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Catorce años de guerra con el terror

¿Qué se ha hecho mal en la lucha antiterrorista desde el 11-S? ¿Sabrá la Francia de Hollande aprender las lecciones de Estados Unidos?

Lluís Bassets
En junio de 2014, un miembro armado del Estado Islámico ondeaba una bandera en la ciudad siria de Raqqa, feudo de la organización yihadista. 
En junio de 2014, un miembro armado del Estado Islámico ondeaba una bandera en la ciudad siria de Raqqa, feudo de la organización yihadista. Reuters

Todo lo que ahora sucede ha ocurrido ya antes. Como si estuviera leyendo un guion escrito por otro, François Hollande parece seguir los mismos pasos que George W. Bush hace 14 años. Y no solo el presidente de la República, sino Francia entera, incluso Europa y el mundo, se enfrentan a una película de horror que ya habíamos visto, a una pesadilla que ya conocemos e, incluso, a unos errores que nos arriesgamos a repetir.

La primera analogía la ofrece la dimensión y el carácter del ataque. El enemigo ha escogido lugares significativos de cada uno de los países. Para destruirlos o perpetrar en ellos el mayor daño posible. En el 11-S fueron las Torres Gemelas, como símbolo de la arrogancia capitalista, en Nueva York; y el centro de mando militar de la primera potencia, el Pentágono, en Washington, aunque los terroristas querían también lanzar un avión contra el Capitolio. En el 13-N, la noche del París multicultural y desinhibido, los bistrós y boîtes del barrio entre Bastille y République, y el palco presidencial del estadio de Francia donde se hallaba François Hollande para presenciar un partido de fútbol, el deporte más popular, entre las selecciones de Alemania y Francia. Todo un símbolo de Europa.

El enemigo es el mismo, en sus características e ideología, aunque no lo sea estrictamente en su nombre 

Tras la semejanza en el objetivo de los terroristas, la semejanza de las reacciones, estimuladas por el carácter presidencialista de ambos sistemas políticos. En ambos casos, el presidente y comandante en jefe se dirige a sus compatriotas, reúne a los parlamentarios y responde a la guerra con la guerra. Idéntica es la respuesta de los ciudadanos, arremolinados alrededor del presidente y de la bandera nacional. Una oleada de simpatía y solidaridad con el país amigo atacado transporta a sus aliados y vecinos. Todos somos americanos entonces, todos somos París ahora. Los ataques transforman a los máximos dirigentes, Bush entonces y Hollande ahora, en su imagen, comportamiento, incluso ideas. También van a transformar sus políticas, en las que fácilmente se romperá el delicado equilibrio entre seguridad y libertad. E incluso cambiarán sus relaciones internacionales: en el caso de Bush condujo a un giro unilateralista y agresivo en política exterior y a la división de Europa, y en el de Hollande de momento le ha llevado ya a un acercamiento a Rusia.

El enemigo es el mismo, en sus características e ideología, aunque no lo sea estrictamente en su nombre y en los medios empleados. Y este hecho es el más inquietante, puesto que 14 años después el monstruo no ha sido vencido sino que ha crecido y se han multiplicado sus tentáculos e incluso su capacidad mortífera. Mohamed Atta y sus secuaces emplearon aviones como armas de destrucción masiva y para secuestrarlos utilizaron cúteres y cuchillos de plástico. Abdelhamid Abaaoud y sus comandos, en cambio, actuaron con Kaláshnikov y explosivos, manejados con precisión militar. Los primeros pertenecían a Al Qaeda y los segundos al autodenominado Estado Islámico, el último y más exitoso avatar de un terrorismo que crece y expande por todo el mundo hasta liberar territorios donde impone su violencia desenfrenada, como ya ha sucedido en Siria e Irak.

