“Ahora el único líder es Alemania”
El político italiano sostiene que la hegemonía de Berlín ha acabado con "la unión de minorías" que caracterizaba a Europa
Romano Prodi (Scandiano, Reggio Emilia, 1939) siempre habló con la voz muy pausada y en permanente susurro. Esa calma y la facilidad con la que deja caer de repente una sonrisa pícara le han ayudado a atravesar territorios tan ponzoñosos como Bruselas (presidente de la Comisión Europea 1999-2004) y Roma (primer ministro italiano 1996-1998 y 2006-2008).
El paso del tiempo ha acentuado su tendencia a la pausa y el susurro, pero también la claridad del mensaje. Con 75 años más que cumplidos, a Prodi ya no le quedan pelos en la lengua. Europa ya no depende de sus instituciones, “sino de un único líder”, Alemania, y eso la debilita porque “por primera vez ya no es una unión de minorías: es una unión con una mayoría”, denuncia; responsabiliza de eso a países como Francia, Italia y España “por haber renunciado a actuar de contrapeso”; cuestiona el papel de Reino Unido en Europa (“¿Quién se puede fiar de un socio que amenaza con irse del club?”), y aunque lamentaría su marcha, cree que “no sería un terremoto”; no ve riesgo de secesión en Italia, “pero en España puede haber una división más profunda”, alerta también.
El exjefe del Gobierno italiano va dejando caer esas bombas una tras otra en una entrevista breve pero densa en el IESE en Barcelona, poco antes de participar en un coloquio organizado por la escuela de negocios de la Universidad de Navarra en colaboración con la Cámara de Comercio Italiana de Barcelona.
Su retrato del momento europeo es cautamente optimista. “No veo un desplome, creo que lo peor ha pasado, pero no veo la Europa fuerte que deseo. Digamos que, afortunadamente, tenemos la recuperación económica”, opina. Pero advierte de la debilidad de esa recuperación porque se apoya en los precios del petróleo y en la expansión cuantitativa del BCE. “Volamos porque el globo ha perdido peso, pero no hay ningún sentimiento de solidaridad, ningún sentimiento de que necesitemos instituciones más fuertes”, clama.
Tras una larga carrera que le ha llevado a ver los toros desde los dos lados de la barrera, está en posición de reflexionar sobre el pecado original de una construcción europea que siempre sale de una crisis para entrar en otra. “Estábamos ilusionados con la caída del telón de acero, la ampliación, la nueva moneda, pero cuando la Constitución fue bloqueada por los vetos nadie trajo propuestas”, se queja. “Pensé que los referendos francés y holandés eran solo un episodio, pero la crisis era tan profunda que acabó con esa ilusión. Y ahora tenemos una nueva Europa, pero no tenemos instituciones europeas con las que afrontar los nuevos equilibrios internos de poder”. “Todo depende de Alemania. Lo nuevo ya no depende de las instituciones europeas, tiene que salir de la cabeza del canciller alemán. Y ese es un gran cambio”, se apesadumbra.
“Cuando yo estaba en Bruselas había un cierto tipo de interacción y había también una fuerte presencia británica. Eran muy fuertes. Francia era poderosa e intentaba estar a la par con Alemania. Y los demás buscaban su propio equilibrio entre Francia, Alemania y Reino Unido, y había de alguna manera cierta capacidad de elegir. No había una voluntad común, pero sí un equilibrio”, explica.
“Ahora tenemos primero a una Francia en crisis profunda, ni siquiera sabemos cuán profunda, con consecuencias enormes. Segundo, la increíble opción británica, que nos dicen que no saben si dentro de tres o cuatro años seguirán siendo socios del club. Ja, ja…”, ríe sarcástico. “¿Quién puede fiarse de ningún acuerdo con un país que dice eso?”, se pregunta.
