El mestizaje no cancela el racismo
La conversación global que ha generado el movimiento Black Lives Matter debe expandirse con más fuerza en el mundo que habla español
En estos días en Puerto Rico despidieron de su empleo a un analista político que, en su espacio radial, utilizó la palabra proscrita en los Estados Unidos. Conocida como la n-word (Google le dirá cuál es), este insulto representa los valores más despreciables del racismo sistémico en EE UU. Simboliza la historia viva de los propios cimientos de ese país.
El código cultural dicta que solo quienes han sido marginados con este insulto, es decir, las comunidades afroamericanas, pueden utilizarla. Es así porque se trata de un clásico caso de reapropiación del lenguaje: agarro la palab...
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En estos días en Puerto Rico despidieron de su empleo a un analista político que, en su espacio radial, utilizó la palabra proscrita en los Estados Unidos. Conocida como la n-word (Google le dirá cuál es), este insulto representa los valores más despreciables del racismo sistémico en EE UU. Simboliza la historia viva de los propios cimientos de ese país.
El código cultural dicta que solo quienes han sido marginados con este insulto, es decir, las comunidades afroamericanas, pueden utilizarla. Es así porque se trata de un clásico caso de reapropiación del lenguaje: agarro la palabra con la que me insultas y la resignifico, le otorgo poder, la asumo como propia y la dejo hueca de su contenido original para que ya no pueda destruirme. De alguna manera, es casi como ser un Calibán contemporáneo que aprende la lengua de su enemigo para maldecirlo.
No existe una palabra que represente o signifique exactamente lo mismo en español y para muchas personas en la isla —y en otros países del mundo hispanoparlante— es una palabra con la cual no se tiene ningún apego emocional. Es un término que ha llegado a nuestros países por la vía del cine, la literatura, la música y la memoria de los miles de afrocaribeños que han vivido en los Estados Unidos y han experimentado de primera mano el racismo como el sistema social que atraviesa todas las interacciones humanas. Por esa razón, para muchos el mentado despido no tiene sentido, como no tiene sentido la profundidad de la conversación que se ha iniciado a raíz de la reciente revitalización del movimiento Black Lives Matter, tras el asesinato de George Floyd a manos de la policía. Sin duda existe un gran malentendido entre los conceptos antirracistas que se utilizan en EE UU y en el mundo que habla español.
Esta discusión internacional en Puerto Rico —como en tantos países latinoamericanos hijos del mestizaje y de la brutal experiencia de la esclavitud— se coloca un paso atrás. La discusión parte de un lugar absurdo: el mestizaje de alguna manera nos ha hecho inmunes al racismo. Entonces, no solo hay que hablar de las estructuras sociales —de gran y menor escala— que mantienen el racismo en operaciones, sino que además hay que convencernos primero de que existe el racismo en nuestro lado del mundo. Esta actitud es una negación dolorosa que atenta contra la dignidad de los millones de hombres y mujeres negros y negras que viven a diario la marginación y el discrimen racial en nuestros países.
Si bien en español no tenemos una n-word, la experiencia del racismo trasciende un término como ese, y se vive cada vez que en una familia latina alguien invita a “mejorar la raza”, se usan los diminutivos (fuera del espacio íntimo de los afectos) para suavizar términos como negro o negra que no tendrían por qué ofender a nadie, y, peor aún, se manifiesta en las condiciones de vida precarias a las que han sido relegadas comunidades negras en toda la región.
Es tiempo de dejarnos de hipocresías y reconocer que cuando en Estados Unidos gritan “Black Lives Matter”, sí existe una traducción literal al español y que encaja perfectamente en nuestros códigos culturales. Es así porque lo que usted sienta en su corazón, o los valores que cultive como ser humano, no cancelan la institución social en la que creció. Hay racismo en ti y en tu entorno porque la sociedad ES racista. Dicen que el primer paso es admitirlo, y ya estamos tarde para entrar en la segunda fase.