El error de más graves consecuencias fue el desmantelamiento de las estructuras del Estado baasista, cuyos generales se han convertido en la estructura militar del Califato terrorista

La repetición de la película, ahora en territorio europeo y amplificada en su alcance y peligrosidad, es la expresión de un fracaso múltiple y continuado. Hay un fracaso inmediato en la prevención de los ataques, fundamentalmente por fallos que se atribuyen a policías y servicios secretos. Atta y sus amigos pudieron entrenarse en una escuela de aviación de Florida y Abaaoud y los suyos han cruzado fronteras y pasado controles policiales sin ser detectados. Pero hay un fracaso más de fondo en la respuesta antiterrorista y sobre todo en la acción sobre las causas de esta violencia inusitada en los países donde tiene su origen. Si la guerra global contra el terror era efectivamente una guerra, parece claro que 14 años después la estamos perdiendo. Los errores de entonces explican los desastres de ahora, de manera que si los repetimos estaremos profundizando la trinchera en la que nos hundiremos en el futuro.

La serie de errores de Georges Bush ya son un clásico, conocido de todos. La guerra preventiva y ajena a las convenciones internacionales. Las mentiras de la CIA sobre las inexistentes armas de destrucción masiva que sirvieron para justificar la invasión de Irak. La limitación de las libertades y derechos individuales a través de las llamadas Patriot Act o leyes de excepción votadas masivamente por los congresistas bajo la emoción patriótica suscitada por los ataques. El uso de la tortura, el secuestro y la ejecución extrajudicial para los terroristas. El horror de Abu Ghraib, la cárcel iraquí donde los presos eran torturados, vejados sexualmente y fotografiados por soldados estadounidenses. La creación de limbos jurídicos, como Guantánamo, donde detener indefinidamente sin juicio ni cargos a los sospechosos.

Todos estos errores fueron regalos propagandísticos para el terrorismo. E incluso algo más. Nada seduce más a los terroristas como la erosión de los valores atribuidos a Occidente y la anulación de las libertades y garantías individuales por mor de la lucha antiterrorista. Con esta primera batalla ya ganada, todas las partes se igualan en esta guerra y se abren a las actitudes equidistantes de quienes denuncian la violencia de todos. Pero el mayor error y el de más graves consecuencias fue el desmantelamiento de las estructuras del Estado baasista y especialmente de sus cuerpos armados, cuyos generales se han convertido en la estructura militar del Califato terrorista.

Nada seduce más a los terroristas como la erosión de los valores atribuidos a Occidente y la anulación de las libertades por mor de la lucha antiterrorista

Bush sabía que Sadam Husein no tenía nada que ver con Al Qaeda ni con los ataques del 11S. Pero también conocía por las encuestas de opinión que los atentados habían despertado el apetito de guerra entre sus conciudadanos. Solo hacía falta una excusa para lanzarse a la nueva guerra que le pedían sus consejeros neocons. Se la proporcionó la CIA con la fabricación de las pruebas falsas sobre las armas de destrucción masiva. Con ellas se lanzó a la invasión y al derrocamiento de Sadam, con la idea inicial, totalmente fracasada, de convertir Irak en una democracia próspera y ejemplar, que hiciera cundir el ejemplo en toda la región, sin caer en la cuenta de que estaba fabricando un Estado fallido y cuarteado, surbordinado al enemigo iraní y minado por el terrorismo sectario en que se ha convertido el país árabe.

No ha sido pues una cadena de errores sino un gran error estratégico. La pregunta no es qué se ha hecho mal, sino si acaso se ha hecho algo bien. Será difícil que Francia, y los europeos con ella, incurramos en los mismos y graves fallos, principalmente en una invasión a gran escala. El desmantelamiento de un Estado, sin contar con una rápida y eficaz substitución de estructuras políticas, administrativas y de seguridad ha sido siempre una operación de altísimo riesgo. No lo tuvieron en cuenta Bush y sus neocons y luego tampoco lo han tenido en cuenta Cameron y Sarkozy con la destrucción de la Libia de Gadafi, ni Obama con su inhibición respecto a la destrucción de la Siria de Bachar el Asad. La verdadera fuerza del Estado Islámico, es decir, su territorio, las armas capturadas de los ejércitos desmantelados y gran parte de los numerosos guerreros reclutados, se debe a la destrucción de tres estados árabes desde 2003 sin que existieran ni planes ni capacidades para construir estructuras estables alternativas.