“O sea que, políticamente, ahora el único paraguas es Alemania. Mire la política española: está bajo el paraguas alemán”, advierte. “Cuando empezó la crisis, yo insistí en buscar un acuerdo entre Francia, España e Italia. Lo intenté muchas veces. No para ser antialemán (soy profesor de Organización Industrial y tengo una altísima opinión de Alemania, muy, muy alta), sino para equilibrar la Unión Europea, porque Europa ha sido siempre una unión de minorías. Y por primera vez ya no es una unión de minorías: es una unión con una mayoría. Y en una situación así las instituciones se debilitan porque dependen del líder, del único líder”, sintetiza.
“Nunca cuajó la idea de una alternativa. Y nos hemos ido yendo abajo, abajo, abajo. Ahora España va mejor que Francia e Italia, pero a largo plazo incluso España tendrá problemas porque esta es una Europa diferente”, alerta.
El veterano político se resiste a juzgar los profundos cambios que se viven en el sistema político español. Los atribuye “al mismo declive del poder de los partidos tradicionales” en muchos otros países. “Solo en Alemania se mantienen fuertes. Y eso es algo que intento entender: ¿por qué Alemania es así? Siguen teniendo el tipo de políticos de siempre. Es algo que se ha destruido en los demás países del continente. No sé si es que Alemania es diferente, o la gente tiene más confianza en sus líderes, o porque estos cumplen. Además, cuando hay una subida de los partidos populistas, la mayoría de ellos antieuropeos, ¿por qué Alemania no tiene ningún gran partido antieuropeo?”, se pregunta. Quizá porque “Merkel ha sido muy inteligente al interpretar el espíritu alemán de que Europa no es algo que se pueda manejar desde fuera”, especula.
A Prodi parece sacarle un poco de quicio la cuestión británica. ¿Qué consecuencias tendría su marcha? “No es nuestro problema, es un problema británico”, espeta. “Cuando yo era un joven economista luché mucho para que Reino Unido estuviera dentro de Europa, porque forman parte del corazón de Europa. Pero la decisión es de ellos. Lo siento, pero puedo concebir Europa sin los británicos. Por supuesto, espero que Reino Unido siga dentro de la UE, pero si deciden marcharse, no sería un terremoto”, añade. “No creo que podamos mantener esta situación de incertidumbre por mucho tiempo. Y el interés por Europa en el resto del mundo está cayendo”, advierte.
Respecto a la cuestión catalana y sus paralelismo con los movimientos secesionistas del norte de Italia, el ex primer ministro italiano admite de entrada que, en ciertos aspectos, “España es un país más estructurado” y concede que “la estructura de Estado ha sido tradicionalmente débil en Italia”. Pero su conclusión es: “Ustedes pueden tener problemas más serios; no veo ningún peligro serio de secesión en Italia, mientras que en España puede haber una división más profunda”.
Camino ya de los 76 años, Prodi se mantiene extraordinariamente activo. Entre otras cosas, preside el diálogo entre China y Europa en la principal escuela de negocios china, lidera el panel conjunto de la Unión Africana y Naciones Unidas para las operaciones de mantenimiento de la paz en África y es enviado especial del secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, en el Sahel.
Hablar de los problemas de terrorismo que se viven en África le lleva a evocar lo que define como “el error más grande” que ha visto nunca en política: la guerra de Libia. Y rememora que, siendo presidente de la Comisión Europea, invitó a Muamar el Gadafi a Bruselas y le cayeron encima un montón de críticas, “pero luego todo el mundo quería verse con él”, ironiza. “Era un dictador dentro del país, pero tenía influencia positiva en la zona, y cuando estalló la guerra se destrozó ese equilibrio en la zona y no sabemos qué hacer”, se lamenta.
Pero al mismo tiempo cree que “estamos ante una situación única porque, por primera vez, todas las grandes potencias tienen el mismo interés: combatir el terrorismo”. “Y la solución solo se puede dar si todos convencen a sus Estados aliados para que dejen de alimentar el terrorismo. Ahora se da esa situación, pero no tenemos un Clinton, aunque el acuerdo con Irán es potencialmente un firme paso positivo para que los rusos y los americanos encuentren un compromiso”, concluye con optimismo.
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