Bradley Cooper confiesa que no sintió amor por su hija Lea hasta que ella tuvo ocho meses

La carrera por los premios Oscar está a punto de acabar, pero lleva meses de ardua batalla. Alzarse con el máximo galardón del mundo del cine, especialmente en sus categorías más mediáticas, como las de interpretación, va mucho más allá de una buena interpretación. Detrás hay toda una campaña de meses con publicistas, agentes, mánagers, estilistas, fotógrafos, prensa... mediante la que los actores intentan transmitir una imagen cercana. Acuden a programas de televisión o entregas de premios y realizan entrevistas y actividades que, a veces, sorprenden o van más allá de lo común. Es el caso de Bradley Cooper, que se ha sentado a charlar en un pódcast para hablar de su vida personal, de su casa o de su hija, acerca de la que ha dicho que le costó quererla, y que hasta que la niña no tuvo ocho meses no consiguió formar un vínculo con ella.

Confesiones como esa colocan al candidato, en este caso Cooper, en la palestra y hace que el público y los académicos vuelvan a pensar en él, a considerarle. En este caso, el actor y director de Maestro se ha decidido a hablar en Armchair Expert, el pódcast que hace cinco años comanda del actor, cómico y presentador Dax Shepard. Ambos son viejos y muy buenos amigos desde hace casi 20 años; en su charla el propio Cooper reconoce que tienen “una fuerte conexión”, mientra que Shepard explica que se sienten como si fueran “amigos desde la infancia”. Junto a la actriz Kristen Bell (entonces novia de Shepard y hoy su esposa; son padres de dos niñas), protagonizaron en 2012 la película Fuga explosiva, que Shepard también dirigió y escribió. De ahí que, en su charla, Cooper, de 49 años, se haya abierto especialmente. Y entre otras cosas ha explicado lo importante que es para él ser padre. Tiene una hija, Lea de Seine, junto a la modelo Irina Shayk, con quien salió desde 2015 y hasta 2020. La pequeña está a punto de cumplir siete años y ya ha hecho algún cameo cinematográfico: aparece en la última película de su padre interpretando, precisamente, a su hija, a la hija de Leonard Bernstein de niña (de adulta la interpreta Maya Hawke, precisamente hija de Uma Thurman y de Ethan Hawke). De ahí que la pequeña le acompañara al estreno de la película en el Museo de la Academia de Cine de Hollywood el pasado 12 de diciembre.

Pero en una confesión poco habitual el actor ha reconocido que el amor por su hija no fue algo que surgiera de manera automática con su llegada al mundo, en marzo de 2017. “Los primeros ocho meses... La verdad es que ni siquiera sabía si quería a la niña”, ha reconocido ante Shepard, recordando cómo vivió aquel momento. “Es una pasada, muy guay. Estoy viendo cómo todo esto evoluciona, y de repente mi experiencia es total. Fascinado con todo ello. Encantado de cuidarla. Pero ¿moriría si alguien entrara con una pistola?”, reflexiona. “¡Solo han pasado un par de meses! ¡Sería un completo idiota! Y entonces, de repente, ya no hay ninguna duda”.

Sus impresiones ahora son muy diferentes. Reconoce que él y Shayk se quedaron “boquiabiertos” cuando la pequeña empezó a hablar y articular palabras y un discurso propio, y también que la pequeña le recuerda mucho a su padre, fallecido en enero de 2011 a causa de un cáncer: “Hay momentos en los que es igualita que él... Creo que veo demasiadas películas”, ríe. Pero, ya más serio, confiesa que la pequeña le ha cambiado la vida: “No estoy seguro de si estaría vivo si no fuera padre. Simplemente necesitaba a alguien que me dijera: ‘Vamos a soltar esta enorme ancla’. Y yo era: ‘¿Por qué? ¡Vamos a toda velocidad! Acabo de poner el barco al día, y sé por dónde viene el viento’. Y ellos: ‘No, no, no, viene un tsunami, necesitas un ancla y vamos a echarla’. Porque esto va a dictar todo lo que hagas a partir de ahora. Tu ADN va a decirte que hay algo que es más importante que tú”.

Por eso ahora quiere pasar tiempo con ella, el máximo posible y mantener un montón de conversaciones con ella. Reconoce que le da muchas vueltas a la relación que hay entre ellos. “Pienso mucho en ello, en términos de cómo mi relación con mi hija impactará en su crecimiento y en su viaje personal”, reflexiona. “Va a cumplir siete años en marzo y ya sabes cómo era mi relación con mi padre”, le plantea Cooper a Shepard, “no pasé demasiado tiempo con él. Creo que ya he estado más horas con mi hija que las que pasé con mi padre en toda su vida. Una locura”.

Bromeando entre amigos sobre sus rutinas familiares, Shepard asegura que sus hijas no sienten vergüenza a la hora de hablarle cuando está en el baño, de pasar con él y de invadir su intimidad. “¡Están a 30 centímetros de mí, es horrible! ¿Te pasa igual con Lea?”, le pregunta. Cooper se ríe, explicando cómo es su casa de Nueva York, donde todo está unido: “Mi dormitorio, con la cama, el baño y la bañera, están en la misma habitación. Es 24 horas, siete días, amigo. No hay puertas, las escaleras suben y todo está en una planta”, relata. Ni a él ni a su hija les importa demasiado: “Hablamos cuando yo estoy en el baño, ella en la bañera, así todo”, ríe, una forma de crianza muy distinta de la que él vivió. “Creo que jamás vi a mi padre en el baño hasta que enfermó, jamás en mi vida”. Aunque sí reconoce que de él heredó la tendencia a ir desnudo por casa, algo con lo que se siente “totalmente” cómodo y que también le ha sido muy útil en algunos rodajes.