Del 11-S a Bamako

  • 11 de septiembre de 2001. El mayor atentado terrorista de la historia, perpetrado por Al Qaeda, deja 3.000 muertos en EE UU. Washington lanza la llamada guerra contra el terror.
  • 7 de octubre de 2001. EE UU invade Afganistán y derroca al régimen talibán que, según Washington, daba cobijo a Osama bin Laden. En 2003, la OTAN se unió a la operación con otros países, entre ellos España.
  • 11 de enero de 2002. Llegan los primeros presos al centro de detención de Guantánamo (Cuba), abierto para alojar a los acusados de terrorismo. El presidente Obama prometió cerrar el penal, pero el proceso topa con el bloqueo del Congreso a trasladar reclusos a EE UU.
  • 12 de octubre de 2002. Un atentado de Al Qaeda en una discoteca en Bali (Indonesia) causa 202 muertos y 300 heridos.
  • 20 de marzo de 2003. Una coalición de países encabezada por EE UU invade Irak alegando que Sadam Husein tiene armas de destrucción masiva, que nunca se encontraron, y daba apoyo a Al Qaeda. El dictador cayó y se abrió una larga etapa de violencia sectaria. Dejó un país vulnerable ante la expansión del yihadismo.
  • Enero de 2004. Se destapan las torturas cometidas por soldados estadounidenses contra prisioneros en la cárcel de Abu Ghraib en Irak. Las fotos de aquellos malos tratos provocaron la ira en el mundo árabe.
  • 11 de marzo de 2004. Miembros de una red yihadista conectada con Al Qaeda hacen estallar diez bombas en cuatro trenes de Madrid, ocasionando 191 muertos.
  • 7 de julio de 2005. Al Qaeda hace estallar en Londres tres bombas en el metro y una cuarta en un autobús. Mueren 56 personas.
  • 14 de enero de 2010. Yemen declara la guerra a Al Qaeda. También mantiene conflictos abiertos con la insurgencia chií en el norte y los separatistas en el sur, que han acabado enfrentándose en una guerra civil a partir de 2015 y que todavía sigue.
  • 25 de enero de 2011. Inspirada en la primavera árabe tunecina, una multitud toma las calles de El Cairo y consigue que el 11 de febrero dimita Hosni Mubarak. Aunque hubo un Gobierno elegido por las urnas, su vida fue breve. El 3 de julio de 2013, el Ejército dio un golpe de Estado.
  • Febrero de 2011. Estalla la guerra en Libia, tras la represión brutal de manifestaciones por parte de Gadafi. El régimen es derrotado. El país sigue sumido en el caos.
  • 15 de marzo de 2011. Estalla la guerra en Siria entre el régimen y grupos rebeldes; muchos de estos se han unido al Estado Islámico (ISIS).
  • 1 de mayo de 2011. EE UU mata a Bin Laden en una operación secreta en Pakistán.5 de julio de 2014. El líder del ISIS, Abubaker el Bagdadi, se presenta en Mosul como el primer califa en generaciones.
  • 7 de enero de 2015. Matanza en 'Charlie Hebdo' en París: 12 muertos.10 de octubre. Mueren 102 personas en un atentado con bombas en Ankara.31 de octubre. Un avión ruso se estrella en Egipto con 224 personas a bordo por una bomba colocada en la bodega por terroristas.
  • 13 de noviembre. Los atentados de París causan 129 muertos.20 de noviembre. Toma de 170 rehenes en Bamako, capital de Malí.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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