especializada en gestión de crisis para recuperar su reputación, un elemento primordial de sus actividades y ganancias
La influencer Chiara Ferragni (36 años, Cremona) está desde diciembre en el centro de una tormenta mediática. Todo empezó cuando recibió una multa de un millón de euros por “prácticas comerciales incorrectas” en una polémica campaña supuestamente benéfica en colaboración con una marca de dulces navideños. La publicidad incitaba a pensar en una aparente recogida de fondos p...
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La influencer Chiara Ferragni (36 años, Cremona) está desde diciembre en el centro de una tormenta mediática. Todo empezó cuando recibió una multa de un millón de euros por “prácticas comerciales incorrectas” en una polémica campaña supuestamente benéfica en colaboración con una marca de dulces navideños. La publicidad incitaba a pensar en una aparente recogida de fondos para un hospital infantil, pero esta en realidad no existía. La sanción tuvo una enorme resonancia mediática y llegó a comentarla hasta la primera ministra italiana, Giorgia Meloni. La italiana, a la que le gusta definirse como empresaria y emprendedora, pidió perdón en un vídeo y anunció que donaría a un centro médico de Turín el millón de euros que se había embolsado con las ventas. Pero este gesto no le sirvió de mucho. En las últimas semanas, ha asistido a una estampida de patrocinadores y de seguidores y hasta el Gobierno ha aprobado una norma, conocida como la ley Ferragni, para regular los perfiles en redes sociales con más de un millón de seguidores con el objetivo de prevenir estafas y publicidad engañosa y proteger la integridad de los menores.
Además, la conocida influencer —una de las primeras del mundo en ser apodada como tal— está siendo investigada por la fiscalía por un presunto delito de estafa agravada. Aparte de la campaña del dulce navideño, por las ventas de unos huevos de Pascua de chocolate y de una muñeca para niños que también sugerían una campaña solidaria de recogida de fondos contra el ciberacoso y la homofobia.
Una de las marcas que ha decidido desvincularse de Chiara Ferragni es Coca-Cola, que incluso había rodado un anuncio con ella en diciembre, que debería haberse estrenado estos días. La emblemática empresa de refrescos ha decidido dar un paso atrás después del escándalo y el consiguiente daño de imagen y ha anunciado que no emitirá la publicidad. “Hemos trabajado con Chiara en Italia en 2023, incluso hubo algunos rodajes en diciembre. Por el momento, no tenemos previsto utilizar este contenido”, ha declarado la compañía al diario La Repubblica.
A finales de año, Safilo, una empresa italiana de gafas de alta gama, también anunció que había interrumpido su colaboración con Ferragni. La empresa de papelería Cartiere Paolo Pigna es otra de las que ha optado por romper relaciones comerciales con la influencer, con quien colaboraba desde 2021. La compañía ha defendido que adoptó esta decisión “en cumplimiento de su propio código ético de empresa, que excluye la colaboración con terceros sancionados por las autoridades competentes por comportamientos contrarios a la ética, la corrección y la ley”. Ferragni, a través de sus empresas, ha recurrido la multa en los tribunales y ha anunciado que emprenderá “iniciativas de protección similares contra quienes actúen en contra de los contratos de colaboración existentes”. Eso sí, aún conserva potentes relaciones comerciales con grandes marcas, como Monnalisa, con la que tiene un acuerdo para crear ropa infantil y chándales, y además es imagen de Pantene y Arval Cosmetici, entre otras.
Al deterioro del prestigio de la influencer se suma el daño económico para su imperio multimillonario, que engloba tres empresas valoradas en torno a los 100 millones de euros. Cuantificar las pérdidas es complicado, porque más allá de las colaboraciones interrumpidas está el hecho de que su actividad en redes sociales, una de sus grandes fuentes de ingresos, se ha reducido drásticamente. La italiana ya no está difundiendo publicaciones patrocinadas en su Instagram, por las que solía cobrar decenas de miles de euros.
Tras la publicación del vídeo pidiendo disculpas, y después de varias semanas de un silencio inaudito, Ferragni regresó hace un mes a Instagram, la red social que la encumbró y donde acostumbraba a retransmitir su lujosa vida a diario. Eso sí, ha reducido considerablemente el número de publicaciones y ha restringido los comentarios de los usuarios para evitar la tromba de descalificaciones y mensajes negativos que recibió cuando se conoció la multa. En las primeras historias publicadas en esta red social tras el escándalo, Ferragni dijo a sus seguidores (que, a pesar del reciente escándalo, siguen siendo 29,3 millones) que les echaba de menos. La influencer ha perdido algo más de 200.000 seguidores, un porcentaje ínfimo de su comunidad pero, para ella, que hasta ahora siempre había estado en ascenso constante, se trata de la mayor caída desde que despuntó en las redes. Ha agradecido a las personas que han estado cerca de ella en las últimas semanas y también a las que “han expresado su opinión, incluso negativa, en un tono tranquilo y constructivo, porque en la vida siempre hay tiempo para enfrentarse, reflexionar y volver a empezar”. Sus palabras podrían ser el primer paso de un largo proceso para limpiar su imagen, que deberá servir para mantener la influencia en su público y calmar a las empresas con las que aún hace negocios.
Para una influencer como ella, la reputación es un elemento primordial, la clave de sus actividades y ganancias. Ferragni necesita demostrar que sigue siendo una colaboradora fiable y una imagen creíble si quiere mantener sus contratos millonarios. Para ello, como señalan los medios locales, se ha puesto en manos de una empresa de comunicación especializada en gestión de crisis de imagen, Community Reputation Advisers. Esta compañía ha gestionado crisis de reputación como la quiebra fraudulenta de la empresa de lácteos Parmalat y también ha trabajado con compañías como Standard & Poor’s, el club de fútbol Juventus de Turín o Atlantia, por el derrumbe del puente Morandi, en Génova.
En el caso de Ferragni, la estrategia es compleja. Primero hubo un periodo insólito de silencio total. Después llegó la frase “os he echado de menos” para tratar de reenganchar a sus seguidores y, a continuación, las fotos de sus dos hijos, de su madre y de sus dos hermanas, todos muy conocidos gracias a sus redes sociales y a las dos temporadas del reality familiar en Prime Video, Los Ferragnez. Pero hay una ausencia. En sus publicaciones recientes no hay rastro, ni en las imágenes ni en los stories ni en los comentarios, de su marido, el cantante italiano Fedez, que ha viajado a Miami. La prensa italiana baraja varias teorías y se ha llegado a hablar incluso de separación. Los medios aseguraron que Ferragni había entrado en un edificio donde tiene el bufete un conocido abogado milanés especializado en divorcios, algo que el círculo más estrecho de la influencer acabó desmintiendo. También hay quien apunta a que el aparente distanciamiento mediático se debe a una estrategia de mercadotecnia para separar las carreras y las narrativas sociales de una de las parejas más mediáticas del país para salvar su imperio.